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Luna memoriae ~ (Priv Adz)

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Mensaje por Ligeia Morell Dom Ene 15, 2012 11:44 pm

No sabia que había pasado exactamente.. Tal vez habría sido el motivo de su confusión que todo hubiese pasado tan rápido, en su termino claro. Aun siendo algo extraño que el rapto no le hubiese creado una secuela o trauma, pero obviamente esto era gracias a la amabilidad y ternura de aquel hombre, su maestro.. Con el que había convivido, no solo semanas, o meses.. Si no años.. Además enseñado cosas las cuales realmente le servirían el resto de su existencia, le estaba realmente agradecida.. Además, no solo se había compadecido de ella y salvado la vida, si no que también estaba tratado de remediar su error, poniéndola en manos de alguien en quien realmente confiaba, devolviéndola al reino al cual pertenecía. La reina Adziel.. Aunque poco había conversado con la mujer, encontró en ella un ser realmente encantador y con un aura que en verdad emanaba podría decirse.. Todas las cosas bonitas que debe tener una persona, desde la mas mínima a la mas importante, la dulzura y frescura que poseía realmente era algo extraordinario, no se podía poner en duda en que era digna hija de dios, sin corrupción, con una moral justa inquebrantable. Aun que su naturaleza de por si era confiar en las personas, en ella era diferente, podría decirse que la consideraba como mas que una hermana, mucho mas, pues no había manera de comparar la relación que sentía con ella que la que tenia con su hermanastra.

A veces se preguntaba que estaría siendo aquella chica, de apariencia elegante, aura imponente y espíritu libre, completamente. No.. No podía juzgarla, al igual que ella lo hacia, también la hubiese odiado si por ella perdiese a su madre, mas esa personalidad suya que emanaba rebeldía.. Por alguna extraña razón la exasperaba, su sentido de orden y tranquilidad era aturdida por su presencia. Le era extraño que aun que hiciese lo que hiciese, siempre era apoyada por su hermano, aquel amor incondicional que se tenían.. ¿Estaba celosa? No lo sabia en realidad.. Pero le resultaba molesto que ella se hiciese la victima, sabia que lo era pero.. No quería aceptarlo, y era lo suficientemente terca para convencerse que ella tenía la razón.

“Blah, blah blah” Pensaba repetitivamente al darse cuenta de que rondaba su mente, ¿Qué le importaba lo que le pasase?, aun que era su sangre.. No lo era por completo, ¿Debía aceptarla y apoyarla tal y como era? Ja! Como si ella fuese capaz de hacerlo.. Aquella terquedad era algo que la caracterizaba, y al parecer la estancia con su maestro le había hecho pensar en muchas cosas, además de cambiar un tanto su perspectiva hacia la vida y los problemas, mas sobre aquellos que estaba pensando ahora mismo.

Justo ese mismo día había llegado, el castillo era enorme.. Hasta podía resultarle algo incomodo debido que donde había vivido hace pocos días era completamente diferente.. La estructura, el material.. ¿Eran necesarios tantos lujos? Realmente no lo sabia. Su habitación era muy cómoda, contaba con bellísimos muebles, estilo victoriano.. Realmente era su época favorita.. Aquella que estaba infestaba con caballeros y lindas armaduras.. Príncipes.. Aunque bien, no se diferenciaba mucho a la actual, solo que esta tenia su nombre. El que mas le llamaba la atención era el peinador, aunque algo sencillo, la simpleza que este tenia le daba un aire elegante, con sus adornos de color dorado los cuales imitaban al oro, y esa chimenea de marfil. Si, era un lugar realmente tranquilo, bonito, perfecto para dormir.. Pero la pequeña albina no estaba dispuesta a conciliar sueño tan pronto, además aquella cama le resultaba rara.. No era como la que tenia, no era su cama. Seria aquí donde aplicaría su “rebeldía” y decidiese salir a tomar un poco de aire aun que esto significase perderse en la inmersa oscuridad que envolvía la noche aunque esto no era algo que realmente le molestara o aterrase era un tanto incomodo, dado que no acostumbraba a salir de noche, sus ojos no estaban especialmente adaptados a tan poca luz por lo que al salir de recamara no pudo evitar darse contra la pared o tropezarse unas cuantas veces pues había ausencia de ventanas y temía encender la luz y que alguien despertase por su culpa.

Hizo su recorrido nocturno, pasando por todas las habitaciones, admirando la hermosa inmobiliaria del lugar, la mayor parte de este estaba infestada de bonitas esculturas y bellos cuadros.. Realmente su debilidad, no podía quitar la mirada de cada uno de estos si no después de 5 minutos, inmersa en estos, analizando las pinceladas dadas en estos y la forma en que tenia cada autor de expresarlos, además de analizar todas las interpretaciones que se le pudiese dar a cada cosa representada, desde las figuras hasta los colores usados, sabia que todo esto era pensado meticulosamente por el pintor, y que cada pieza, cada cuadro, era único.. Dado que aunque intentase copiársele el estilo y formas, las pinceladas serian siempre diferentes dadas que cada uno tiene una esencia especial.. Inigualable y única.

Procuraba siempre prestar mucha atención a los cielos y mares, aquel color azul y algunas veces rojizos que estos poseían eran sus favoritos, la tranquilidad con que estos eran pintados y el degradado que tenían, esa fusión de colores realmente perfecta mas siempre mejorable, las formes dadas a la nubes, los reflejos en el agua, la espuma puesta en este “Maravilloso..”. El tiempo había pasado, mucho mas rápido de lo que ella había sentido, y aun no se encontraba fuera de el inmenso castillo, tal vez podría que este fuera interminable. Aparto su mirada de el ultimo que vio y se dirigió a la puerta que daba al bello jardín ”Nunca terminare”.

Si bien las plantas, o mas bien cuidarlas no era uno de sus hobbies preferidos, mas no podía negar su gusto por estas, la hermosura que estas poseían y el dulce aroma que estas desprendían le hacían recordar a su madre, la cual fue la única que se preocupo por fomentar su amor hacia el ambiente o medio. Aun que no era de pasarse las horas jugando en su jardín a diferencia de los demás, dado que su madre y padre siempre fueron algo sobreprotectores con ella, mas en cuanto a su seguridad y en donde se encontrase, pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación, jugando con aquellas tacitas que tanto adoraba y procuraba, con sus hermosos dibujitos, los cuales casi siempre estaban hecho a mano usualmente con variadas flores.

Camino, a su alrededor todo estaba infestado de estos seres vivos tan tranquilos y hermosos, de vivo color verde el cual se veía negro por la escases de luz, solo la luna llena alumbraba aquel lugar, era realmente bella, haciéndole recordar cuando la veía junto a su madre, desde la ventana de su habitación, y esta recitaba canticos en un idioma celta, sumamente extraño, palabras que nunca pudo pronunciar dado a que no era buena en eso de los idiomas.

Tararear la canción, imitar aquella dulce melodía fue lo único que pudo hacer con algo de nostalgia y melancolía.. Realmente se preguntaba que habría pasado con ella.. Aquel ser tan dulce que le había dedicado su vida y dado su amor, protegiéndola lo mas que pudo para que esta no fuese corrompida ni dañada por nadie.
Ligeia Morell
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Mensaje por Adziel Dom Feb 12, 2012 8:17 pm

La noche había avanzado en el castillo y todos descansaban en sus respectivas habitaciones. No se escuchaba ningún sonido más que el constante silbido del viento que se colaba por entre la cerradura de las ventanas y de las puestas que daban al exterior. A pesar de que la oscuridad se había apoderado de cada uno de los rincones del castillo, había una habitación en particular; una donde se podía ver una tenue luz blanquecina que se filtraba por debajo de la puerta. Era silenciosa como las demás habitaciones, mas esa suave luz la diferenciaba de las demás. ¿Quién o quiénes eran los que descansaban en ese lugar? No eran nada más ni nada menos que la Reina y su fiel compañero. Cualquiera que los viera pensaría que ambos estaban dormidos, pero la realidad era muy diferente. Allí estaba la arcángel, pensando en todos los sucesos que habían ocurrido hasta ese momento, encerrada en esa cálida y tranquila habitación. A los pies de la cama dormitaba el gran lobo Fenrir; dormía tan plácidamente que la arcángel no pudo evitar sentir un poco de envidia por ello. No podía dormir... Hacía tiempo que no lo hacía. Todo cuanto pasaba volvía a convertirse en una nueva preocupación y una nueva pesadilla. ¿Cuando fue que comenzaron? No lo recordaba con exactitud, pero estaba segura que fue antes de la muerte del Rey. Sus extraños sueños eran los que le hacían ver que un nuevo hecho importante tendría lugar en el mundo; no obstante, había algo que siempre la había inquietado… ¿Por qué no recordaba nada cuanto soñaba? Siempre se despertaba agotada y en cierta forma asustada por alguna de sus tantas pesadillas. Ese mismo hecho se fue repitiendo incontables veces durante todo ese tiempo. ¿Qué más ocurriría? ¿Cuándo todo encontraría su fin, para que todos estuvieran en paz? Nadie podría afirmarlo.

Cambios... Ese mundo en donde todos vivían estaba dominado por ellos. Desde los más pequeños y poco notorios a los que podían generar grandes consecuencias, fueran estas positivas o negativas. Como nadie podía evitarlos ni mucho menos escapar de ellos, debían adaptarse lo más pronto posible y esperar los nuevos. Nadie sabía tampoco lo que el futuro les depararía puesto que incluso las decisiones más simples e insignificantes podrían cambiar el curso de todos los eventos del por venir. El castillo Falkirk había sido uno de los testigos de esos cambios. Muchos de los anteriores habitantes, que desaparecieron o se fueron por voluntad propia, habían sido reemplazados por otros nuevos. Entre ellos había una familia de pegasos que había afrontado muchos problemas. La más pequeña aún aguardaba el regreso de su hermano del largo viaje que había dedicado en su búsqueda. Adziel había acogido a la pequeña niña y se había encargado personalmente en cuidarla. Le ofreció todas las comodidades que pudiera llegar a necesitar además de su protección. Sabía perfectamente lo que había vivido la niña, y a pesar de que no estuvo de acuerdo en los actos del hombre quien se había convertido en su tutor y maestro, estaba aliviada de que no le hubiera hecho daño alguno. ¿Cuál sería la reacción del capitán de la orden cuando descubriera que su pequeña hermana estaba a salvo en el castillo? Seguramente se sentiría aliviado y feliz de ver que estaba bien, pero ¿sería capaz de hacerle algo a su captor? Era imposible responder esa simple pregunta aunque lo más probable era que no lo hiciera. Emily era, en efecto, una criatura muy especial, una en un millón como ocurría con los mismos arcángeles. Por ese motivo y porque era aún una niña, se había comprometido a protegerla, manteniéndola segura en el castillo. Poco sabía sobre sus orígenes, puesto que no había hablado sobre ello con la pequeña ni con sus medios hermanos, pero no importaba aquello. Estaba segura que en cuanto Elliot la viera, hablaría con sus padres.

Analizando la situación y lo que veía a diario, había notado algo extraño en la relación con sus familiares. El hermano mayor era muy sobre protector y se preocupaba constantemente por el bienestar de sus hermanas más pequeñas, mas los recientes sucesos había provocado que la atención de pegaso se dirigiera a la infante y a su desaparición, hecho que había mantenido al joven lejos de su hogar y de sus funciones por un largo tiempo. La hermana de la niña, quien era conciente del regreso de Emily, prefería evitar toda clase de contacto con ella además de que no demostró ninguna emoción por su regreso o por su anterior desaparición; y esa misma acción era reproducida por la alicornio. ¿Podría ser que la mayor simplemente ocultaba sus sentimientos o sentía verdadero rechazo por la menor? Creía que la respuesta más acertada, basada en el comportamiento de ambas era la segunda aunque lo que más quería era estar equivocada. Adziel no comprendía que pudo llevar a ambas hermanas a comportarse de esa forma. Sentía la necesidad de ayudarlas a unirse como familia que eran, mas sabía perfectamente que no podía interferir. Lo único que le quedaba era rezar porque ambas almas se unieran y dejaran sus diferencias a un lado...

Ésta era una de las tantas cuestiones que se debatía al terminar con sus obligaciones, cuando llegaba la hora de retirarse a sus aposentos. Quizá no era de las usuales situaciones que lograban quitarle el sueño, pero por alguna razón, no lograba conciliarlo. Debía intentarlo; cerrar los ojos y dormir, más aún sabiendo que al día siguiente tenía que continuar con su trabajo. Por un momento reconsideró la idea de beber algo, pero de esa forma perdería completamente la conciencia y se volvería aún más vulnerable. ¿Cuánto tiempo había pasado? Una hora, dos horas, o quizá más. A pesar del cansancio que sentía, no encontraba alguna solución. Abrió los ojos y dejó escapar un profundo y agobiado suspiro antes de levantarse de la cama. Creyó que tomar algo de aire le ayudaría a despejar la mente. Tomó una novela que había comenzado a leer la noche anterior y se dirigió al balcón de su habitación. Era amplio y cómodo, decorado por algunas macetones de piedra con rosales blancos y rojizos. Una serie de balustros/columnas idénticos constituía el barandal semicircular del balcón. Las vista era perfecta. Estaba iluminada por faroles antiguos de acero negro que, en ese momento, y gracias a la luz de luna llena, no era necesario encenderlos. Esa era la misteriosa luz que se colaba por debajo de la puerta de la habitación. Adziel adoraba la luz de luna y por eso solía dejar las cortinas abiertas para que la luz iluminara el lugar.

La arcángel se encaminó hacia el lugar, llevó la mecedora al exterior y se sentó en ella con el libro en la mano y mirando en dirección al jardín arbolado. A medida que el tiempo pasaba y se iba compenetrando más en la historia que leía, sus ojos comenzaron a pesarle. Finalmente había logrado lo que tanto quería. Cerró los ojos para descansar aunque fuera unos segundos, pero poco después sintió la suave caricia el pelaje del animal sobre sus piernas. Al abrir los ojos lo vio frente a ella, parado en sus dos patas traseras y recargado sobre el apoyabrazos de la silla con sus delanteras. —¿Qué ocurre? —se atrevió a preguntar con curiosidad si bien sabía que no le respondería, al menos no con palabras. Se levantó del asiento y estiró un poco su cuerpo. En cuanto hizo ese movimiento, notó al animal inquieto como si quisiera guiarla hacia algún lugar. Algo extrañada lo siguió hasta la puerta de la habitación. Se puso su capa negra con capucha y caminó fuera de la habitación siguiendo bien de cerca al lobo. "¿Qué será?" Se preguntó mientras se abría paso con mucho cuidado por entre los pasillos del castillo. Era evidente que algo había escuchado, pero la pregunta era qué.

Fenrir la guiaba olisqueando el suelo y el aire en búsqueda de su misteriosa presa. Adziel esperaba que no fuera ningún intruso, mas la actitud relajada del animal le hacía olvidarse de ese temor. Poco tardaron en llegar al jardín y una suave y femenina voz llegó a oídos de ambos. Avanzó algunos pasos más hasta que dio con la misteriosa figura. Era pequeña, tenía un cabello blanquecino, largo y sedoso, esos rasgos la volvían reconocible. Pensó que realmente se parecía a sus hermanos, principalmente a Anya, con su bonito cabello. Su aura era muy diferente a la de su hermana, era más jovial, serena y alegre. Pobre familia, ¿cuántos más problemas debían afrontar? Lo único de lo que estaba segura, era que pronto enviaría a alguien para que trajera a Elliot de vuelta y así se reencontrara con la niña.

Emily, ¿qué haces aquí? —le cuestionó a la menor con una voz serena, no a manera de regaño sino para saber si había algo en lo que pudiera ayudarla. No le extrañaba que el repentino cambio de residencia le hubiera dificultado a la alicornio descansar. Había pasado por muchas cosas para su corta edad. Seguramente extrañaba a sus padres y si ese era el caso, la enviaría personalmente con ellos o los acogería en el castillo para que pudieran estar con la pequeña.
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