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- Primer Encuentro (Gabriel)

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Mensaje por Alistair Mar Ene 17, 2012 4:01 pm

El sonido del viento era sublime por las mañanas. Acarreaba, no solamente una paz inmesurable, sino que consigo viajaba la vida en Ogirine, regalándola a los oídos en cada murmullo, cada carreta, cada ventana abriéndose... pero esa mañana solamente una ligera llovizna sacudía los banderines que daban la bienvenida al nuevo monarca, creando el único sonido palpable en un buen radio a la redonda.

Una figura atestiguaba de manera silente e inerte la gloria desecrada de la Catedral, que alguna vez renovó las esperanzas desgarradas de tantos fieles, segundo hogar para muchos... incluyéndole. Su capa húmeda ondeaba con pesadez y el agua le escurría por entre los cabellos, aunque no contribuía esto a su agobio, de hecho ese incesante tintineo helado parecía revitalizarle un tanto.

Alistair. Un hombre agobiado la pena, pese a su juventud y a ese aparente dejo de jovialidad que normalmente irradia, ahora, de temple sombrío.

Pronto los habitantes sabrían lo que imponía la palabra de su nuevo rey y recordarían su lugar, sin opción a elegir. Aunque Gabriel se negaba como monarca, había acatado el mandato mejor que ninguno antes.

- Mjá... -

Alzó los hombros desganado ante la ironía del momento mientras el sarcasmo le pasaba por la mente y una sonrisa curvó sus labios por breves instantes, que pasaron tan rápido como dos micras de segundo. Se encontró a sí mismo de vuelta en aquélla sala repleta de hombres ilustres con el nuevo monarca como el centro de todo, recordaba cada sentencia, cada palabra elegida como si su vida dependiera de ello, algo que no era el caso, pero si el del reino: su sanidad dependía por completo de Sir Aaron, ese hombre extraño que vino mucho tiempo después del Rey Desertor...

Gabriel Magnus escribió:Nuestro Reino, seguramente ustedes habrán visto más monarcas que yo en mi vida, habrán escuchado ordenes estúpidas y ordenes brillantes, decisiones fundamentales para contribuir al presente. Conozco de antemano que el ahora es duro, que el resto de los mundos, ya que son ajenos a nosotros, simplemente parecen vernos como alimento. Pero ya no más, mi deber es claro y mis decisiones serán manifestadas en carne y hueso.

Mi primera orden será muy sencilla, buenos hombres. Las estrellas se apagarán por unos segundos, los Dioses nos verán desde un ventanal y las nubes no llegarán a rozar nuestras mentes. De ahora en más, desde este mismo segundo, las barreras mágicas que protegen a todo nuestro territorio volverán a levantarse. Ningún horror del exterior invadirá nuestro pueblo, nada que provenga de otros lugares podrá pasar sin la más explicita autorización. Toda la ciudad de Ogirine quedará cubierta en un manto celestial, nuestros campos y praderas serán influenciadas y reconocidas como las fronteras...

Mi siguiente orden se traslada a nosotros mismo, habrá claramente una limpieza de personal, cosa que no les afectará a ustedes, ya que entre los más puros fueron selectos. Los pasillos reales están invadidos de oscuridad, este castillo dejará de ser tal para convertirse en un templo de iluminación. Todos aquellos que no posean la virtud de la magia o estén demasiado contaminados por esta o por sus vagos instintos no estarán más aquí. Este lugar será invadido completamente por la magia, serán familiares los que harán los trabajos más simples, serán vuestros intelectos los que lleven este lugar adelante. De ahora en más yo me encargaré personalmente de ver quien convive conmigo. Debo anticipar su bienvenida al nuevo reinado de Hokkan entonces, mis queridos hombres y ahora hermanos. Ya no deben ocultar su posición como hechiceros y verse mal trechos por que la sangre corra por sus venas, este ahora es su templo de meditación.

De ahora en más nuestras creencias cambiarán. No serán falsas y peligrosas deidades las que serán dueñas de sus Destinos, sino que será las de ustedes mismos y este nuevo mandato. ¡No existen Dioses! ¡No existen inmortales o santos que venerar! La magia es muy traicionera y no perdonará la aparición de monstruos ajenos a la humanidad, por gloria a nuestra raza, a la humanidad, nuestra fe recaerá sobre ustedes mismos y sus ideales que con gusto ayudaré a aclarar. No me inclinaré como su pastor, pero saben que estaré disponible si necesitan de mi consejo.

La perpetua sonrisa de Alistar se desvaneció tan pronto como el eco de la voz imperante del rey dejó de resonar entre las paredes, su semblante conoció ese día la sombra del desconcierto... disimuló, bajando la cabeza y ocultando su mentón por entre la diestra. La repentina servilidad - si es que era honesta - del rey al ofrecerse como un "simple consejero", no disfrazaba el hecho de que acababa de declararle la guerra a la iglesia. No solamente se veneraba a los dioses a lo ancho y largo de Hokkan, sino que su antigüedad radicaba en el origen del tiempo mismo ¿ahora quería eliminar un sistema de creencias tan añejo con una simple orden? No tenía tanto poder, un monarca puede dominar tu tierra, pero no tu voluntad. Obviamente los hipócritas ocultarían sus emblemas al paso de Gabriel, más sin embargo ¿dejarían de orar en el calor de sus hogares? ¿por arte de "magia" dejarían de creer en lo que valoran desde el nacimiento? El idealismo del rey hubiese sido inspirador de no haberlo arruinado todo con su arrogancia y aunque Alistair comprendía la urgencia de Sir Aaron por reestablecer el orden en Hokkan, sabía que ocultaba muchos motivos por los cuales desdeñaba la religión... algo muy curioso, siendo que la magia era una doctrina misma, con distintos componentes, pero un mismo resultado al final.

Gabriel Magnus escribió:- Mi última ley será la más peligrosa de todas...Y se que será un cambio duro, pero las cosas deben ser de esta forma si es que acaso la humanidad deseaba salir realmente adelante...Escuchen con atención y recuerden siempre esta ley, porque a pesar de ser la última es la más importante. Los hombres y la magia, en un mundo muy lejanos conviven en armonía y no es realmente el reino de los Dioses, sino mi verdadero hogar. Todo habito estará acompañado por el motor de nuestra existencia, esta recorrerá las calles, se fusionará con la tecnología de ser necesario, pero existirá y sabemos que es capaz de llegar a los corazones de las personas... Hasta el más simple humano sentirá curiosidad por la misma, nosotros los ayudaremos a entrar en este nuevo mundo, y así limpiaremos el karma de todos nuestros habitantes. Por eso mi última ley indica que toda rama benefactora a la humanidad y que no desafíe los parámetros de la muerte será accesible a cualquier hombre. Nuestra biblioteca es la fuente máxima de conocimiento, pero existen otros lugares que serán bien abastecidos. Dejaremos una vida vulgar de lado para llevar adelante una humanidad verdadera.

Es así mis hermanos que este reino comienza una nueva etapa... Las barreras se alzarán en estos momentos y podrán disfrutar por primera vez de una tranquila noche. Les prometo que hasta que yo no muera pasarán solo días de paz y gloria. Con su permiso ahora doy fin a esta vieja etapa. Debo meditar mis siguientes pasos en la mañana...

"Dejaremos una vida vulgar de lado para llevar adelante una humanidad verdadera."

Curioso. Su sentido de "humanidad" difería bastante al de el rey, si es que llamaba al estilo de vida del ciudadano de Hokkan "vulgar", solamente por no ser idéntico al de él. Lejos de molestarle, le decepcionó, ese hombre le había decepcionado y mantendría su respeto hacia él únicamente por el pueblo. Así que el joven sacerdote se comportó a la altura de las circunstancias y esperó a que el rey abandonara la sala, para retirarse el mismo, guardándose su opinión para sí... al menos por ahora.

Sir Aaron...

El idealismo traducido a tiranía al ser impuesto y no compartido.

- Gran Maestre ¿por qué están cerradas las puertas de la Catedral? -

Alistair regresó de golpe a la realidad. Mostró un ligero sobresalto ante la voz que lo llamó de vuelta al presente, pero enseguida recuperó la compostura y sonrió con afabilidad. La gente le buscaba constantemente, puesto que su consejo era bien apreciado, sus palabras habían sido dotadas con sabiduría y a muchos habían salvado... el mismo se consideraba un "conducto" más que el conductor, pero en ese instante, nada llegó a su corazón, estaba atiborrado de amargura y tardó en responder.

- El rey busca repartir las riquezas de la catedral entre los más necesitados, después de todo y según sus palabras "La iglesia está para proveer". No olviden que el verdadero templo reside en sus corazones. Vayan a casa, Genbu escuchará donde quiera que se eleve una oración en su nombre... -

Acababa de disfrazar la tiranía de Gabriel como benevolencia y eso había dejado satisfechos a los presentes, pocos en verdad, la fe exigía sacrificios que pocos estaban dispuestos a hacer en nombre de algo invisible... por ende el término "fe". Se retiraron, dejándolo solo de nueva cuenta. Respingó, alzó la cabeza y abrió los ojos, sintiendo como cada gota iluminaba la construcción desecrada (Habilidad Sonar), permitiéndole presenciar su muerte.

No sería propio ni digno abandonar su cargo o la ciudad, como algunos otros lo estaban pensando. Solamente el rey podría decretar su exilio, mientras tanto, tendría que escucharlo pues a él no le habían dicho que dejaba de ser Consejero y en vez de delirar, cumpliría su función, pese a que Gabriel escapara a su sapiencia.

- No es un mal hombre... -

No intentaba convencerse de aquéllo, simplemente lo sabía. Alistair adivinaba que era alguien que en algún punto se dejó dominar por su dolor y se volvió insensato, buscando una distopía en vez de una utopía. Emprendió su camino hacia el despacho real, a la par que el sol comenzaba a iluminar con fulgor los edificios, creando sombras que se prolongaban por lo largo de los senderos terregosos.

A lo largo del trayecto, su mente evocó memorables remembranzas: su nombramiento después de su padre - su segundo padre - el sostenimiento del país a manos del Consejo en ausencia de un rey por mucho tiempo, la catedral iluminándose por las mañanas mientras los fieles aguardaban su sermón. Sí, el país había pasado muy negros momentos, sin embargo, continúaba ahí y no gracias a un monarca, el cual ahora pasaba por sobre de todos ellos para dictaminar el absurdo. Alistar no estaba de acuerdo en muchas cuestiones con su señor, más protegería la convicción del mismo en cuanto esta se viera enfocada a proteger el reino, sin destruir su fe y su espíritu en el proceso. El invidente era un hombre resuelto, decidió decirle al rey lo que nadie se atrevería, así eso le costara su cargo o su cabeza probablemente... ante esta idea, sonrió de medio labio en cuanto tan amarga idea le cruzó por la mente, no podía evitarlo, tenía un humor muy negro en este instante.

Esperaba que Sir Aaron fuese un hombre más justo de lo que había aparentado, esperaba que sus oídos no fueran necios, sabía que tenía argumentos válidos, pero también esperaba tener la sabiduría para defenderlos. Qué breve se había hecho el camino, ahora que sentía el mármol a sus pies en vez de la loma pedregosa...

Se detuvo ante la imponente puerta doble del despacho, sin extrañarse de que los guardias o el anunciador se encontraran ausentes, seguramente a disposición del nuevo rey, recordando la poca formalidad que éste exigía hacia sus súbditos. Empujó solamente una puerta y en cuanto se adentró, la cerró detrás suyo para luego inclinarse con toda formalidad ante su señor, sacudiéndose un poco el agua de encima. Antes que Gabriel hiciera sonar su voz, Alistair se atrevió a presentarse con solemnidad:

- Buenos Sir Aaron. Soy Alistair, hijo de Leovel, de la casa Aleannurden, pupilo de Sir Selea del Hokkan; Consejero Central, Médico de la Orden... - se irguió entonces para sonreír - Y sacerdote de Genbu. -

Estaba más que acostumbrado a anunciar su título, no por arrogancia, sino porque le llenaba de orgullo el pronunciar cada nombre y cada cargo, meritorios a la entrega y grandeza de quiénes se lo otorgaron. Satisfecho con su introducción, guardó silencio por breves instantes para dejar que la lluvia golpeteando los cristales llevara la escena, hasta que inundó de nueva cuenta la habitación con su apacible voz:

- Mi señor, me atrevo a citar sus palabras - inclinó un poco la cabeza, haciendo memoria - "No me inclinaré como su pastor, pero saben que estaré disponible si necesitan de mi consejo..." ¿es correcto? Sí, eso lo recuerdo bien... - sostuvo en el rostro su sonrisa, disponiéndose a continuar - Estoy aquí para tomar su ofrecimiento, irónicamente, el que debe aconsejar necesita un consejo... -

Se adentró al lugar, dejando a su paso una ligera marca, por donde las plumas de su capa se embadurnaban sobre el mármol, presas de la pesadez del agua. El hombre era de cabellos platinados, porte distinguido e irradiaba una calma contagiosa. Atravesó el salón sin problema alguno, pese a que sus ojos estaban sellados bajo sus párpados, y aunque su paso era lento, no vacilaba. Tomó su lugar junto al fuego, presa de la helada brizna matutina (al no haber descripción del despacho, me tomo la libertad de añadirle una chimenea, cómo era la costumbre) y finalmente añadió:

- Necesito saber cómo distinguir a un hombre noble de uno ingenuo... -

Le estaba dando la espalda al hablar, enfocando su sentido sobre el crujir de la madera consumiéndose. Inmutable, aguardó por la respuesta.
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Alistair

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Mensaje por Gabriel Magnus Mar Ene 17, 2012 8:27 pm

Profunda y distinguida meditación. Las almas de este reino sufrían ante las nuevas indicaciones, los más nobles no podían verse peor posicionados y los cielos nocturnos que habían anidado desde el fin de la conversación se habían vuelvo oscuros y peligrosos. Desde el exterior la humedad era muy fuerte e incluso estos nuevos aires en Ogirine parecían indicar que el diluvio a los pocos instantes eran inminente. Incluso cuando en algunos días todo el lugar cambiaría no podía evitar sentirse atacado por el pasado nuevamente...Recordó que así era como comenzaban todas las Herejías, como miles de personas podían levantar sus armas contra los propio, lo que ya sabía aquel extraño que tomaba el trono de un momento a otro era que la incertidumbre era la que seguía reinando en realidad...No era realmente la idea que quería de su "mandato", por lo menos no mientras el pudiera tomar decisiones y estas tuvieran la suficiente fuerza como para ser respetadas, aunque esta fuera en realidad no fuera más que por un simple título, aunque eso si, si se dejaba divagar ni siquiera con el tendría razón su voz.
Sus primeras órdenes habían sido bastante ambiciosas ya que simplemente estaba atentando contra toda costumbre y creencia de un pueblo que había sido bastante golpeando en el pasado, según tenía entendido. Si, recordaba recién que este no era un asentamiento pequeño y sumiso, también recordaba que en realidad estaba completamente solo, que muchos tenía su mente fortificada pero...No existía nadie que fuera un verdadero psíquico. Trataba con grandes desconocidos, con seres ajenos que simplemente se aferraban a esto...En realidad aquel camino puritano y severo, sus días como cazador de las criaturas más terribles, habían terminado. El, como verdadero guerrero de la guerra eterna debía tomar un lugar más incómoda de lo que pensaba...Sin embargo los que lo rodeaban no eran cualquiera sino que justamente eran su mejor arma para combatir con la ignorancia. Aquella meditación terminaba cuando de la oscuridad desaparecía y su mente era iluminaba por completo, sus músculos dejaban de hacer fuerza, pero la realidad golpeaba su cuerpo nuevamente...El mañana había llegado más pronto de lo pensado.

Uno de los días más grises que debía vivir era aquel. Su despacho estaba en silencio, estaba en soledad y con solo el calor del fuego encerrado en el metal. Y si, nuevamente estaba solo. Había dicho muy claramente que nadie debía quedarse en las puertas del lugar y mucho menos que lo atendieran en todo momento...No, esas personas tenían cosas más útiles que hacer y hasta estaba pensando si seguir en ese despacho rodeado de tanta comodidad...No era realmente como se acostumbraba del otro lado pero supuso que debía respetar por unos días este tipo de costumbres, ya en paralelo había pensamientos muchos más importantes a los que debía priorizar y estos estaban muy ligados con todo lo que había dicho el día de ayer...Habían demostrado ser obedientes, demasiado obedientes como para no tentarse a cometer una locura, pero no, no podría aprovecharse de esa confianza ciega...Sin quererlo todo instinto dominado había aflorado y ese era justamente el límite que ni siquiera debía tocar, pero lo había hecho, por esa misma razón estaba aún meditando en ese lugar, con su mano sobre su rostro, recubriendo su sien, frente a ese escritorio y con todo un pueblo expectante a su palabra de fondo.
La gris mañana estaba pintada para ser eterna, pero un portazo, una imprudencia y una presencia que desde lo lejano había sentido era la cuerda a salir o a adentrarse más en ese abismo racional.

Su mirada, que era del mismo color que el cielo más iluminado y claro, se fijaron ante aquella persona que ni bien había "irrumpido" en sus pensamientos se encargó de dar una reverencia con el mayor de los cuidados y el respeto, formalidad que era bastante sincera, la energía que recubría su muy joven silueta indicaba que este era uno de los que había atendido a sus palabras de manera personal. No supo exactamente su razón de estar aquí, pero cuando se impuso con su presentación finalmente comprendió quien era y cual era su razón de existir. Las únicas palabras que tuvo en su conocimiento fueron "Médico, Consejero y Sacerdote" Aquella sonrisa sobre su novicio rostro fue correspondida de manera muy leve, sin quitarse el muy merecido silencio que se había ganado, ya el "conocía" quien era, ahora que estaban en mismo términos existía el derecho de cumplir con su oficio y con su Destino. Su única acción hasta ese entonces ,quitando esa sonrisa, fue acomodar sus manos sobre el escritorio para seguir el sonido del silencio y luego de su voz con su razonamiento. La verdadera presentación comenzó cuando ese silencio se rompió.

Estuvo sin dudas bastante atento y seguramente había llegado a este punto para escuchar argumentos repentinos, el psíquico sin embargo estaba acostumbrado a dejar muy de lado la gravedad de los medios para cumplir su fin, esto no podía aplicarse a un gobierno, a menos claro que buscara una guerra civil y un golpe más en la historia de este reino. El había en realidad anunciado sus finos y no la forma de lograrlos, cosa que era en realidad un error. Pero lo que estaba dispuesto a lograr con el era un intercambio de ideas y conocimientos...A fin de cuentas conocer el lugar que estaba llevando le ayudaría lo suficiente como para satisfacer parte de las demandas sin manchar su verdadero objetivo. No tuvo verdadera objeción en sus palabras, estaba en lo correcto, en ese punto no había punto de discusión, el tenía la razón, al menor así se aseguraba que cumplía con su trabajo y tenía compromiso con su deber...Aunque eso ya lo hubiese anticipado antes siquiera de cruzar esa puerta
.- Son sus fines los que ayudan a esto, pero para otros hombres también cuenta la forma de lograr estos. Por lo cual debo entender que esa es tu razón para llegar aquí y si crees que es algo muy atrevido entonces estás en todo tu derecho a recriminar, yo solo debo confesar que estaba esperando por esto. -No le iba a mentir, no le iba a negar su inquietud bajo ningún punto de vista. El no tenía orgullo que proteger, no tenía ni siquiera un capricho que imponer ante sus palabras. Es más, Gabriel no se quedaría atrás ahora que lo tenía en la misma habitación. Se levantó aquel psíquico, que ni siquiera vestía de manera apropiada, siempre utilizaba las mismas prendas aunque no llevaba ni su capa ni su sombrero con el. Al levantarse apoyó finalmente sus manos sobre el borde des escritorio, el mismo que era parte de la cara que observaba a aquel que llevaba sus prendas empapadas y que al caminar dejara su rastro a través del presente, sobre sus pasos dados. - Si piensas que es correcto me gustaría conocer tu juicio y tu opinión. Si no...También me gustaría saberlo. - Si...Aquello era más una petición que una orden. Extraño pero no quería pasar a ser un necio por no aceptar los recursos que tenía a su disposición. Como en su pasajero pensar los ojos experimentados ya se casaron de observar...el por lo menos podía cerrarlos.
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Mensaje por Alistair Jue Ene 19, 2012 12:37 am

¿Qué habría escuchado sobre Alistair? Idealmente muchos elogios, enfocados a su nobleza y servilidad, posiblemente opiniones indiferentes, disfrazando claras rivalidades... lo improbable es que hubiera escuchado a alguien proferir injuria en su nombre o su familia, porque sí, su apellido figuraba entre los libros de historia, tan antiguos como los Cuatro Reinos. Quedaba a disposición del monarca crearse su propia opinión sobre el invidente, cuya ceguera también era tema de debate, algunos decían que solamente fingía, pues alguien como él no podría ser capaz de todo lo que se le acusaba...

Alistair tenía una clara desventaja al saber poco o casi nada de Sir Aaron, exceptuando que poseía un título, lo cual lo convertía en un noble y que su pasión por la magia se igualaba a la de un dragón por sus riquezas. Por lo demás, le era un completo desconocido, situación la cual remediaría, pues su segundo objetivo era saber a quién servía.

Ahí estaban pues, las siluetas de estos dos personajes, envolviéndose en un claro-oscuro producto de la tenue danza del fuego, la cual encajaba perfectamente con la solemnidad del momento. El sacerdote escuchaba atento, mientras el rey hablaba, teniendo como trasfondo la llovizna sobre el tejado... aunque Alistair atendía a dos cuestiones al mismo tiempo: las palabras de Gabriel y el latir en su pecho, buscando conocer la verdadera disposición del hombre, la cual parecía ser honesta, pues su corazón se acompasaba serenamente, al contrario de cuando se busca engañar. Esto reconfortó al joven invidente, sacándole un peso de los hombros, ayudándole a destensar su cansado cuello.

En cuanto el silencio volvió a dominar la escena, el peliblanco alzó el rostro y giró la cabeza en dirección a Sir Aaron, luego de escuchar cómo las patas de la silla habían raspado el piso al deslizarse hacia atrás... las ondas de sonido fueron lo suficientemente fuertes como para brindarle - por instantes - una borrosa "visión" (Habilidad Sonar) de Gabriel: aunque lo había deducido por su voz, siempre era una sorpresa saber qué era tan joven y toda su informalidad la imprimía en su vestimenta.

- Mmh... - musitó, meditabundo - Sus fines o sus logros... - volvió el rostro hacia el fuego, buscando su calor y continuó entonces - ¿Acaso no mancharía entonces la nobleza del propósito el mancillarle con actos reprochables? Si en el trayecto se destruyera aquéllo que se intenta proteger ¿no lo desvirtuaría entonces? El camino al infierno está lleno de buenas intenciones, después de todo. Discierno en creer que un propósito y un fin difieran, cuando no son más que etapas de lo mismo. Lo cual deja mi pregunta aún sin respuesta... creo que goza de una complejidad superior a su formulación ¿no lo cree? -

Sonrió y volteó hacia donde Gabriel se encontraba, intentando forjar un lazo que sobrepasara la formalidad que enfriaba el momento. Cómo expresamente el rey había pedido su opinión, entonces se la regalaba sin tapujo alguno, aunque notó algo muy curioso en su forma de proceder: no se daba cuenta que siempre exigía.

"Si piensas que es correcto me gustaría conocer tu juicio y tu opinión. Si no...También me gustaría saberlo"

"Si te agrada dímelo, sino, también". Esto, lejos de molestar o intimidar a Alistair, le pareció un rasgo de lo más ameno, algo que humanizaba al rey y le daba material para abrir su perspectiva, intentando descubrir la de él. Bien, era hora de aterrizar argumentos, así que se puso serio al encarar a Gabriel:

- Una opinión es muy subjetiva, mi señor, por lo que prefieron decirle lo que he "visto" - hizo énfasis en esto último, mofándose de él mismo - Debe dejarle al pueblo sus costumbres, ya que al no encontrar agrado en las nuevas, comenzarán a señalar al rey que las impuso. Ellos no viven en este palacio, no le conocen personalmente, pero le juzgarán, con severidad y no dudarán en ser verdugos, pues el hombre como individuo es racional, pero la masa es negligente y evoca la estupidez humana. Proceda con prudencia, sea tolerante y quizá la gente coopere. Necesita a cada ciudadano de su lado después de todo, si pretende idealizar una democracia... -

Ahora Alistair fungía como Consejero y dotaba de sabiduría cada una de sus palabras, mostrando el nivel de un hombre letrado, haciéndole honor a su título de "Maestre". De repente, encontró agradable la compañía del rey, casi simpatizaba con él, aunque en el fondo sabía que jamás empatizarían.
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Mensaje por Gabriel Magnus Vie Ene 20, 2012 12:56 am

No era estúpido. Sabía que un argumento como el antes presentado no podía hacerlo ceder. Tenía mucho sentido para cualquier poder diferir en un fin y en un medio pero no por nada alguien podía llamarse "Gran Maestre". Aquel que era un supuesto monarca entendió que los rumores eran sin dudas ciertos, que el aura que se le imponía a su alrededor no existía por mera coincidencia, el no podía ver, ciertamente estaba despojado de la visión secundaria, del muy engañoso sentido de la vista. Como psíquico Gabriel entendía ambos conceptos de la visión pero el solo podría entender el concepto verdadero, la oscuridad.

La cualquier señal amistosa que hubiese podido tener consigo desapareció de un momento a otro. su mirada zafiro terminó por perder toda su fuerza y su mirada bajó en parte irónica con las palabras que principalmente le había mencionado. Ya las decisiones que pudiese tomar o no...El consejero le abrió los ojos a aquel que tiene el poder, por esa misma razón estaba de acuerdo en sus palabras, pero no aquel hombre de piel invernal dejaría de lado su verdadero propósito. En los días de su muerte, en los días de su vida y en todas las vidas que deberá encarnar para poder encarar a una humanidad perdida, como el mismo perdió a su humanidad, como toda la humanidad caería en la verdadera naturaleza de todos los seres vivientes. Lo meditó por unos segundos así, el silencio le dejó poder resolverse con una nueva sonrisa a aquel consejero que seguramente no lo observaría pero sentiría como las cosas emergían en una muy rígida seriedad. La voz de aquel que se hacía llamar un "Sir" había perdido toda su esencia viva.
- Entonces mi querido amigo, las puertas de la catedral volverán a abrirse. Las personas no podrán pensar más en la subyugación, serán libres en mantener toda creencia y serán libres de expresarlas. La veneración a sus Dioses, sus fiestas, sus libertades y cualquier tipo de opinión que puedan poseer jamás será censurada, bajo ningún concepto. Las personas se fortalecen, casi como si fuera una unión provocada por la igualdad, una comunión...Pero con esto no quiero lograr la preservación de la cultura o una democracia incluso, a mi esos conceptos no me interesan si es que acaso no pueden ser utilizado para mi verdadero objetivo el cual te explicaré ahora mismo...Esa es el verdadero fin, esa es la única orden que realmente será directa en todo este reino. -La mirada de aquel hombre se cerró por unos segundos para poder respirar por unos momentos, observando la silueta de aquel que dejó de ver los falsos colores de este plano. Era quizás la primera vez que hablaba de esto pero parecía necesario para finalmente tenerlo a su lado. El conoce a su pueblo y seguramente el es el más indicado para gobernar, pero ahora el tomaba ese papel y deseaba plantear esta verdadera razón a todo un pueblo, a toda una nación, que estará en peligro de existir.

Gabriel se llevó sus manos a su espalda, encadenando las mismas con cierta rigurosidad. Este no observaría directamente a su acompañante, por el simple hecho de que añoraba la claridad de un cielo gris, como ese vago concepto que ambos sabían que era una mentira. Toda expresión en su rostro se borró para poder acompañar a sus palabras, más potentes y seguras, como si contara el mismo la propia fe en los Dioses que el relamía.
- Las personas necesitan de la fortaleza en si mismo, como individuos y como conjunto. Verás, Alistair. Puedo deducir que eres joven, los títulos que llevas encima no son una farsa, por una razón yo permití que estés ami lado y que gobiernes conmigo, hasta podría decir que es tu verdadero Destino llevar el cargo de este lugar...Pero lo que diferencia a un hombre ingenuo de uno noble es solo una decisión, que se toma en solo un momento y que llega incluso a diferir con sus ideales. Tu tienes una ventaja por sobre lo demás, pero faltaría la ausencia del resto de tus sentidos para que entiendas realmente a lo que voy. ¿Sabes? Todo esto es simplemente absurdo. -Las palabras de Gabriel parecerían sonar bastante incoherentes, pero no era realmente esa su intención, simplemente no quería ir directamente al grano de una manera directa. Dejaría unos pequeños segundos para que el pudiera pensarlo, más todavía no había terminado, por eso mismo proseguiría ante la más mínima muestra de voz.- Por naturaleza las personas tienden a descubrir su propia humildad. Cualquier humano por esencia no puede resolverse como malvada, porque a pesar de su posible egoísmo y temor ellos no están destinados a sucumbir a esto. Cuando una persona lucha contra esto, cuando intenta rebuscar su verdadera naturaleza, dictada por su ánima. Eso es un hombre que lucha, eso es un hombre noble, eso es lo que deseo que sea un hombre de Hokkan. ¿Pero entonces que es un hombre ingenuo? Un hombre ingenuo es quien se deja dominar por dichas debilidades y créeme que cuando eso ocurra todo estará perdido. No será por el Caos que existe en ese estado y su anarquía, supongo que antes habrá sido así. Todo aquello que seguramente odias existe, e incluso ese odio tiene forma propia...Verás que es imposible escapar a ese poder pero si la humanidad no llega a encontrar este llamado del ánima entonces condenará toda su existencia...Y es cierto que ya nada se puede hacer, incluso cuando pienses que cosas como el Destino lo controla uno y que los males del norte pueden ser evitado...No, todo lo que somos, a todo lo que logramos lo tenemos que dejar para encontrar la verdadera existencia, la ausencia completa de todo sentido, la oscuridad absoluta. - La mirada volvió a dirigirse nuevamente hacia Alistair. Su discurso debía terminar, no quería quedar como un verdadero demente...Solo necesitaba que entendiera algo aquel hombre, una mera razón.

Yo mismo viví eso, tu no me ves y seguramente jamás verás quien soy realmente. Pero la humanidad necesita estar unida como humanidad misma. Tiene que tener fuerza, tiene que tener fe y poder sobre ellos mismos. La razón de dar libertinaje a la magia es para encontrar las armas y las respuestas a la verdadera identidad del mundo. Las barreras son falsas, son apenas una proyección, una inspiración para que puedan las personas cruzar estas, un incentivo a la libertad. Y la razón de porqué este castillo está tan silencioso es para que los hombres a mi alrededor no caigan en la tentación de tentarse. Alistair, tus consejos serán siempre tomados en cuenta por el simple hecho de que conoces al pueblo, pero no quiero que escapemos a este objetivo y no es una orden, es una rogatoria. Debes confiar en este ideal...A mi, no me cambiará nada que lo logres, solo una gran tristeza. Pero créeme que toda Hokkan están en peligro si esto no se cumple y no será siquiera los horrores de Kounan quienes lleven todas las almas al olvido...No, serán las consecuencias de esta decisión de no luchar. - Eso era todo lo que necesitaba decir. No habría de guardarse nada, solo detalles innecesarios. Gabriel le estaba pidiendo ayuda a su consejero, su mirada nuevamente fija en el era la última proposición, la esperanza de que aceptara, de que comprendiera o de que pudiera hacerse una idea entonces era suficiente...El pueblo estaría gobernado en paz, y finalmente las personas darían su paso final. Aquel que siempre vestía un sombrero de ala y una capa destrozada le estaba pidiendo que abriera sus ojos.
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Mensaje por Alistair Sáb Ene 21, 2012 10:56 pm

Esas pautas se estaban volviendo bastante comunes entre ambos. Esto le dio tiempo a Alistair de añorar un trago caliente para esclarecer la garganta, lástima que se hubiera desecho de toda comodidad, pues una mucama siempre era un alivio si llegaba con una bandeja cogida por el medio.

Su único consuelo fue mantenerse junto al fuego, aunque su rostro buscaba la posición de Gabriel, cualesquiera fuera. Obviamente se le escapó a sus sentidos aquélla sonrisa, más sin embargo, el gran maestre no era sordo y ese “querido amigo” no pasó desapercibido, provocándole una leve reacción en el interior, ya que por fuera era tan calmo como la marea matutina ¿eso significaba que debían tenerse más confianza?... ¿o tratarse con más cuidado? Algo le decía que con esa persona no había que tomarse nada a la ligera, ni bajar la guardia, sin embargo se permitió reconsiderar su primera opinión al respecto de él, sobretodo por lo que dijo a continuación:

Gabriel Magnus escribió:Entonces mi querido amigo […] Ese es el verdadero fin, esa es la única orden que realmente será directa en todo este reino.

Avanzó en dirección al escritorio y alzó la mano derecha para palpar el respaldo de la robusta silla destinada a los visitantes, interrumpiendo su silente descanso para tomar asiento, disponiéndose a estar cómodo por cuanto se prolongara la reunión. Apoyó su peso sobre los descansa-brazos y entrelazó los dedos, despejando la mente para escuchar como era debido.

Gabriel Magnus escribió:Las personas necesitan de la fortaleza en si mismas […] ¿Sabes? Todo esto es simplemente absurdo.

Ahí estaba de nuevo esa arrogancia. Siempre que había acostumbrarse a las virtudes y defectos de un monarca, pero esto estaba siendo difícil de llevar, por lo mismo no profirió palabra alguna, como solía hacerlo ante el hombre que servía, por costumbre o educación, era un buen hábito del sacerdote.

Gabriel Magnus escribió:Por naturaleza las personas tienden a descubrir su propia humildad […] No, serán las consecuencias de esta decisión de no luchar. -

La gente es naturalmente buena y debe luchar por permanecer así. Un camino único hacia la verdadera iluminación. El abandono del “yo” para concretarse como un ser completo. Un mundo falso…

El silencio fue avasallador. Tenía frente a sí a un profeta falso con todo este concepto que no era nuevo, muchas religiones lo consideraban un misterio, nadie se atrevía a esclarecer la delgada línea entre bien y mal, en el medio, estaba todo lo que Gabriel creía.

- Un hombre noble desea tener la razón mientras que un hombre ingenuo, cree tenerla… Esa es la sencilla diferencia, mi señor -

Inclinó la cabeza hacia el frente, disculpándose por lo soez del comentario y a la vez agradeciendo que Gabriel ayudara a esclarecer finalmente su duda, aunque siendo el medio, no la resolución. Se puso en pie tranquilamente, sonriendo con afabilidad. Entendió que el rey se sentía fuera de lugar y le concedía uno a él, uno que no le pertenecía ni el cual ansiaba, estaba seguro que estaba donde debía. Había fungido como intercesor y su propósito se había logrado, no había otra razón de permanecer ahí y no estaba obligado a aceptar, ni siquiera a comprender todo lo que ahí le había sido confiado, más no por eso fue ingrato o grosero, simplemente necesitaba meditarlo y leer entre líneas, ya que personas como ellos gozaban de una complejidad mayor a la del promedio.

- Soy su Consejero, nada más o nada menos. Seré su amigo en tanto se pruebe fiel al pueblo antes que a sí mismo, si eso planea, no tema tenerme como enemigo… -

Hizo una reverencia y se dispuso a retirarse, sin darle la espalda, como era dictado en un protocolo que probablemente sólo él seguiría debidamente, más hizo tiempo suficiente para que el rey pudiera disponer de más de su tiempo, en caso de requerirlo. Caso contrario, cada uno tenía muchas tareas a las cuales entregarse, empezando ya mismo por reabrir las puertas de la Catedral y asentarlo en el pasado, en una página negra de Hokkan.
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