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El castillo que está fundido con las estrellas.

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El castillo que está fundido con las estrellas. Empty El castillo que está fundido con las estrellas.

Mensaje por Gabriel Magnus Vie Ene 13, 2012 3:19 am

Ogirine, ciudad central de la humanidad. Donde los edificios y las estructuras más importantes se alzan en su moderna vida. Cielos ahora más limpios, aire más puro y reconfortante...Un mundo más controlado y a su vez con más libertinaje sobre el fluir de la magia. La utopía perfecta era que la humanidad pudiera liberarse de los prejuicios de los sobrenatural y ser uno mismo con las propias energías del universo, el sueño que ningún monstruo o cualquier criatura ajena a la humanidad podía realizar. Había allí fuera muchos espíritus pero jamás verdaderos usuarios, Gabriel quería demostrarle a toda la humanidad que no había razón para temer decir que este mundo era propia...Cada vez que miraba hacia el exterior podía encontrarse ese joven humano con una pequeña esperanza...En su mandato tomaría la iniciativa...Que los rastros de la locura no sean suficientemente fuertes como para no dejar a la humanidad salir adelante. Para empezar este hombre se encargó de adoptar una medida leve de tolerancia cero, no quería que nada entrara a sus tierras...Por lo menos no sin su permiso y observación y eso había ocurrido con el forastero que encontró en las praderas de su territorio.

El escenario que este hombre pisaba era uno bastante lujoso. Amplio, de muy delicado trabajo arquitectónico, el caballero de gris sabía que no era por mero capricho, aquella estructura brillante y lujosa, bañada en diversos y fuertes minerales, parecían atraer las energías mágicas, dejar que estas reposen en su ahora traslúcida imagen, provocando así pequeñas ondas de energía mágica armoniosa que se apoderaba de todo el interior. Parecía haber una iluminación propia, como si existiera un sol aparte para este lugar, pero aquel que era sensible a la magia y que tenía su mente expuesta , entrenada y abierta estaría atento que el el aire estaba cargado con magia, llegando incluso a estimular el poder de uno. Se podía respirar verdadera paz en este sitio, un lugar que estaba un poco menos cargado de personal inútil. El suelo blanco, que estaba tan limpio que literalmente era un espejo soportaba muchos menos pasos, Estaba en paz, y cuando aquel que ocultaba su rostro bajo un sombrero cruzó la linea también lo estuvo, a fin de cuentas aquella puerta oscura y parada en vertical, que era el portal, siempre traería buenos augurios. Esta ya no era tan violenta como antes, silenciosa y paciente, hasta que el último hombre no llegar a salvo entonces jamás se cerraría, a menos que el propio rey lo demandara.

En esa oportunidad aquel personaje, quien jugaba en cubierto, se encontraba en solitario. No parecía existir nadie en ese "templo" de un color "exclusivamente" blanco, o gris. El silencio siempre sería abrumador en ese lugar, pero era casi una escena actuada, solo el rey podía ser recibido y este en teoría debería encontrarse en su despacho, sin embargo en ese gran salón, que era sin dudas el lugar típico donde reuniones comunales se festejaban, estaba en total ausencia. Solo aquel hombre estaba en la espera de su invitado y ni siquiera de una forma formal. Este se había quitado el sombrero para dejar ver unos negros, aunque bastante claro en ese aspecto, cabellos en punta. Su rostro estaba expuesto, su mirada, sus facciones y la juventud que había en ellas. Con su sombrero en mano derecha, su capa moviéndose levemente por la brisa mágica que siempre recorría el lugar y ahora la voluntad del silencio esperaría su llegada...Esperaría finalmente el momento de negociar cara a cara.
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Mensaje por Lance Cocteau Vie Ene 13, 2012 11:19 pm

Un molesto zumbido deambulaba por su cabeza al momento de ingresar en el portal, su intensidad aumentaba al tiempo que el escenario se tornaba más difuso; pasado el umbral del dolor ocasionado en sus oídos, se transformó en un irritante chirrido. Silenció de un momento a otro. Fue entonces cuando la consciencia del dragón se sintió adormecida por una sensación que solo se comparaba a la de sus trances. La inmaterialidad no tardó en hacer lo suyo, entumeciendo su cuerpo desde la punta de los talones hasta su cabeza, haciendo lo mismo con su ropa y su carga de viaje.

Y antes de que pudiese acabar de contar hasta diez, llegaron.

Al otro lado se encontraba el encapuchado principal, con el rostro ya al descubierto, esperándolo en soledad. El dragón hizo un pronunciado esfuerzo para no darse de bruces contra el suelo. Además de haberse mareado con el viaje, el exceso de luminosidad de la estancia le cegaba la vista. Aún con las piernas temblando, supo mantener el equilibrio y enfocar los ojos en el hechicero. Las náuseas rápidamente se fueron disipando, y en su reemplazo, una sensación ciertamente agradable le inundó. La impresión se dibujó en sus ojos al ver tan majestuoso salón. Parecía un sitio libre de impurezas. Podía percatarse de ello con solo darle a sus pulmones una bocanada de aire de ese lugar. Había reparado en el diseño del inmobiliario y en su pronunciado exceso de colores como el blanco y el grisáceo aperlado.

Volteó a ver la grieta en el espacio a sus espaldas. Aquél horizonte nebuloso redujo considerablemente su tamaño, al punto de desaparecer en su totalidad. Los hechiceros acompañantes de su misterioso guía no habían regresado, pero considerando las habilidades mágicas que habían demostrado en la pradera, dudaba que algo les hubiese ocurrido en el trayecto.

El dragón reparó en aquél instante que seguramente se encontraban en la guarida o, como había indicado previamente el hechicero, en el mismísimo hogar del Rey, lo cual aún le parecía una idea absurda, mas no la descartaba. Ante este gesto de confianza, decidió desarmarse de su sable y de su daga, haciéndole entrega de estos al hombre de mirada azulada que se encontraba parado frente a él.

Mi nombre es Lance Cocteau y soy un Dracolich. El cadáver no-muerto de un dragón. – Se introdujo finalmente, tras inclinarse con mucho respeto y dejar sus armas ante los pies del ajeno.

Lance se enderezó y retrocedió unos pasos. No esperaba una presentación a cambio, pero sentía que dar a conocer su identidad era lo correcto, pues le había dejado ingresar a la ciudad, a ese místico recinto, y por ende, le había brindado la oportunidad de buscar a aquél que en un futuro daría muerte a su querida Kassandra.
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El castillo que está fundido con las estrellas. Empty Re: El castillo que está fundido con las estrellas.

Mensaje por Gabriel Magnus Sáb Ene 14, 2012 8:28 am

El caballero gris observó con cierto desconcierto al forastero que daba aquellos pasos respetuosos hacia su "original" posición. Luego de mostrar una educación muy poco singular, incluso un respeto demasiado utópico y gratificante. Los dedos que sostenían el sombrero no evitaron un muy leve temblor a su vez que esa mirada azulina se poso sobre el que se había presentada como...¿Un Dragolich? Sus sentidos pudieron detectar un aura demasiado extraña en el, rodeada de fuertes vientos violáceos y hasta verdosos, impregnados en la putrefacción y la muerte, aunque admitía que su habilidad para ocultar ese estado era sublime, ni siquiera el, que era un psíquico prácticamente formado pudo pasar sin esfuerzo esa presencia, seguramente jamás se hubiese dado cuenta hace apenas unos años. Los encapuchados...Aquellos si que no se habían dado cuenta de esto, sin embargo lo que más fuerte era en el era la magia...Si, era un trato bastante distinto pero a su vez muy ligados. Gabriel debía admitir que no hubiese sabido que era un no-muerto, sino simplemente un ser que andaba con la corrupción de la muerte, un posible hechicero renegado o alguien que se atreviera a hacer un pacto con los señores de la decadencia...Algo no muy alejado de la realidad según el conocimiento del "monarca". era sin dudas un monstruo terrorífico el que tenía en frente...Gabriel en solitario jamás podría vencerlo, por lo menos sin una muy buena estrategia en mente, la experiencia no le pertenecía así que estará en muy clara desventaja. Sin embargo , pasando por alto los gestos propios, aquel hombre aceptó en cierta manera el trato tan educado, incluso tuvo el atrevimiento de tomar con la zurda aquella daga, un arma que para su opinión era muy personal y cercana...Extrañamente no poseía magia alguna, o por lo menos no a simple rastro, pasar su mirada por esta y luego sobre el forastero le dio la posibilidad de no titubear en sus palabras, poner pies sobre la tierra, no era nada común un encuentro de ese estilo.- Sin dudas eres la visita más desconcertante que existirá en este lugar. Muchos hombres mueren sin siquiera conocer de la existencia de los tuyos, yo soy algo más afortunado y realmente me alegra que sea en esta situación, los hechiceros te hubiesen atacado de saberlo. -No podría ocultárselo era una realidad y de no haber sido tratado con tanto respeto el también lo hubiese hecho. Pero el tema a tratar no era ese en específico, más si tenía que ver con su posición. Las palabras de aquel hombre surgirían nuevamente, cuando apoyara nuevamente aquella daga en el suelo, dando un leve suspiro para poder azotarlo con su vista.

- Bueno, hay varios puntos que debes tener en cuenta. Principalmente y por tu seguridad que no menciones tu condición, por lo menos no a personas de este lugar y mucho menos a los que viven en los otros reinos...El segundo punto quizás es un poco más complejo pero es imposible, incluso para mi, ver al rey en persona. No se da a conocer a su pueblo, sino que su principal consejero es su cara y yo en casos como este. Sin embargo te diré que el ahora mismo está escuchando. Te mencionaré que tanto el como yo somos psíquicos, personas encargadas de descubrir y perfeccionar el arte de la mente y el alma...Sin embargo también somo una suerte de Tabú, a muchos les asusta la idea de que puedan ver lo que sienten, a otros mucho la idea de sentirse examinados, pero créeme que sin este don nuestro rey jamás hubiese llegado a estas instancias ni mucho menos a darse el lujo de escuchar desde otro lugar y a la vez de responder como si fuera mi propia consciencia. -Claramente era una mentira, aunque no el hecho de que el rey, es decir el, era un psíquico. Tampoco era algo realmente imposible, el poseía algo muy cercano a esa habilidad, por no decir que podía colarse en la mente de las personas para poder comunicarse con ellas desde puntos muy distantes. Era en si desconcertante, ante esto le mostraría una sonrisa al forastero para poder continuar con su explicación, por lo menos una leve para romper con cierta frialdad presente.

- Es difícil sin embargo saber las razones de tu presencia aquí. Se que es para negociar, más allá de que el permiso lo tengas a medio ganar. ¿Cual es tu historia? ¿Cual es tu necesidad, explicada en profundidad? Sabemos que tu existencia no puede ser del todo agradable, pero los psíquicos vemos y escuchamos muchas cosas terribles, tu vida es un infortunio más entre muchas, no podrías ser prejuzgado sin antes hablar, Lance. Estas últimas palabras tuvieron una calidez algo "cariñosa" y hasta "comprensiva". Era claro que si conocía su pasado entonces podría el ayudarse a si mismo y seguramente ayudar también a la humanidad. Pero ahora que se enteraba que era un no-muerto debía tener especial cuidado, no era que desconfiara de el, sus intenciones eran claramente buenas, pero tampoco podía darse el lujo de apegarse y acostumbrarse a su presencia...A menos claro que hubiese una razón lo suficientemente fuerte como para esto, algo que no había encontrado en muchos años.
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Mensaje por Lance Cocteau Mar Ene 17, 2012 4:23 am

Reconoció rápidamente el desconcierto en los ojos del ajeno, quien no parecía estar acostumbrado a tratar con los de su especie. Tampoco era del todo común que en tierras como esas frecuentaran criaturas tan terroríficas como los dragones no-muertos; estos no solían abandonar las tierras de Kounan, ya que normalmente eran amaestrados por los demonios de raza superior, para convertirse en mascotas al servicio de la capital del norte. Lance, en lugar de eso, había optado por la soledad, y no había sitio más desagradable para vivir que Kounan, un lugar maloliente y mortífero. Siendo originario de Kutou, aún después de su muerte el dragón se había negado a abandonar el lugar donde siempre había vivido.

Hokkan, sin embargo, parecía haber cambiado completamente. En décadas pasadas la existencia del Rey era meramente decorativa, puesto a que eran los otros reinos los que regían sobre la suerte de esa pobre tierra fértil, hogar de los humanos. Reconocía que era preciso necesitar de un gobierno fuerte, capaz de arrasar y rechazar todo aquello que no beneficiase a los suyos. Aunque aún le desconcertaba el hecho de encontrarse allí, de pie junto a un allegado del soberano. No protestó y acató la orden, que más bien le parecía una recomendación, de no mencionar su origen ni su raza. Tampoco hizo mayores miramientos al hecho de no poder sostener directamente una conversación con el Rey. Muy por el contrario, le hubiese extrañado que alguien como él pudiese hacerlo. Pero aún así en su mente revoloteaba el pensamiento curioso de qué clase de persona podría ser el nuevo gobernante de Hokkan.

Lance se detuvo en la información con respecto a las habilidades del hechicero. ¿Psíquico? Sí, de esos que podían apoderarse de los pensamientos ajenos, aún sin estos ser verbalizados. Tal situación daba a entender que no importaba si el Rey se encontraba físicamente allí o no, él podía escuchar y responder a sus diálogos. Resultaba ciertamente interesante que pudiese usar una técnica tan difícil, mas aún, temía que aquél ahondara en los rincones más oscuros de su mente sin su consentimiento. Sus cavilaciones vivían abrumadas por recuerdos, fantasías y fantasmas de muerte. Empero, se esforzaba día a día en mantener su atención alejado de ellas.

Es difícil sin embargo saber las razones de tu presencia aquí. Sé que es para negociar, más allá de que el permiso lo tengas a medio ganar. ¿Cuál es tu historia? ¿Cuál es tu necesidad, explicada en profundidad? Sabemos que tu existencia no puede ser del todo agradable, pero los psíquicos vemos y escuchamos muchas cosas terribles, tu vida es un infortunio más entre muchas, no podrías ser prejuzgado sin antes hablar, Lance. – Versó el hechicero, con suma franqueza y amabilidad. El dragón le observó directamente a los ojos. Le costaba creer que era una criatura como esa la que había dado muerte a él y a su clan entero. Pero los años le habían enseñado que la xenofobia, hacia especie cualquiera, eran el primer vestigio de la ignorancia y de un alma débil.

Mi motivación es principalmente la existencia de una persona. – Explicó el no-muerto, recordando entonces que ese no era el inicio de todo, por lo que pausó un momento, antes de volver a empezar: – Nací en una camada de dragones de pelaje esmeralda, en las tierras de Kutou. Viví apaciblemente con los míos durante diecinueve años, hasta que un día, no muy diferente de cualquier otro, nos atacaron cazadores de estas tierras. Humanos ambiciosos, desesperados por dinero. Desconozco si habrán pertenecido a alguna organización o habrán estado bajo órdenes del gobierno de ese entonces. No lo sé. Solo sé que atacaron a mi familia, los asesinaron uno por uno y les arrancaron la piel. Yo era un poco más alborotador que mis hermanos, y les tomó más tiempo cazarme, incluso conseguí rostizar con mi llamarada el brazo derecho de uno de ellos. Pero una vez me atraparon pagué las consecuencias. Me arrancaron la piel, sin matarme primero. – Se paralizó al recordarlo, pero sacudió la cabeza, antes de que sus abrumadores pensamientos pudieran apoderarse de él. – Morí después de varias horas de agonía; mis pensamientos llenos de resentimiento y miedo me convirtieron en lo que soy ahora, por lo que técnicamente fue esa negatividad demoníaca lo que me permitió seguir existiendo. Aunque yo me considero a mí mismo como un cadáver ambulante (¿Qué soy, sino?) sin derecho a grandes privilegios ni placeres. Me negué a vivir en las tierras del norte, donde dicen que se encuentra el infierno, y por ende, mi hogar. No pienso vivir en un lugar donde la muerte y el ansia de poder sean el alimento de cada día.

Esbozó una media sonrisa, cargada de cierta ironía, al tiempo que observaba al hechicero con perspicacia. No temía contarle acerca de sus orígenes o sus objetivos, pero si vacilaba a la hora de hablarle sobre su más terrible debilidad. Su don, su maldición personal.

Humano, cuando me convertí en un dracolich, un poder muy singular despertó en mí. El poder maldito que solo debería estar reservado para los dioses de la muerte, que obtienen el deleite en la desgracia ajena. A quien miro fijamente a los ojos, puedo atestiguar su muerte en una visión, aveces breve, aveces prolongada; en ocasiones, no veo la escena misma, sino la causa de. No es algo que pueda controlar, se maneja solo. Es simple susceptibilidad. – Dijo, bajando la mirada un tanto apenado. – Viví largos años de mi vida sin rumbo, cargando un pesado resentimiento hacia los tuyos, y hacia la vida en general. Detestaba las multitudes y la compañía (bueno, aún lo hago) por miedo a tener de frente esas horribles visiones. Hasta el día en el que, en mis tierras natales, conocí a un hada que me abrió los ojos. Cambié mucho después de conocerla y deseé a toda costa protegerla del peor de los fantasmas: la muerte. Pero un día, después de más de un año de estar a su lado, obtuve su visión correspondiente. En ella aparecía un hombre de cabello platinado y tuerto de un ojo, cuyo rostro podría reconocer con nitidez si le viera de frente, pero desconozco su nombre, paradero y especie. La abandoné impulsivamente, buscando a ese sujeto. – Acabó su relato con algo de fatiga. No le era fácil hablar de algo tan personal, ni mucho a menos a alguien que acababa de conocer. Pero ciertamente correspondía a una especie de responsabilidad por ser admitido en su reino. La mayor muestra de confianza, a su juicio.

Solo quiero resguardar su resplandor... El único que tengo. – Sentenció finalmente, acongojado por la idea del tiempo transcurrido, después de dejarla sin aviso.
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Mensaje por Gabriel Magnus Mar Ene 17, 2012 10:56 pm

¿Estaría mal decir que sentía cierta compasión por el sujeto que tenía en frente? ¿Podía decir que estaba decepcionado de que la humanidad hubiese llegado hasta ese punto y que el tenía razón al detestarlos por darle esta nueva forma innatural? Si, todo lo que hace el humano tiene repercusión en el mundo, todo lo que piensa se manifiesta y todo ese odio que generó ahora crearon a un ser que estaba de alguna forma u otra conectado y esclavizado con el Señor de la Decadencia. Sin dudas su historia era digna de ser retratada como una derrota más para la humanidad, la seriedad de su rostro volvió, la severidad de sus ojos sin embargo se ablando para mostrar un poco más de calidez en esta, llegando a mostrarse de una manera tan comprensiva que difícilmente podría tratarse el mismo de un rey o siquiera de un hombre que estaba cumpliendo su trabajo de manera obligada. El había decidido escuchar el pasado, hacerse cargo de la nubosidad miserable de su aura y no cabría duda de que ayudaría a este forastero que debe soportar lo que ningún ser viviente no está preparado. Gabriel sabía exactamente todo a lo que el se refería, era a fin de cuentas una persona que iba más allá de lo que sus sentidos le permitían, sus ojos zafiro podían ver lo que estaba del otro lado, la muerte, la infinidad, el sufrimiento, lo desconocido...Todo ese tipo de conceptos inmateriales para el tenían rostro, pero como ya los conoce ya no puede temer, porque sabe que si uno teme a ellos entonces los está alimentando y les está dando ventaja sobre su propia voluntad.
El había mencionado que detestaba la vida en general, pero estaba equivocado si su existir era acaso en vano. Cierto podía ser que el fuera algo que no debería existir pero la naturaleza es tan generosa que le da un hogar, aunque muchos se aprovechen de estos, el había sabido escapar y ahora se encontraba en el lugar indicado. Quizás no podría ayudarlo con aquella información, ya que no conocía a ninguna de las dos personas que mencionaba, pero si podía ayudarlo con aquella capacidad psíquica que lo estaba atormentado. El monarca había llegado así a su conclusión, su mirada estaba fija en el, porque no le temía para nada a la muerte y a quien la profesa.
- El rey y yo lamentamos mucho que sea el dolor quien te traiga hasta este umbral. Ciertamente nosotros entendemos que es lo que sientes y fue muy correcta tu decisión de contarnos sin pudor tu mal. El rey ya tomó una decisión y yo no soy nadie para poder siquiera rechistar, si yo hubiese sido el rey hubiese decidido de igual manera. -La benevolente voz de hombro dejó que su rostro mostrara una pequeña sonrisa tras la muy dura historia que había tenido que escuchar. Era sincera, era bien intencionado y estaba confiado de que existía el perdón en todo su ser. El karma en ese punto lo había sabido recompensar.

- Serás siempre bienvenido a estas tierras, mi buen amigo. Tienes la libertad de habitar donde creas que sea conveniente, incluso el rey estará muy contento de que utilices todo recurso proveniente de este santuario. Es cierto que nosotros no conocemos a nadie que posea esas características, aunque no es imposible que se encuentre en Hokkan. -Con cierto tono esperanzador le mencionó a Lance para poder sonreír de manera más amplia, casi como si ahora se tratara de un amigo de toda la vida.- Y sobre el mal que llevan tus ojos...Creo que me es conveniente decir que estoy dispuesto a ayudarte en todo lo que necesites. Como te dije antes soy un psíquico, nuestras mentes van más allá del promedio y la tuya no es una excepción. No eres a la única persona que conozco con este don , aunque sí a lo largo de estos reinos eres el primer caso que llega aquí. -Su mirada se dirigió entonces hacia sus espaldas, donde algunos caminos se cruzaban con otros pasillos, sus pensamiento estaban haciendo acto de sus movimientos, lo primero que se le vino a la cabeza fue nada más y nada menos que su pequeña aprendiz. - si deseas aceptar mi ayudare prometo que aquella conexión con la muerte no te será más que una posible ventaja...Por lo que me dices apenas puedes entender esto, pero siempre tendré el tiempo para explicarte hasta el más mínimo detalle, sin embargo yo no puedo asegurar que salgas cuerdo de todo esto. -Eso era todo lo que tenía que decirle a este joven y desafortunado dragón que estaba ahora frente a el. Su mirada volvió al instante de sus palabras. Y ciertamente tenía demasiadas ganas de poder contarle todo lo que significaba eso para el, darle a entender sus creencias, la forma de adaptarse a la propia fuerza de la mente y como explotar al máximo esta nueva puerta que para el le sería indeseable , algo muy comprensivo cuando era solo dolor lo que se proyectaba a su alrededor...Pero era su destino, el era un avatar de la muerte y debía aceptar su papel en todo momento. Sabía aquel hombre que esta oportunidad no la podía desperdiciar y que el precio por esa bondad no existía en realidad...Gabriel tenía en cuenta que este ahora sería su hogar, muchos como el se refugiaban incluso en este castillo.
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Mensaje por Lance Cocteau Vie Ene 20, 2012 3:43 pm

¿Cuántos años habían pasado ya? Había perdido la cuenta exacta de la última vez que le había visto. Sus pensamientos evitaban rondar cerca de ella, solo por la angustiante sensación que lo inundaba cada vez que lo hacía. Su rostro vigente aún en su mente, el eco de su voz, que de cuando en cuando creía poder escuchar. ¿Cómo se encontraría? ¿Le extrañaría? No, no quería saberlo. Las dudas eran las peores enemigas de aquellos sin asilo ni hogar. El poder de los milagros se encontraba en algún rincón del amplio Xion, y él debía de obtenerlo para ella. La preciada inmortalidad, el escudo que la protegería de aquél horrible fantasma. Rememorar en cronología tal serie de acontecimientos le hacía replantearse su decisión. Le hacía volver a ella.

Observó detenidamente al mago, cuya expresión parecía aún más afable a la previa. Siendo él un psíquico, tal vez sus ojos zafiro le permitían visualizar nítidamente los hechos relatados. Mas no quiso siquiera preguntárselo.
Es deplorable, lo sé. – Mencionó penoso, esbozando una sonrisa lapidaria.

Era la primera vez en toda su travesía que se había vistos con la obligación de contar su historia, y aunque no se sentía cómodo, por lo caracteres de ésta, extrañamente se creía dichoso de haber obtenido una respuesta compasiva, en lugar de una mirada reacia. Era muy sensible ante cualquier gesto de rechazo, el cual instigaba a sus involuntarias profecías de muerte. Tal vez el humano en cuestión era el personaje correcto, el alma elegida para acobijar su pena.

Serás siempre bienvenido a estas tierras, mi buen amigo. Tienes la libertad de habitar donde creas que sea conveniente, incluso el rey estará muy contento de que utilices todo recurso proveniente de este santuario. – Le dijo el hechicero, para sorpresa de Lance, quien se vio cautivado por tal muestra de confianza. Estaba cegado por una luz a la que él no acostumbraba.
Se los agradezco de todo corazón, pero no es mi intención aprovecharme de ustedes. Conozco muy bien la complicada situación de su reino y lo que menos quiero es perjudicarlos. – Sentenció rápidamente el dragón, sin querer causar molestia alguna. Esperaba hacer algo por ellos si así lo requerían. Los favores gratuitos no eran su estilo ni su justicia predilecta.
Es cierto que nosotros no conocemos a nadie que posea esas características, aunque no es imposible que se encuentre en Hokkan.
Descuida. Una rigurosa búsqueda es el único destino que me queda para encontrarle... Y estoy dispuesto a aceptarlo, sin importar cuántos siglos me lleve. – Si había algo que los años conseguían desarrollar, definitivamente era la paciencia.

El hechicero retomó la conversación, con respecto a la dura maldición que le correspondía.
Y sobre el mal que llevan tus ojos...Creo que me es conveniente decir que estoy dispuesto a ayudarte en todo lo que necesites. Como te dije antes soy un psíquico, nuestras mentes van más allá del promedio y la tuya no es una excepción. No eres a la única persona que conozco con este don , aunque sí a lo largo de estos reinos eres el primer caso que llega aquí. – Las pupilas de Lance redujeron paulatinamente su tamaño, ¿insinuaba la posibilidad de solucionar a su mal? – Si deseas aceptar mi ayuda prometo que aquella conexión con la muerte no te será más que una posible ventaja... Por lo que me dices apenas puedes entender esto, pero siempre tendré el tiempo para explicarte hasta el más mínimo detalle, sin embargo yo no puedo asegurar que salgas cuerdo de todo esto.
¡Cordura es lo que más necesito! – Exclamó alterado, por primera vez en toda la conversación. Se acercó al ajeno y le tomó de los hombros con violencia. – En ocasiones, no he deseado más que la ceguera absoluta. La oscuridad eterna, el desvanecimiento de toda existencia. Quisiera prescindir de los patrones visuales reciclados en mi mente, que he atesorado a lo largo de mi no-vida, pues estos no han sido más que enlaces de muerte, óbito y perversión. Tan lenta descomposición me atormenta, me estremece. – Un poco más tranquilo, aflojó la fuerza de sus manos, hasta finalmente liberar a su interlocutor. Se alejó unos pasos, cabizbajo. No quería que aquél buen hombre resultara afectado de su enfermizo comportamiento. – Lo único que han hecho los años ha sido acidificar mi pútrida carne, amargar mi alma perpetua. ¿Crees que podré salvarla, en tal deplorable estado? ¿Merece alguien como yo una segunda oportunidad? Si es así, dime qué tengo que hacer. Ruego me disculpen. – Murmuró sombrío, al filo de la desesperación.

La vida, el tesoro más apreciado. Su placer prohibido.
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Mensaje por Gabriel Magnus Mar Feb 07, 2012 7:35 pm

El señor de la Decadencia atrapa a los mortales en la carne putrefacta, todo lo que es material deja de ser eterno para convertirse en un trato de muy poco tiempo, así era la humanidad, ellos acostumbraban a vivir en paz, sabían que en su poco tiempo de vida podían sentir absolutamente todo el universo pero el mismo ni siquiera se enteraría de que justo en estos momentos un hombre más estaba muriendo. ¿No es terrible como una persona puede tener un trato directo con un ser tan malévolo, retorcido y omnipresente? Si y lo había engañado, porque con los seres del otro lado no se puede ganar, tienen eones de maña y un simple muerte viviente escuchaba como un hombre le intentaba mostrar la forma de hacerle frente a algo tan gigantesco que ni siquiera los Dios está a salvo.

Este tipo de esperanzas son las que mueven el santuario, estas ilusiones son las que los hombres demandan para seguir vivos y ahora, que frente a mi llevo a alguien muero en vida, debo enseñarle nuevamente el significado de ser meramente mortal, la inmortalidad no es lo que él quiere, sino ya se hubiese entregado a la locura mucho antes de venir aquí, hubiese querido matarnos por diversión y en un reino donde hasta su monarca tiene miedo entonces eso sería muy fácil...O al contrario, sería una masacre que dejaría huella en las historias que se susurran en las calles de Ogirine.

Resulta que este hombre habría de estar por su cuenta en su eterna búsqueda de la tragedia, con su educación, con su humildad y con su lastima me había mencionado y dado a entender que era un viaje que solo el debía emprender, su encrucijada sería eterna y terriblemente dolorosa, sin dudas, pero esta es su vida, el Destino solo lo veía como un juguete y una herramienta que interfiere con la siempre móvil historia de esta realidad, muy distante a la que acabó de crearse instantes atrás. Lamentablemente su historia no terminaría ni empezaría de manera feliz, cuando la muerte tiene que ver con los seres vivientes entonces estos tienden a reconocer la emoción del sufrimiento y en realidad todos estamos Destinados a eso, lo observo y no puedo ver más que un espíritu resentido, ambicioso por inmortalidad y eso era lo que menos deseaba , porque la ambición no es solo un pecado , es alimento para aquel Señor del Infinito, criatura de reinos inmortales que se estaba alimentando del alma de ese muy inexperto muerto viviente. Y no, no era por mera deducción, con mis ojos podía observar como su inquietud, a pesar de su tono de voz, iba creciendo hasta que finalmente terminó por explotar cuando fue mi intención, su iniciación, lo que sus oídos captaron en medio del silencio de este santuario perlado. infinito en sabiduría y magia, todo su mundo caía cuando se acercaba, pidiendo piedad por los cultivos de su existencia.

¿Resistencia? Lo dejé ser, porque al que entra en la locura se le debe enseñar lo que es el fluir de sus sentimiento. Pero lo entendía, porque un Psíquico jamás estará del todo cuerdo. Horrores constantes se ven en los cielos y en los sueños, miles de miembros forman una danza sombría, tocan a uno y parecen violarlo. El universo material es horrible y el universo inmaterial es el espejo más perverso de ese horror ¿Pero por qué no morir de una vez? El suicida es raptado directamente por enjambres de locura, arrastrada su alma para ser devorada durante milenos, el sufrimiento proyectado en una acción siempre se convierte en un monstruo y ahora ese monstruo termina de fusionarse con uno. Eso le ocurriría a el si no dejaba su ambición, no porque fuera a cortarse el cuello, sino porque sus emociones y sus ideales harían que todo su alrededor se transformara en un infierno. Pude darme cuenta que era la cordura lo que más necesitaba. Eso le iba a dar a aquella victima de la ambición.
- La desesperación es un reflejo del alma, la cordura es la ceguera que necesitas...Y eso es lo que yo te voy a dar, Lance. - Mi respuesta estuvo cargada por una seriedad intimidatoria, mis ojos zafiro se apagaron, su brillo había dejado de ser y aquellas pupilas terminaron por desaparecer de ese tormentoso mar celestial. Mis manos se empuñaron, dejando así pasar una extraña energía blanca que parecía simular ser una corriente eléctrica que haría más denso el lugar...Ese santuario de paz ahora comenzaría a oler a sangre.- Toma tus armas, si es que acaso crees necesitarlas. Entiendo tu posición pero lo que no se con certeza es si yo estoy realmente convencido...No es por morbo ni tradición, pero yo no puedo enseñarle un conocimiento tan profundo a un ambicioso y a alguien que busca la ceguera del temor. Este es el primer paso, vas a luchar conmigo y tu única limitación va a ser tu conciencia...-

¿Si era una locura? Pro supuesto. ¿Como su perturbada consciencia podía tener una limitación? Era casi idiota, pero sin dudas era nada más y nada menos que una prueba, algo que esperaba el pudiera superar si es que apreciaba tanto su vida como la de los demás. ¿Si yo le temía? Ciertamente era al primero a quien me enfrentaba pero no por eso temía a su mensaje y a su profecía ¿Por qué de hacerlo cuando era la muerte diga una verdadera bendición? Mi postura, que dejaba mi pierna derecha en paralelo con los tobillos de mi pierna izquierda mostraba un equilibrio adecuado, una separación claramente adiestrada a la derecha indicaba que esta pierna estaría por detrás de la zurda. Mis manos empuñadas no se pusieron en guardia, no sería necesario ahora. Pero mi mirada, que estaba descubierta de mi sombrero, indicaba que no tendría siquiera una pizca de miedo...O piedad. Las energías que cargarían el ambiente comenzarían a encarnar la propia violencia aparentemente resentida de todo un pueblo, de una generación y hasta de una raza. ¿Sería entonces Lance capaz de enfrentarse a un simple psíquico, quien resultaba en realidad el propio monarca de Hokkan? No había lugar para un cobarde, no en este mundo.
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Mensaje por Lance Cocteau Jue Feb 09, 2012 1:46 pm

No deseaba más que la nublación completa, la felicidad del ignorante. Cordura, eso era.

Observó fijamente al ajeno, le escuchaba con los ojos agrietados y la sorpresa dibujada en su rostro. La imagen del hechicero había cambiado, así como la estancia en la que se encontraban. Involuntariamente recordó su encuentro con Kassandra, su doncella abandonada, cuyo desconcertante cambio también le había tenido reflexionando esos días de descanso. Fue entonces cuando creyó entender las intenciones del mago, estaba guiado por sus fuertes ideales en pos de defender lo que consideraba propio: su nación, su gente. Y si los ojos del dragón podían resultar armas útiles para su propósito, no dudaría en usarlos. De la misma manera que él le utilizaría sin pensarlo, si esto resultara beneficioso para encontrar al futuro asesino de su persona favorita.

No eran muy diferentes, después de todo. O eso era lo que Lance quería creer. Sus propósitos, si bien no eran egoístas, estaban concentrados en una sola persona, y si acabar con el resto del mundo implicaba el bienestar para ella, lo haría sin consideraciones. El mago, en cambio, justificaría sus medios con el fin de proteger a Hokkan. Pero eso también excluía al resto del mundo. Buscaban una revolución, a diferente escala, por un mundo mejor para sus respectivos seres queridos.

Los miedos de los que tanto hablaba se enfocaban en su propia perspectiva. Sí, tenía miedo. Temía a la muerte y a sus consecuencias. Pero se había enfrentado a ella numerosas veces, y solo bastaba apartarla de la luz que le quedaba. Para hacerlo, él debía luchar y convertirse en esperanza. Ambicionaba poseer el poder de los milagros, y regalarlos en una bandeja de bronce a su tan querida hada.

Sus pensamientos se desordenaron nuevamente cuando el olor a sangre invadió por completo el salón. Sus rodillas flaquearon, haciéndolo posicionar repentinamente de cuclillas. El dragón presionó sus manos contra su rostro, cubriéndose la nariz con desespero.
Este hedor en el aire... ¡No! ¡Detente! ¡No manches con sangre un lugar tan sagrado! ¡Debes valorar tus tierras, que ya han sido presas de mucho sufrimiento! – Exclamó descontrolado, con la mirada enajenada y las pupilas dilatadas. Tal como indicaba la orden de su interlocutor, tomó desde esa postura sus armas y volvió a ponerse de pie. Haciendo un pronunciado esfuerzo para poder mantener el equilibrio.

Ató la daga a su cinturón y desenvainó la espada, lanzando la funda hacia un costado. El rebote en la pared y la caída de ésta dejaron escapar unos cuantos destellos eléctricos.
No hay escape. – Murmuró, sin sorprenderse en demasía. Volvió la vista hacia su oponente, mostrando nuevamente un ademán respetuoso. – Creo saber la razón por la que quiere hacer esto. Odio la idea de pelear con alguien que me agrada, pues pienso que las batallas deben batirse hasta que uno de los dos deje de respirar. – Pausó un momento, retrocediendo unos pasos, buscando el mejor ángulo para empezar su ataque. Lucharía como humano, a no ser que la situación requiriera de su transformación. – Dudo poder vencer las visiones inteligentes y premeditadas de un psíquico, pero sería una falta de cortesía no demostrarle la fuerza de mis ideas, y si estos poderes pueden serle de ayuda. – Lo apuntó con su sable, tomando una postura defensiva. – Además... El olor a sangre me pone frenético. – Agregó impulsándose hacia adelante con la fuerza de sus piernas, empezando el ataque con la gracilidad y la destreza de un jugador de esgrima.

Y así comenzó el combate.
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Mensaje por Gabriel Magnus Vie Feb 10, 2012 3:04 am

Sus palabras invocan a la muerte ¿Pero que que muerte será realmente? El Señor de la Decadencia era tan incierto cuando lo deseaba que difícilmente podría llegar a tener alguna actitud acertada con respecto a un encuentro real entre los que eran dos desconocidos, uno quien portal a locura y el otro quien lucha contra aquella. Mis ojos, que comenzaron a emitir un brillo dentro de su propia oscuridad, reflejando así la imagen de aquel Dragón no-muerto que con una actitud reservada había comenzado su ataque de una manera entre prudente y a su vez arriesgada. Prudente porque no se había arrimado al extremo de querer hacer contacto directo, reservado en ese estilo, no era para nada malo tomar una actitud cuidadosa al enfrentar a un enemigo, sea cual sea mientras jamás se hayan conocido. Pero era arriesgado porque con esto estaba desvelando dos cosas, su naturaleza con las manos y con sus pensamientos. Era claro que no podía esperar menos de alguien que estuviera atormentado por las garras de la muerte...Pero entendió a la perfección que no era la sanidad lo que jugaba a su favor, cosa que demostró muy bien cuando el aire de este sagrado castillo comenzó a cambiar...Con eso me había percatado de que su don no era exactamente una habilidad sino más bien la peor de las maldiciones. Si hubiese sido un enemigo me hubiese encargado de utilizar ese factor en contra, pero no, no era mi intención luchar de esa forma tan real con él.

Mi mirada, otra cosa que pudo detectar, fue el rápido cambio de guardias que el ajeno había hecho. Primeramente de manera defensiva, para luego lanzarse de una manera ofensiva contra un objetivo que extrañamente tenía la guardia baja. ¿Como pude reaccionar? Cuando pareció despegar sus pies del suelo para arrimarse hubiese utilizado la energía que corría por mis venas, proyectando esta en su forma habitual y pura, impactando sobre el sin mucha piedad, pero no, decidí dejar que fuera su impulso el que ganara por maña más que fuerza. Mencionar la sangre en batalla era que inevitablemente terminara por fruncir más mi ceño, esa era una de las cosas que debía observar luego de terminar el combate. Primeramente debía proyectar mi respuesta a través de las herramientas que tenía conmigo. La primera era la energía que como en un circuito había comenzado a fluir ¿Como darse cuenta? Aquellos guantes, que tenían incrustado en el centro de su dorso una hermosa perla que comenzaría a brillar con fuerza, desprendiendo así también un leve zumbido que era la alerta máxima para mis sentidos. Si no reaccionaba lo tendría lo suficientemente cerca y la idea de mi segundo paso no era esa.

Cuando finalmente mis guantes reaccionaron entonces con fluidez dejé que aquel cilindro reposara sobre mi zurda, liberándose así de una manera tan abrupta que fue imposible evitar que una gran cantidad de energía psíquica, proyectándose como densos rayos a mi alrededor y especialmente sobre el filo del arma, saliera disparada. Luego de un tiempo había sido obligado a utilizar mi arma , la que tanta sangre había podido derramar en el pasado y lo haría seguramente en el futuro. Pero fue así, y cuando eso sucedió mis piernas tuvieron que separarse y flexionarse para poder tomar la guardia de un verdadero guerrero que impone la distancia y deja acorralada a la siempre clásica espada. Dicha guardia tenía la muy clara intención de detener su avance, si es que acaso no quería llevarse por delante, para no mencionar que podía quedar encartado por el agudo y a su vez extraño filo aparentemente plateado y muy brillante de esa arma de aura propia.
La mano izquierda siempre adelantada sobre su gran cuerpo de la derecha, su filo siempre hacia arriba, dando la posibilidad de que ante el más mínimo error pudiera arrancarle el cuello, aunque no necesariamente debía estar este de manera estacionario.
Aquella alabarda era especial, ya que en ves de ser una posible fusión de lanza, hacha y peto con forma de arco esta era una cuchilla muy afilada que destellaba constantemente energía, compartiendo la misma con un aura visible y blanca que se formó alrededor de mi silueta. ¿Pero que importancia podía tener si no había ofensiva? La hubo, pero esto no fue más que una sutil advertencia.

Al clavarme en aquella posición debía de entender aquel "muchacho" que lo había rodeado. Avanzar significaba perder y buscar los flacos significaba encontrar la muerte. Pero hablando del propio frente, ante su "carga" mi reacción fue imponer la punta de la cuchilla contra su pecho, siendo un error intentar atacar como lo había planeado. A su vez, para impedir su movimiento el propio filo de la alabarda proyectó una muy ruidosa energía psíquica que impactaría contra los suelos trasparentes del palacio, en posición de sus pies, logrando así que esa blanca "bruma eléctrica" hiciera añicos las próximas baldosas que el debería pisar para acercarse, o por lo menos si pensaba dar un paso más.
Así, con la propia seriedad de alguien sin alma respondería finalmente a sus palabras, las últimas específicamente.
- Y ese frenesí pudo ser lo último que sintieras en este plano... -No era realmente sutil pero aquella advertencia tendría que durar hasta que yo no pueda contener más aliento.

Ese había sido mi movimiento, más ahora quedaba pensar en como respondería aquel muerto viviente
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Mensaje por Lance Cocteau Miér Mar 07, 2012 1:53 am

Las ligeras piernas del dragón aceleraban a una velocidad admirable, y al mismo tiempo, descuidada. Detectó el destello en las manos ajenas a plena carrera, y efectivamente, se trataba de un ataque ofensivo de peligrosa magnitud, por el cual se vio obligado a frenar. El arma portada por el hechicero era muy similar a muchas que había visto en otras ocasiones, pero había algo que difería de todas ellas. Algo sustancial. Se olía en el aire.

El poder de aquella misteriosa alabarda se impactó contra las baldosas próximas a él. Lance dio un paso atrás, cuestionándose de pronto qué era lo que su anfitrión quería comprobar.

Y ese frenesí pudo ser lo último que sintieras en este plano... – ¿Una provocación? Aunque lo pareciera, el tono empleado distaba mucho de serlo.

Ciertamente. No soy una bestia. Pensó, sin querer verbalizar.
Apuntaste al corazón como si realmente tuviese uno. Hieres mis sentimientos. – Ironizó, antes de formular el nuevo ataque.

Acabar con un muerto viviente no era tarea fácil. Los siglos bien llevados del dragón eran la prueba más evidente. Los puntos más certeros podrían estar errados, las debilidades podían estar situadas en otras zonas. Aún así, Lance no podía descuidarse. El adversario que tenía en frente era diferente a muchos otros; el control de la mente y la materialización de objetos y/o energía inexistente era algo desconocido para él. Confiarse estaba terminantemente prohibido.

Lance retiró la chaqueta de sus hombros, lanzándola lejos, mas no tuvo tiempo de hacer lo propio con la camisa que llevaba abajo, pues esta empezó a rasgarse sin más con la fuerza de los omóplatos del dragón, cuyas esqueléticas alas empezaban a emerger de su espalda. Asemejándose a un auténtico demonio, la criatura en estado mitad-hombre y mitad-dracolich se elevó armado por la estancia, moviéndose rápidamente de un lado a otro, dando vueltas cerca del techo, adaptándose al misterioso aire que le permitía volar.

Se aventuró a atacar rápidamente por los aires, con el sable puesto en punta, queriendo comprobar qué clase de arma llevaba consigo su adversario.

Su ataque tenía un destino y una motivación, pero no una razón suficiente. ¿Qué sentido tiene esta afrenta? La pregunta susurró en su mente, inquietándolo. Si había un buen motivo para permanecer en su figura humana era el de no hacer daño, al menos no en sus cabales ni sin un fin establecido. Si la muerte podía cegarlo al transformarse, ¿sería capaz de manchar esa blanca baldosa con sangre? ¿Pisotear los esfuerzos de una raza reprimida? No, pero tampoco creía poder ganar de esa forma.
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Mensaje por Gabriel Magnus Mar Mar 13, 2012 1:16 am

-Al menos aun queda algo de ironía sobre tu cuerpo.- Porque era obvio de que a pesar de que el no-muerto se jactaba de su vida solo era un errático caminar sobre este mundo, sin propósito alguno mas que el que se había puesto, algo me llevaba a pensar, que su vana existencia por sobre la tierra podría ser de algún modo mas que benéfica. Proteger a un amor pasado, o de algún modo lo vi así. ¿Resguardar la luz que aquella nombrada hada podría otorgar? Que otro sentimiento más que profundo, verdadero y absoluto amor podía ser. Porque aunque nocivo en su exceso, el amor suele engañar a los más débiles de mente, e inclusos darle divinidad a los seres más pecaminosos que podría haber. El amor era aquel elemento que todo lo malo borraba, o al menos nos hacia ignorar su existencia. Lance negaba su alma y su sentir, los registros de su especie lo podían hacer también, hasta yo mismo aun dudaba de que realmente fuera como la mejor de mis intenciones podrían así quererlo. Pero semejante cruzada por algo tan banal como lo es un ser, una vida que algún día, condenada a terminarse estaba, lo elevaban lo suficiente como para no terminar de considerarlo, en lo que en definitiva era, un monstruo.

De una buena vez la batalla había comenzado. La ofensiva de finalmente se iniciaba en la criatura que se había puesto, por azares del destino ante mi presencia, se mostraría en todo el esplendor de su verdadera naturaleza. O eso era lo que en un momento llegue a pensar, para solo observar como arrojaba su chaqueta y rasgando como si fuera tan solo papel, su camisa daba paso a dos grandes y cadavéricas alas. El dracolinch se manifestaba parcialmente ante mis ojos, que hasta ese momento, y a pesar de la casi eternidad que mi alma llevaba a cuestas sobre este universo, jamás pude observar. Parecía un mismísimo avatar del Dios de la Decadencia. La muerte era quien le permitía volar con aquellas alas que en algún momento corrían sangre, y no ese olor de podredumbre que el desprendía. Su misma transformación corrompía a la pureza y la luz celestial que el Castillo de Origine en su edificación mostraba. Había tenido razón al decir que su presencia en este lugar solo arruinaría la pureza innegable que sobre el Origine había mandado a recrear. Pero, el simple hecho de crear esa pureza, la volvía falsa, artificial. No habría pesar en mi corazón si ese escenario resultaba una victima mas de la batalla, espera también fuera la única victima en ese momento y en ese lugar. Si, batallaría con Lance hasta que, como había advertido, la consciencia fuera su límite. Morir no estaba entre mis intenciones, y ni de la irónica vida de quien tenía en frente, pero si estaba entre mis planes el saber que tan fuerte era a quien delante de mí estaba. La ayuda que podría otorgarle, solo era digna de alguien fuerte, que pudiera mantenerse al menos durante el periodo que mi prueba duraría. De ser alguien débil, muchas vueltas al asunto no debían darle. Dejarlo libre y que siguiera su destino como pudiera, porque de ser alguien frágil, la asistencia que yo podría ser capaz de brindarle, solo serian un veneno mas, un veneno tan fatal que todo lo que el poseía, aun muerto, terminaría de marchitarse en aquel cuerpo que seguía andando a pesar de que el destino en un momento supo decir que no podía continuar.

Ahora finalmente venia por mi, cual parca, desenfundando su espada, dándome a entender que tomaría en serio lo que a continuación estaríamos por empezar. Era casi un ángel del fin quien se me presentaba, pero no era de algo que me habría hacer retroceder. Mi vida estaba llena de desafíos aun mas grandes de quien con velocidad se me encimaba y justamente dando pasos hacia atrás no había sido el modo en que había sabido vencerlos. La paciencia era la hermana del éxito, y saber esperar el momento indicado para moverse la clave de la victoria al momento de la batalla. Porque en un combate no lo era todo la fuerza bruta y el poder desmedido de manera deforme. La táctica era la clave, porque a pesar de contar con todo lo demás, la criatura mas pequeña podría derrotar a la bestia mas inmensa, valiéndose de algo que muchos podrían anhelar pero pocos cosechar, y eso era nada mas que la perspicacia.

Mi mirada azul, gélida ya estaba calculando las milésimas de segundo que mis piernas se mantendrían estáticas esperando el momento idóneo para hacer mi jugada. Si esta resultaba, la batalla se reduciría a mismas condiciones aunque claro. ¿Quién esta sobre ventaja sobre quien en ese instante? Fue en ese momento en el que el filo de la mismísima espada estaba a punto de deslizarse sobre mi humanidad, a escasos metro y medio cuando finalmente comande a mis extremidades a moverse. Un paso audaz, grácil pero efectivo. A un lado de la bestia, o al menos esa criatura que luchaba aun para rescatar algún rastro de humanidad que sobre su caminar llevaba como cruzada. La ofensiva ahora por mi lado comenzaría, y seria ver que haría Lance al verse sin sus alas. Era cruel de mi parte desgarrar las alas de un ser alado, pero sus alas no me podían recordar mas que las de un demonio mensajero de guerra y decadencia en su totalidad. Permitirle volar en batalla, mas en batalla conmigo seria una metáfora que en lo mas subconsciente de mi ser afectarían, llegando a sobrepasar los mismos limites que yo había impuesto antes de comer de todo.

Concentrando ahora toda mi energía psíquica, las gemas que en mi Perfecta Triada portaban empezaban a brillar, produciendo una luz azulina pero pura y llena de calidez, calidez que pronto se convertirían en el fuego más increíble que podría ver. O al menos no el fuego tal como la mayoría de los mortales podría conocer, la energía misma del mismo, su ímpetu capaz, el dolor de tocarlo directamente y el impacto que se tenía contra la piel. Era el momento que esperaba, la corta distancia y la capacidad de proyectarse a velocidades increíbles eran suficiente a mí pensar para que finalmente en el blanco diera. Dirigiendo con mis manos, tal rayo destructor y resplandeciente en la tormenta mas brutal que los cielos de Xion hubieran visto, mi energía psíquica se encamino hacia el costado de Lance, y mas exactamente, hacia donde unión se hacia de sus alas y su espalda. De ser efectivo el impacto, el dracolinch seguramente no podría más que reconocer su calidad de ser viviente, muerto en un pasado, pero vivo ahora. El dolor siempre era el mismo, por mas podrida que se este la carne, mientras uno pueda seguir respirando.
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Mensaje por Lance Cocteau Sáb Mar 17, 2012 11:07 pm

El ataque aéreo pensaba ser efectuado en un sentido lateral, de modo que el hechicero se vería obligado a adoptar una postura ofensiva que Lance aprovecharía para saltarle encima con su daga siempre bien escondida, y así herir su vista. Como el psíquico que era, gran parte de la manipulación de sus ataques debían de beneficiarse por sus ojos. Sin embargo, era una simple teoría. Aún no descartaba la posibilidad de que su adversario pudiese colarse en su cabeza y adivinar sus movimientos, pero hasta el momento no parecía estar haciendo uso de esa habilidad. Si el rey puede acceder a su mente, no puedo solo descartar la idea de que él también pueda hacer lo mismo con la mía. Había pensado el dragón, a previos segundos de abalanzarse sobre su contrincante. Si los descubrimientos se hallaban en el riesgo, debía tomarlo. El combate en sí era una apuesta arriesgada, el precio a ciertas respuestas, quizás.

Muy a su pesar, cuando el impulso ya había sido tomado y a escasos metros del ajeno, sus ojos detectaron el resplandor característico del fuego ardiente. Un ataque rápido y bien contundente de poder psíquico, caliente y letal, cuyo simple roce podía despertar horribles sensaciones en el umbral del dolor de las pieles más débiles. En una milésima de segundos, el dragón dedujo que aquella recepción estaba destinada al sable y no dudó en detener su ataque, aún manteniendo el arma a centímetros del abdomen de su oponente... Cuando dejó escapar de su boca un alarido desgarrador.

La dirección del ataque psíquico había bordeado su cuerpo hasta aterrizar en los omóplatos, punto certero de dónde nacían sus alas. El peso del cuerpo de Lance se desplomó sobre su adversario. Sintió la sangre propia deslizarse en la línea que dibujaba su espalda, dolor que lo llevó gustosamente a los límites más lastimeros de la desesperación, donde el monstruo despertaba ya sin consciencia ni propiedad de sí mismo. El recuerdo de su muerte original le atormentaba en una serie de recuerdos, y entonces él renacería, sin principios y con un abrumador aferro a la vida. ¿Morir? No, él no iba a morir. No de nuevo.

Su diestra volvía a empuñar fuertemente la espada, deslizando sin ningún reparo su hoja en el abdomen del hechicero, oliendo cómo la sangre empezaba a gorgotear. Paralelamente, su izquierda se hacía de la mano ajena, apartándola rápidamente de sus ya heridas alas, cuya fractura le significaba una considerable desventaja. No solo ya no podía volar, sino que estaba siendo controlado plenamente por sus instintos bestiales. Con las pupilas encendidas, sujetó el brazo en llamas con una fuerza estremecedora, aún cuando eso significaba quemarse la palma de la mano, alzó el sable por los aires y privó al hechicero del codo diestro. La extremidad dejó de emitir poder nada más se desligó de su dueño.

El dracolich se apartó, tambaleándose de dolor, lanzando el pedazo de brazo hacia un lado, el cual chocó contra la pared de la estancia y rebotó hacia el suelo, manchando sus blancas baldosas con sangre. Lance observó cómo lentamente éste era envuelto de un cálido resplandor azulino, ¿para volver con su dueño tal vez? Era posible. Clavó su mirada enajenada a su oponente, debía acabar con eso antes de que se regenerara.

Resuelto, caminó nuevamente hacia él, tomando la espada con ambas manos. Su hoja se había oxidado con solo tocar el fuego azulado proveniente del miembro extraído, sin embargo no dio reparo en el asunto. Tomó un impulso y se dirigió nuevamente hacia su oponente, mas se desplomó a pocos centímetros de él, con la melena revuelta y la espalda hirviendo.

No estaba inconsciente, pero si aturdido del dolor.
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Mensaje por Gabriel Magnus Miér Mar 21, 2012 9:20 pm

El ataque había sido efectivo, tal como yo lo planee. La paciencia, el esperar el momento indicado para atacar, y el saber que logre dar en el blanco según como mi estrategia se había maquinado, logro arrancarme una ligera sonrisa de satisfacción. Las alas del dracolinch eran ya historia, algo por lo cual no me debería de preocupar más en el combate. Aunque ciertamente no contaba conque este terminara estrellándose contra mí. En un intento de mantenerme firme, y no dejarme aplastar por su cuerpo que se precipitaba contra el mío, me mantuve duro, cual montaña que se asoma ruda e inamovible aun contra la peor de las tormentas. Lo sostuve entonces, por los hombros pero sin pensar demasiado más allá de no caer en el piso. Mi primer gran error, y aun no sabría decir como pude haberlo permitido. Quizás el haber pensado que realmente seria un combate “amistoso” me había hecho bajar la guardia de una manera demasiado estúpida. También podría considerar que mi primer movimiento se logro propasar de violencia, pero no era momento de arrepentirse. Lo hecho, hecho estaba y entre mis habilidades aun no estaba la posibilidad de viajar al pasado. De ser así, lo más probable es que hoy no estaría donde me encontraba. A lo mejor mi vida hubiera tomado un rumbo distinto, alejado de batallas y preocupaciones ajenas, de Hokkan; en algún prado de pasto amarillento alto, sentado bajo un árbol mirando a un cielo azul despejado, sin ninguna nube que prestara a distracciones de aquel azul infinito, con un pajarillo que me hiciera una compañía silenciosa. Pero lamentablemente no era momento de arrepentimientos, mucho menos de pensar en todo lo que me gustaría y aun no es.

Un dolor punzante se adentro por todas mis entrañas haciendo que mi boca se abriera escupiendo un gemido de dolor. Buscando con mi mirada, halle a la de Lance, diferente a como en un comienzo se me había presentado. Sus ojos demostraban como a pesar de lo refinado de sus palabras y su noble proeza, aun era una bestia que reaccionaba con la fama que se había ganado su especie en el mundo, como los monstruos mas despiadados y corruptos que sobre la tierra se movían. Sentía como mi sangre brotaba, calida, pero poco a poco casi hirviendo. La herida era terrible, pero en mi trayectoria de guerrero había sufrido similares. Aunque no estaba seguro si encontraría posibilidad de repuntar en este combate teniendo ya a la bestia encima de mí. Mi mirada se nublaba de a poco, intentando defenderme como pudiera, de algún modo alejarlo de mí. Intentando dejar de lado al dolor, concentre nuevamente para generar mi poder psíquico y así neutralizarlo de una vez por todas. Mi segundo error, pretender que no aprovecharía la corta distancia en su estado mas claro de demencia y salvajismo animal. Fueron tan solo milésimas, que sin embargo ante mi pasaron como horas eternas, en donde observe como en un frenesí de sangre levantaba su sable y tomaba mi brazo, sin importar que se quemara con la flama azul de mi energía psíquica y se disponía a cortar. -¡No mierda, no lo hagas hijo de puta!- Grite, desde lo mas profundo de mi, casi desgarrando mis cuerdas vocales por la intensidad con la que hable. Pero mi grito no disipo la sed de sangre, terminándome de cortar mi brazo. ¡Había cortado mi brazo, el fin estaba ya decretado! ¡Los guantes jamás debían separarse de mi cuerpo, por ningún motivo! Vi entonces, así desplomándome de una vez por todas en el piso como mi miembro era arrojado lejos de mi, manchando todo el inmaculado piso de origine con mi sangre, a pesar de que la energía psíquica seguía fluyendo. Mi rostro se deformaba en la mas terrible desesperación, haciendo que mis pupilas de dilataran. Mi corazón latía rápido, no podía esperarse menos. La desesperación y la adrenalina hacían lo suyo, desparramando mi sangre por todo el lugar. Pensé de manera fugaz que seria yo el primero en perder el conocimiento cuando oí un ruido seco golpear. Intente levantar la cabeza, con esfuerzo sobrehumano, observando como Lance yacía en el piso. ¿Estaría inconciente? Esperaba que si, porque mi consciencia no duraría más, y al menos quería llevarme de tan sanguinaria batalla, la victoria. Aunque quizás había perdido todo. Mi fin empezaba casi a vislumbrarse cuando note el humo saliendo de mi extremidad perdida, pero algo me llamo particularmente la atención. Un aura liliácea empezaba a envolverla, trayéndola hacia mí. ¿Qué clase de magia era aquella? Se podía visualizar pura, pero no era acción mía. La trajo hasta a mi, juntándola con el resto de mi humanidad. Todo se volvía a nublar en mi mente, mientras un calor inexplicable envolvía a mi articulación cortada. No sabía bien que sucedía, pero sentía que de algún modo mis fibras se estiraban, provocándome un dolor aun más desgarrador de lo que pude imaginarme. ¿Por qué sucedía esto? Ya una vez dejando de gritar, en el silencio más agónico de mi vida, una pequeña imagen se cruzo por mi mente. Si, no habría explicación a esto que sucedía si no fuera por aquella persona. Aun estaba consciente, inclusive de manera lejana, pero podía sentir de nuevo mis dedos. Mi brazo milagrosamente estaba unido de nuevo conmigo. Sonreí, por lo bajo, en una burla a todo lo que sucedió. De algún modo sentía que había burlado al Señor de la Decadencia. Y que a final de cuentas, Lance había demostrado ser lo suficientemente fuerte. ¿Quién antes logro hacerme semejante perjuicio a mi persona?

-Felicidades…- Logre murmurar, antes que toda la ilusión en que la sala del castillo se había mantenido, ese artificial olor a sangre fuera reemplaza por la verdadera, la que allí mismo se derramaba. Muchos asistentes entraron de inmediato, llevándome a mi primero, y seguramente luego a el. Debíamos cerrar aun tratos, y si es que aun le interesaba a el. Pero mas tarde, pues de hablarlo en ese momento, no habría seguramente mañana en el pudiéramos articular nuevamente una palabra.
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Mensaje por Lance Cocteau Sáb Mar 24, 2012 8:26 pm

Imaginaba que apenas el dolor empezara a disiparse, asimismo lo haría su consciencia. No moriría por una herida así, a lo largo de los años había recibido golpes de igual o mayor magnitud, y el resultado siempre era el mismo... Su piel fragmentada o los huesos quebrados, por más aguda que fuese la dolencia era experimentada al extremo, pero jamás moría. A fin de cuentas, era un muerto viviente, no había alma ni vida que arrebatar. Y aún cuando esto significaba un alivio para él, también era un castigo, una tortura prolongada.

Sus alas huesudas colgaban inertes de su espalda ensangrentada, seguramente aún sujetas por endebles muñones de hueso y piel. No las sentía, esa zona parecía adormecida. Tampoco podía percibir a su atacante, aquél personaje que había sido borrado completamente de su mente: el amable hechicero que tan buen trato le daba ahora no era más que una sombra inteligible de algún enemigo azaroso que el destino le había puesto en frente, cuya existencia debía desaparecer antes de que él le arrebatara los vestigios de la suya.

Intentó levantarse con tal agresión que su boca empezó a salivar, pero solo consiguió que la fuerza invertida dañara aún más la herida en sus omóplatos. El olor a sangre impregnada en su piel lo ponía enfermo. Deseaba salir de allí en cuanto la oportunidad se presentara. Pero ¿cómo? No podía moverse. La posibilidad de perderse en ese lugar sin cumplir su cometido y a la merced de su rival lo aterraba.

La incoherencia y el sopor empezaban a apoderarse de sus pensamientos, las imágenes frente a él se distorsionaban al punto de siquiera distinguir los colores... Pero las pupilas permanecían dilatadas y los ojos muy abiertos.

De pronto, Lance escasamente pudo notar cómo su cuerpo era rodeado por un aura violácea que unía los tejidos de sus heridas, sanándolo con una impresionante eficacia, como si de un hechizo mágico se tratara. El suplicio y el ardor que le proporcionaban sus heridas al cerrarse con tal lentitud lo estremecía, creyó que se desmayaría en cualquier momento.

Y así lo hizo, segundos después de que sus huesos se acomodaran con fiereza para encajar unos con otros y volvieran a unirse. Un grupo de desconocidos hicieran presencia en el lugar, acercándose a su posición y cargándolo sobre algo que parecía una camilla para transportarlo. Pese a su desvanecimiento, el dragón no parpadeó en ni un solo momento... Permaneció con la mirada expectante pero nublada, con la determinación de vivir hirviéndole en la sangre.
Lance Cocteau
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El castillo que está fundido con las estrellas. Empty Re: El castillo que está fundido con las estrellas.

Mensaje por Twilight Sparkle Dom Mar 25, 2012 4:13 pm

EPILOGO.


Aquel día había sido algo particular para la joven Twilight Sparkle, aunque su inicio fácilmente se podría haber camuflado como el de cualquier otro. Desde temprano, en la biblioteca, estudiando para perfeccionarse en su magia. Estudiar, practicar, almorzar, descansar (lo que en su mundo era leer mas) y finalmente, encontrarse con su idolatrado Maestro para practicar su poder psíquico. Era casi todos los días, lo mismo, pero a pesar de la monotonía de las circunstancias, ella lo disfrutaba. Cada día que pasaba, era un día que mejoraba algo, o eso quería creer al menos.

Aunque claro, siempre llega la ocasión que es la excepción. Ese día había sido llamada de la biblioteca por uno de los tantísimos asistentes del Rey. ¿El mensaje que se le había mandado? Posponer sus estudios y esperar en uno de los palcos escondidos en el gran salón del castillo Origine. Algo que sinceramente la había dejado un poco confundida. ¿Por qué allí? ¿Con que propósito? Pero como quien le entro el mensaje era solo eso, un simple mensajero, no podía pedir mas razones del porque de esa orden. Así que sin perder un segundo más, se encamino al Salón Principal. Entre pasillos interminables y un libro bajo el brazo, camino mientras divaga razones para esa junta especial.

Una vez que llego, no había nadie en el salón ni en el resto de los palcos. Solo un guardia que le hacia compañía en la entrada del palco, pero no era que fueran a tener una gran conversación. Un saludo, otro de nuevo, y la formalidad de esperar a ver que sucedía. Transcurrieron varios minutos en un silencio sepulcral, solo ambientados por los leves suspiros de la joven unicornia mientras la espera se hacia larga.

Pero, tanta paciencia había tenido finalmente su recompensa. ¿Quiénes acababan de entrar? Se hacia presente su inmaculado Maestro, junto a un joven de cabellera larga verde. No era una experta, pero su aura se veía corrupta. ¿Qué hacia tan particular personaje en ese lugar? Un mal presentimiento se despertó en lo más profundo de ella, visualizándolo en sus grandes ojos. El joven no era lo que le daba mala espina, sino hacia donde el dialogo se encaminaba entre ambos. Un pasado triste, traumático, un amor abandonado pero que aun permanecía, una maldición sobre su ser…. ¿Podía ser alguien tan… miserable? Era un calificativo horrible, pero ella tenia que admitir que su vida siempre había sido demasiado afortunada. Los de alguno, como al que observaba, no…

Fue así, como sin demasiados pasajes, una batalla frenética comenzó. Twilight llevo su mano a su pecho, mientras intentaba que su libro no se cayera debajo de su brazo. Temía por ambos, pero más por su maestro que nada. No dudaba de la experiencia y la habilidad propia de un genio por la cual era conocido Sir Aaron, pero aun así… No toleraba sentir demasiado la posibilidad de que el saliera herido. Pero aparentemente esas cosas no se pueden evitar en la guerra. Ella era un soldado, debería acostumbrarse, debería ser más acertiva, e inclusive violenta. Aunque no estaba preparada bajo ningún modo, el observar lo que pronto acontecería.

Ver como Gabriel ejecutaba directamente hacia las alas de aquel dracolinch, bestias entre bestias, y como este respondía tal cual. Ver como hería a su maestro en su estomago hizo que sus pupilar se dilataran con horror, pero cayo arrodillada al punto de desmayarse cuando presencio como, Lance quien se hacia llamar, cortaba el brazo de Magnus. ¡Como es que había tenido tal atrevimiento! ¡Era total y definitivamente una gran falta de respeto el hacer un movimiento tan sucio y de esa altura al gran Rey de Hokkan!
Intentando componerse aun de aquella baja de presión por lo presenciado, tomo fuerzas para gritarle al guardia y decir que mandara ayuda medica. No era algo frecuente que Twilight fuera así, o que se tomara ciertos atrevimientos, pero muchos le guardaban más respeto que un soldado común por su condición de pupila del Rey. Tomando fuerzas así, de donde no tenia, logro pararse. Si no actuaba, algo malo sucedería. Su magia debía demostrar en ese momento todo lo que había avanzado. Perdiendo parte de su transformación como humana, y liberando a su cuerno mágico comenzó a concentrar su magia.

El brazo de su maestro se vería envuelto así en un aura violácea, llevándolo a su dueño. Cerró los ojos, visualizando en su mente la energía suficiente para que su magia pudiera reparar las celular, músculos y tendones que habían sido cortados. El dolor de su maestro era evidente entre las paredes y los gritos que se oían, pero no podía reparar en ello. Era más importante que no perdiera su brazo aunque tuviera que pasar por la peor de las agonías. Ya no más, suficiente, su interior se lo decía. El hechizo estaba terminado. Respiro con fuerza, con dificultad inclusive. Ahora debía de salvar al dracolinch, o sus alas al menos. Cerrando sus ojos y concentrándose de nuevo, mientras tenia la tranquilidad de que a Gabriel se lo llevaban ya paramédicos, comenzó con el joven peliverde. Su aura mágica lo envolvió, repitiendo el procedimiento anterior. Músculos, tendones, y no sabia si huesos, empezaban a ser unidos de nuevo. Los gruñidos del dragón llegaban hasta a ella, no la atemorizaban, pero la ponían nerviosa. Debía ser rápida, tolerar sus limites e inclusive llevarlos mas allá. Finalmente su corazón indicio que todo había terminado, o que hasta donde llego era lo posible para ella. Logro ver, agarrada de la pared del palco como ambos eran retirados….

¿Quería acaso su maestro asegurarse de que ningún inconveniente, como el que acababa de suceder, se evitara con su presencia? Muchas responsabilidades, mucho honor el de pensar en ella para respaldar aquella situación critica. Twilight estaba cansada, y no sabia si sentirse bien por haber ayudado. Temía en realidad, de no haber estado a la altura de las circunstancias.

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