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† Poniendo a trabajar al Rey (Autoconclusivo)
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† Poniendo a trabajar al Rey (Autoconclusivo)
Tenía la mandíbula hasta el piso, de tan abierta que tenía la boca y la mirada desorbitada y una repentina jaqueca que acosó su cabeza real... si, era una jaqueca real, más bien, su primer Real Jaqueca.
- ¡Yo pedí que me guiaran al despacho, no al basurero real! -
Se giró sobre sus talones para gritonearle a la pobre ama de llaves que estaba temblando a sus espaldas, como si ella tuviera la culpa de ese terrible desastre que era el despacho, como si hubiera pasado un tornado por ahí o un toro embravecido. La mujer le explicó que el Consejo no había querido que se moviera nada en el despacho, por respeto a su anterior rey, aunque ese desorden correspondía a 4 generaciones de reyes por lo menos. Aspiró fuertemente y contó hasta 10:
- Bueno, bueno, el anterior rey es eso: anterior. ¡Ahora soy el rey y lo único que quiero es encontrar mi escritorio, pluma y tintero! ¿Pero sabes una cosa? ¡No puedo! Algo tan sencillo como entrar, sentarme y empezar a escribir ahora es una odisea por... por... - señaló hacia el mugrero con la palma de su mano extendida y temblorosa - ¡ESTO! -
Ambos se quedaron en silencio, observando como una mangosta caminaba entre los documentos mohosos regados por el piso y luego desaparecía en el sillón real, ante lo cual no hubo más respuesta que una gotita de sudir escurriéndoles por la nuca. Se masajeó la sien y le hizo una seña a la mujer para que se retirara, ya iría el viendo lo que servía y lo que no, quizá cuando tuviera nietos hubiera acabado, el que era amante del orden y la limpieza pese a su naturaleza despreocupada, no dejaba de ser hechicero y saber que todo iba en su lugar para no perder de lugar la cabeza. Pateó un banco que se interponía en la entrada y se hizo a la mar entre pergaminos y más pergaminos, hasta que se encontró hundido a la cintura y no pudo moverse más, ante lo que hizo una rabieta donde pataleó papeles que terminaron dominando el despacho con su vuelo, cosa que no arregló mucho la situación, aunque ahora de estar amontonados, estaban esparcidos, otro tipo nuevo de caos. Entre los papeles que caían, estiró la mano rápidamente y cogió 3 pergaminos en blanco, también cogio el tintero y una pluma nueva, pues habían como 5 plumas inservibles por la tinta que se había secado en sus puntas. Caminó hasta la ventana, y le sopló al polvo que se acumulaba, para sentarse y comenzar a escribir. Si algo le salía bien, era hablar, ahora solo tenía que transcribir sus ideas en papel y comenzar con todo...
- Su altísima majestad... -
Y así pasaron varias horas y varias hojas después.
- ¡Yo pedí que me guiaran al despacho, no al basurero real! -
Se giró sobre sus talones para gritonearle a la pobre ama de llaves que estaba temblando a sus espaldas, como si ella tuviera la culpa de ese terrible desastre que era el despacho, como si hubiera pasado un tornado por ahí o un toro embravecido. La mujer le explicó que el Consejo no había querido que se moviera nada en el despacho, por respeto a su anterior rey, aunque ese desorden correspondía a 4 generaciones de reyes por lo menos. Aspiró fuertemente y contó hasta 10:
- Bueno, bueno, el anterior rey es eso: anterior. ¡Ahora soy el rey y lo único que quiero es encontrar mi escritorio, pluma y tintero! ¿Pero sabes una cosa? ¡No puedo! Algo tan sencillo como entrar, sentarme y empezar a escribir ahora es una odisea por... por... - señaló hacia el mugrero con la palma de su mano extendida y temblorosa - ¡ESTO! -
Ambos se quedaron en silencio, observando como una mangosta caminaba entre los documentos mohosos regados por el piso y luego desaparecía en el sillón real, ante lo cual no hubo más respuesta que una gotita de sudir escurriéndoles por la nuca. Se masajeó la sien y le hizo una seña a la mujer para que se retirara, ya iría el viendo lo que servía y lo que no, quizá cuando tuviera nietos hubiera acabado, el que era amante del orden y la limpieza pese a su naturaleza despreocupada, no dejaba de ser hechicero y saber que todo iba en su lugar para no perder de lugar la cabeza. Pateó un banco que se interponía en la entrada y se hizo a la mar entre pergaminos y más pergaminos, hasta que se encontró hundido a la cintura y no pudo moverse más, ante lo que hizo una rabieta donde pataleó papeles que terminaron dominando el despacho con su vuelo, cosa que no arregló mucho la situación, aunque ahora de estar amontonados, estaban esparcidos, otro tipo nuevo de caos. Entre los papeles que caían, estiró la mano rápidamente y cogió 3 pergaminos en blanco, también cogio el tintero y una pluma nueva, pues habían como 5 plumas inservibles por la tinta que se había secado en sus puntas. Caminó hasta la ventana, y le sopló al polvo que se acumulaba, para sentarse y comenzar a escribir. Si algo le salía bien, era hablar, ahora solo tenía que transcribir sus ideas en papel y comenzar con todo...
- Su altísima majestad... -
Y así pasaron varias horas y varias hojas después.
Finrandi- Especie : Hechicero
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