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Pasado y Presente...Una mezcla peligrosa.
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Pasado y Presente...Una mezcla peligrosa.
El sonido imperioso de las aguas sagradas en medio de la incertidumbre que significa el pelaje sin fin de los distintos centinelas que crean estos bosques húmedos, cargados de una serena y equilibrada energía mágico. Absolutamente nada había cambiado luego de tanto tiempo...
El abrazador calor de una fogata nocturna crea un esquema iluminador en los alrededores. ¿No era acaso perfecto como un cielo despejado y sumamente estrellado indicaba que pasada la media noche el sol volvería a surgir para cumplir un nuevo día eterno en todo el reino de Sairou? Reflexionar sobre lo mismo era sinónimo y consecuencia de una tranquilidad proveniente de un extremo ajeno al que me encuentro en este momento. El viento apenas se mostraba, aunque estuvieran las aguas moderadamente cercanas a aquel pequeño campamento improvisado que había levantado antes de poder seguir hasta la capital central, el que habría de ser mi hogar, el de una hermosa y orgullosa reina como también el de muchas personas importantes en mi vida, aunque haya sido una falsa existencia. Personalmente no sabía si ellos seguían existiendo, Adziel, Elaynel...¿Habrá quedado siquiera una muestra de su existencia en este universo material? Apostaría que eso no era más que una ilusión, que aquellas noches pacíficas eran una utopía, el bombardeo, nombres como el de la tirana de Kutou o el Diablo de Kounan...De un momento a otro toda mi realidad había cambiado y ahora de estar rodeado de un palacio de color blanco me encontraba rodeado de un ambiente tan hermosamente fresco y agradable, de una tierra viva y el sonido de las delicadas aguas sagradas cayendo de su origen...El fuego se extinguiría, no ahora, pero lo haría, y sin dudas mi consciencia dejaría de ser antes que las cenizas...Aún es sorprende como el camino se mostró tan tranquilo, por experiencia eso no me dejaba tranquilo.
Mis pertenencias reposaban bajo aquel tranquilo roble, el fuego estaba frente al mismo, calentando la estancia de un nuevo sueño. No llevaba conmigo mi capa, ya que la misma estaba cubriendo mi sombrero y aquella alabarda que era capaz de funcionar como un cargador, manifestando gran parte de toda la energía que por seguridad no me atrevía a dejar escapar. como siempre la misma no era capaz de funcionar en manos ajenos, siendo nada más y nada menos que un pequeño cilindro metálico y brillante, de paso también había dejado mi cinturón que contenía una cantimplora llena las aguas curativas de la cascada, como también un mapa que mostraba el recorrido que había hecho, con algunos detalles sobre el ambiente, las criaturas que sabían que habitaban, las hierbas que podían servir a las personas, en esta época del año y finalmente algunas anotaciones personales, haciendo pie en ese pensamiento que acaba de irse con un suspiro al mantenerme con mi mirada concentrada hacia el agua que caía, la elevación y la pequeña caída que había con esta fuente milagrosa. Cruzado de brazos, sensible a lo que ocurría a mi alrededor pero tranquilo, queriendo no esperar absolutamente nada que fuera a romper con el silencio y a su vez el canturreo natural. Sairou tenía algunas cosas que Hokkan no, antes de llegar a la primera tenía derecho a disfrutar de su casi infinito paisaje celestial.
El abrazador calor de una fogata nocturna crea un esquema iluminador en los alrededores. ¿No era acaso perfecto como un cielo despejado y sumamente estrellado indicaba que pasada la media noche el sol volvería a surgir para cumplir un nuevo día eterno en todo el reino de Sairou? Reflexionar sobre lo mismo era sinónimo y consecuencia de una tranquilidad proveniente de un extremo ajeno al que me encuentro en este momento. El viento apenas se mostraba, aunque estuvieran las aguas moderadamente cercanas a aquel pequeño campamento improvisado que había levantado antes de poder seguir hasta la capital central, el que habría de ser mi hogar, el de una hermosa y orgullosa reina como también el de muchas personas importantes en mi vida, aunque haya sido una falsa existencia. Personalmente no sabía si ellos seguían existiendo, Adziel, Elaynel...¿Habrá quedado siquiera una muestra de su existencia en este universo material? Apostaría que eso no era más que una ilusión, que aquellas noches pacíficas eran una utopía, el bombardeo, nombres como el de la tirana de Kutou o el Diablo de Kounan...De un momento a otro toda mi realidad había cambiado y ahora de estar rodeado de un palacio de color blanco me encontraba rodeado de un ambiente tan hermosamente fresco y agradable, de una tierra viva y el sonido de las delicadas aguas sagradas cayendo de su origen...El fuego se extinguiría, no ahora, pero lo haría, y sin dudas mi consciencia dejaría de ser antes que las cenizas...Aún es sorprende como el camino se mostró tan tranquilo, por experiencia eso no me dejaba tranquilo.
Mis pertenencias reposaban bajo aquel tranquilo roble, el fuego estaba frente al mismo, calentando la estancia de un nuevo sueño. No llevaba conmigo mi capa, ya que la misma estaba cubriendo mi sombrero y aquella alabarda que era capaz de funcionar como un cargador, manifestando gran parte de toda la energía que por seguridad no me atrevía a dejar escapar. como siempre la misma no era capaz de funcionar en manos ajenos, siendo nada más y nada menos que un pequeño cilindro metálico y brillante, de paso también había dejado mi cinturón que contenía una cantimplora llena las aguas curativas de la cascada, como también un mapa que mostraba el recorrido que había hecho, con algunos detalles sobre el ambiente, las criaturas que sabían que habitaban, las hierbas que podían servir a las personas, en esta época del año y finalmente algunas anotaciones personales, haciendo pie en ese pensamiento que acaba de irse con un suspiro al mantenerme con mi mirada concentrada hacia el agua que caía, la elevación y la pequeña caída que había con esta fuente milagrosa. Cruzado de brazos, sensible a lo que ocurría a mi alrededor pero tranquilo, queriendo no esperar absolutamente nada que fuera a romper con el silencio y a su vez el canturreo natural. Sairou tenía algunas cosas que Hokkan no, antes de llegar a la primera tenía derecho a disfrutar de su casi infinito paisaje celestial.
Gabriel Magnus- Asociación de Magos
- Especie : Hechicero
Ocupación : Capitán
Puntos : 70
Cantidad de envíos : 77
Re: Pasado y Presente...Una mezcla peligrosa.
La noche de Sairou era algo que simplemente le revolvía demasiado su interior. La oscuridad en la tierra de los ángeles, era como en cualquier lugar. Pero a diferencia de lo que podría esperar en otras tierras, no significaba un sinónimo de inseguridad y peligro. En lo absoluto, puesto que las noches de Sairou simplemente significaban la nada. El vacío y el sueño de casi todo ser viviente. Porque los Ángeles y demás seres angelados y de aura celestial simplemente dormían matando el tiempo para volver a ver al hermoso sol que los llenaba de vida. ¿Pero porque le tocaba tan profundo la noche a la pegaso, que semiconvertida remontaba vuelo por el reino, sin intenciones de descansar? Muy simple. Porque simplemente en ese momento del día, ella se sentía libre de estar tranquila internamente. La oscuridad le negaba la visión de cualquier escena de felicidad y paz, cosa que ella no tenía en su interior. La nada siempre era peor, reconfortándola de algún modo por todo el odio y dolor que llevaba encima.
Si, le costaba admitir, pero lo hacia cada cuanto. Admitir que el odio y el dolor que habían arruinado para siempre su existencia, amargándola como a ninguna otra, le había dado la oportunidad para progresar y ser más fuerte. Aunque hubiera tenido que posponer la muerte, que por su lógica, tendría que haber sido en el mismo momento que su madre. Era una señal del destino que ella no había nacido para ser alguien heroico, y que, por lo contrario, estaba siendo iniciada para ser una criatura que debía de moverse sola. Protegerse si es que lo deseaba sola, y hacer solo lo que fuera necesario para sobrevivir. A pesar de que las decisiones que tomaran fueran contra la moral de lo que la sociedad dictaminaba como bien. ¿Pero que podía importar eso a ella? La sociedad le había dado la espalda. Ella no tenía razón alguna para mostrarle su rostro. ¡Y mas aun! Oír los gritos de reclamo, cuando ellos no habían ignorado los suyos de dolor.
Sonrío de manera afilada de nuevo, encendiendo un brillo sanguinario en su mirar. Si es que se habían lucido con el monstruo que habían creado los ángeles. Y tan increíble era, que había llegado a ser subcapitana de Luminis. ¿Proteger a su reino? No era algo que ella realmente le importara. ¿Encontrar la muerte en un combate que expusiera toda su genialidad? Si, empezaba a llamarle la atención. ¿Existir la posibilidad de que finalmente se demostrara que no era simplemente la sombra de su hermano, superándolo? Oh, había caído como un ave en una jaula con eso ultimo. Bueno, quizás también quería proteger a la Reina Adziel. Después de todo había sido de las pocas que se habían comprometido con su enfermiza existencia luego de llegar a sus oídos su historia de vida.
Ahh… Pero eso era otra historia…
Siguió volando, presa de su insomnio y de una mirada llena de fulgor, que pedían cual adicto en abstinencia hacer algo que le diera paz. Y nada le daba más paz, que ver a alguien desdichado por su culpa. Era un sistema en donde la felicidad de uno, pasaba a intercambiarse con su miseria, haciéndola a ella un poco mas radiante en su vivir. Una lógica totalmente perfecta para lo que ya era su trastocada y deteriorada salud mental.
Pero… ¿A quien le robaría su tranquilidad y felicidad? En todo ese paraje oscuro que levemente era iluminada por la luna no había ni un pequeño signo de vida. Mas los animales que dormían, pero molestarlos a ellos no era divertido. Hasta sentía algo de culpa el pensar de hacerles algo. No, no era su estilo. Pero… ¿Entonces de donde sacaría su droga para que pudiera estar bien consigo misma? ¿Donde?
Suspiro con hastío. No quería tener que volver y beber vino hasta que su consciencia se perdiera por esa bebida que solo en los casos más extremos podía lograr hacerla dormir. Y era tantas las veces que ya había recurrido a esa droga que ya no alcanzaba con las mismas dosis para cometer el cometido que buscaba. Es mas, hasta empezaba a hacerse inmune a cualquier contraindicación de su excesivo consumo. Un fiasco total, porque entonces debería empezar a recurrir a otros vicios que no le agradaban tanto como opción para calmar sus nervios.
Pero fue en ese instante que algo la ilumino. Algo que literalmente la había iluminado como una luz de esperanza en aquella locura que poco empezaba a tomar su pecho como el llamado de un adicto a su droga. Una pequeña hoguera que se iluminaba tan cerca de las cascadas le habían hecho sonreír de manera amplia, mientras sus orbes se afilaban con malicia indisimulable.
Bien, el punto ya lo tenía. Un punto brillante, y por lo que su visión que se había acostumbrado a la oscuridad con gran habilidad, noto aun desde la distancia en la que sobrevolaba que había un hombre descansando en aquel lugar. ¿Arruinarle su receso…? No era algo tan grande como lo que podría hacer, pero algo es algo. Bajando un poco más la altura de su vuelo, con discreción, ahora podía observar mejor…
Había varios objetos que estaban tendidos a su alrededor, de manera ordenada, pero sin embargo, expuestos a ser tomados por cualquier lo suficientemente rápido. Sonrío de manera filosa de nueva. ¿Y quien era más rápida en ese lugar que ella? Se regodeo internamente pensando que quienes la conocían, sabían que debían preguntarse dos veces ahora si lo que hubieran visto en el cielo era un rayo o solo ella, Anya East volando.
Bien, sabia exactamente que hacer.
Bajando más aun su vuelo, decidió retroceder un poco, escondiéndose entre los árboles que había en el camino. Pero no sin dejar de volar con su forma angelada. Ahora, sus aleteos comenzaban a acelerarse con fuerza y velocidad increíble. No solo levantando una simple polvareda, sino que moviendo con la fuerza del viento a lo que cerca de ella se encontrara. Y si solo hubiera liberado estática de su cuerpo, habría brillado para el momento exacto en que había pasado al lado de aquel hombrecillo, levantando todas sus cosas en un milisegundo, tarea que se había facilitado porque había dejado una capa ahí, y esta sirvió como suerte de costal al juntar todo, inclusive una especie de bastón muy raro. Pero no importaba, porque todo eso había terminado anclado bajo las rocas que la cascada pulía constantemente con sus fuertes y poderosas aguas.
Pero no se conformaría con ello. La naturaleza le había hecho un grandísimo favor, que justamente el momento en que ella se hubiera detenido para estrellarse con la cascada, soltando las cosas y levantando vuelo de nuevo hacia arriba, hubiera provocado un oleaje lo suficientemente fuerte como para que llegara la débil hoguera que la había guiado hasta ese lugar.
Todo había salido perfecto. Y no era de menos. Deseaba con ansias el ver como el extraño se la arreglaría para llegar a su destino sin nada de lo que había llevado para sobrevivir. A menos que claro, intentara meterse bajo las violentas aguas de la cascada en la oscuridad, buscando algo que no se hubiera estropeado por el agua.
Río, río maliciosamente en un tono agudo, como las hadas oscuras. No podía contenerse, y se regocijaba de tan excelente maniobra desde el peñasco donde el agua caía sin contemplaciones hacia el vacío. La desesperación que debía de causar, le daría paz a su alma como hace mucho que no la tenia.
Si, le costaba admitir, pero lo hacia cada cuanto. Admitir que el odio y el dolor que habían arruinado para siempre su existencia, amargándola como a ninguna otra, le había dado la oportunidad para progresar y ser más fuerte. Aunque hubiera tenido que posponer la muerte, que por su lógica, tendría que haber sido en el mismo momento que su madre. Era una señal del destino que ella no había nacido para ser alguien heroico, y que, por lo contrario, estaba siendo iniciada para ser una criatura que debía de moverse sola. Protegerse si es que lo deseaba sola, y hacer solo lo que fuera necesario para sobrevivir. A pesar de que las decisiones que tomaran fueran contra la moral de lo que la sociedad dictaminaba como bien. ¿Pero que podía importar eso a ella? La sociedad le había dado la espalda. Ella no tenía razón alguna para mostrarle su rostro. ¡Y mas aun! Oír los gritos de reclamo, cuando ellos no habían ignorado los suyos de dolor.
Sonrío de manera afilada de nuevo, encendiendo un brillo sanguinario en su mirar. Si es que se habían lucido con el monstruo que habían creado los ángeles. Y tan increíble era, que había llegado a ser subcapitana de Luminis. ¿Proteger a su reino? No era algo que ella realmente le importara. ¿Encontrar la muerte en un combate que expusiera toda su genialidad? Si, empezaba a llamarle la atención. ¿Existir la posibilidad de que finalmente se demostrara que no era simplemente la sombra de su hermano, superándolo? Oh, había caído como un ave en una jaula con eso ultimo. Bueno, quizás también quería proteger a la Reina Adziel. Después de todo había sido de las pocas que se habían comprometido con su enfermiza existencia luego de llegar a sus oídos su historia de vida.
Ahh… Pero eso era otra historia…
Siguió volando, presa de su insomnio y de una mirada llena de fulgor, que pedían cual adicto en abstinencia hacer algo que le diera paz. Y nada le daba más paz, que ver a alguien desdichado por su culpa. Era un sistema en donde la felicidad de uno, pasaba a intercambiarse con su miseria, haciéndola a ella un poco mas radiante en su vivir. Una lógica totalmente perfecta para lo que ya era su trastocada y deteriorada salud mental.
Pero… ¿A quien le robaría su tranquilidad y felicidad? En todo ese paraje oscuro que levemente era iluminada por la luna no había ni un pequeño signo de vida. Mas los animales que dormían, pero molestarlos a ellos no era divertido. Hasta sentía algo de culpa el pensar de hacerles algo. No, no era su estilo. Pero… ¿Entonces de donde sacaría su droga para que pudiera estar bien consigo misma? ¿Donde?
Suspiro con hastío. No quería tener que volver y beber vino hasta que su consciencia se perdiera por esa bebida que solo en los casos más extremos podía lograr hacerla dormir. Y era tantas las veces que ya había recurrido a esa droga que ya no alcanzaba con las mismas dosis para cometer el cometido que buscaba. Es mas, hasta empezaba a hacerse inmune a cualquier contraindicación de su excesivo consumo. Un fiasco total, porque entonces debería empezar a recurrir a otros vicios que no le agradaban tanto como opción para calmar sus nervios.
Pero fue en ese instante que algo la ilumino. Algo que literalmente la había iluminado como una luz de esperanza en aquella locura que poco empezaba a tomar su pecho como el llamado de un adicto a su droga. Una pequeña hoguera que se iluminaba tan cerca de las cascadas le habían hecho sonreír de manera amplia, mientras sus orbes se afilaban con malicia indisimulable.
Bien, el punto ya lo tenía. Un punto brillante, y por lo que su visión que se había acostumbrado a la oscuridad con gran habilidad, noto aun desde la distancia en la que sobrevolaba que había un hombre descansando en aquel lugar. ¿Arruinarle su receso…? No era algo tan grande como lo que podría hacer, pero algo es algo. Bajando un poco más la altura de su vuelo, con discreción, ahora podía observar mejor…
Había varios objetos que estaban tendidos a su alrededor, de manera ordenada, pero sin embargo, expuestos a ser tomados por cualquier lo suficientemente rápido. Sonrío de manera filosa de nueva. ¿Y quien era más rápida en ese lugar que ella? Se regodeo internamente pensando que quienes la conocían, sabían que debían preguntarse dos veces ahora si lo que hubieran visto en el cielo era un rayo o solo ella, Anya East volando.
Bien, sabia exactamente que hacer.
Bajando más aun su vuelo, decidió retroceder un poco, escondiéndose entre los árboles que había en el camino. Pero no sin dejar de volar con su forma angelada. Ahora, sus aleteos comenzaban a acelerarse con fuerza y velocidad increíble. No solo levantando una simple polvareda, sino que moviendo con la fuerza del viento a lo que cerca de ella se encontrara. Y si solo hubiera liberado estática de su cuerpo, habría brillado para el momento exacto en que había pasado al lado de aquel hombrecillo, levantando todas sus cosas en un milisegundo, tarea que se había facilitado porque había dejado una capa ahí, y esta sirvió como suerte de costal al juntar todo, inclusive una especie de bastón muy raro. Pero no importaba, porque todo eso había terminado anclado bajo las rocas que la cascada pulía constantemente con sus fuertes y poderosas aguas.
Pero no se conformaría con ello. La naturaleza le había hecho un grandísimo favor, que justamente el momento en que ella se hubiera detenido para estrellarse con la cascada, soltando las cosas y levantando vuelo de nuevo hacia arriba, hubiera provocado un oleaje lo suficientemente fuerte como para que llegara la débil hoguera que la había guiado hasta ese lugar.
Todo había salido perfecto. Y no era de menos. Deseaba con ansias el ver como el extraño se la arreglaría para llegar a su destino sin nada de lo que había llevado para sobrevivir. A menos que claro, intentara meterse bajo las violentas aguas de la cascada en la oscuridad, buscando algo que no se hubiera estropeado por el agua.
Río, río maliciosamente en un tono agudo, como las hadas oscuras. No podía contenerse, y se regocijaba de tan excelente maniobra desde el peñasco donde el agua caía sin contemplaciones hacia el vacío. La desesperación que debía de causar, le daría paz a su alma como hace mucho que no la tenia.
Anya East- Orden Luminis
- Especie : Pegaso
Ocupación : Subcapitana de Luminis.
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Re: Pasado y Presente...Una mezcla peligrosa.
El sonido del agua caer se volvería una constante que en cualquier momento ensordecería mis oídos y había sido en realidad así, llegó un momento donde mis ojos parecieron cerrarse, estando incluso parado, algunos pasos alejado de mis pertenencias. Mi cabeza había comenzado a inclinarse hacia abajo y hasta no lo pude evitar, un bostezo demasiado perezoso emergió de la propia nada. Pero fue solo un segundo, un maldito segundo donde mi necesidad de descansar fue rota por una suerte de cosquilleo que primeramente comenzó sobre mis dedos, por debajo de mis uñas, para luego trasladarse como un temblor sobre mis manos, pasando por las muñecas y finalmente sobre mis brazos que inevitablemente se habían tensado...Aquellos guantes que no solo portaba, sino que estaban clavados a mi putrefacta carne, habían reaccionado de una manera negativa y alarmante acorde a mis sentidos...No había visto, tampoco había olido algo y sentir a alguien...Era bastante difícil con la molesta carga que debía llevar con el cansancio que tenía encima, pero aquel accesorio y a su vez arma había reaccionado, y si había algo en tantos años de experiencia era que estos jamás se equivocaban cuando había algo que pudiera llegar a ponerlo en peligro. Estos guantes poseían una hermosa perla en medio del dorso, esta era la fuente principal de brillo que a su vez parecía estimular el circular de la energía psíquica sobre los tres caminos que rodeaban y se dirigían a este centro. Así fueron mis manos las que se empuñaron finalmente, mi mirada se abrió de par en par y mis pupilas se contrajeron de tal manera que casi desaparecen. Mi corazón latía con fuerza y mis labios se abrieron para mostrar mis dientes, no dudé, no dudé siquiera un segundo, cuando me voltee lo hice con rapidez, girando de manera violenta sobre mi mismo para extender mi diestra contra aquel árbol donde reposaban mis pertenencias...Ahí fue cuando encontré la sorpresa.
¿Cual había sido el error ajeno? Pensar que las fuertes aguas que descienden se interpusieran con todos mis sentidos. Había llegado a sentir su aletear, todo ese terrible movimiento que incluía la arbolada que había detrás de el último árbol donde descansaban mis pertenencias. Y la había visto y si no fuera por su rapidez también la hubiese interceptado para poder fin a aquellas travesuras que no eran para nada convenientes.
Al voltear había emergido un ajunte violento en forma de orbe que explotaría al chocar contra el árbol, no derribando el mismo, ya que no había sido una gran potencia la que había proyectado, pero si había dejado una interesante erosión calurosa, un daño inquebrantable, tanto que una misma descarga en estos momentos no quedaría en píe ese fiel centinela. Como había de pensar de su copa había animales, pájaros preferentemente que salieron volando, con miedo, alertados por ese olor a quemado que comenzaría a inundar el ambiente, fueron hasta los insectos capaces de correr de ahí, pero eso no era razón de satisfacción. Todo ¡Absolutamente todo! Esa criatura me había arrebatado, y era obvio que no podría siquiera cerrar mis ojos sin tener la seguridad de que esas cosas únicas en todos los reinos estaban a salvo y a mi lado.
- Como pude ser tan imprudente...-Mi voz escapaba junto a mis pensamientos. había quizás sido un error mantenerme a esa distancia de mis pertenencias, dame la libertad de pensar y relajarme...¿Que carajo había ocurrido con la antigua Sairou? Sabía que había criaturas traviesas pero ¿Tan maliciosas como para arrojar las pertenencias de uno al río? No tenía mucho tiempo para buscar al responsable, no al menos hasta poder recuperar mi alabarda y mis prendas. Rápidamente me dirigí a la pequeña depresión que parecía hacer de orilla al río que era conformado por las aguas sagradas. El brillo de mis guantes era una ventaja pero necesitaba un poco más de luz, por unos segundos, sabía que su alabarda no llegaría muy lejos, ya que prácticamente estaba conectada con el, pero sus prendas eran un caso distinto.
Mis pies se adhirieron a la nada profunda orilla, mi diestra se entreabrió para dejar que el circuito psíquico terminara nuevamente sobre la yema de mis dedos, creando así una pequeña corriente celestina que se centró sobre la palma de mi mano, formando así una pequeña orbe blanca que apretaría con la diestra , liberando así la energía lumínica sobre mi horizonte y las aguas donde había podido ver que habían caído mis pertenencias. Milagrosamente mi capa se había aferrado a una musgosa piedra donde podría hacer algo de soporte. Una cascada y una caldera de diablo...Me lancé, sin siquiera dudas para poder guiarme casi en la ceguera hacia esa misma posición.
La corriente era terrible, la fuerza que tuve que lograr fue para poder trasladarme hacia aquel pilar, teniendo que sufrir algunos males, como por ejemplo algunos golpes sobre mis piernas contra algunas rocas y claro la muy difícil maniobra entre un camino de piedras resbalosas, pero lo había logrado, había llegado y tomando aquella prenda que se había quedado casi sobre las torrenciales aguas de la cascada. Tal y como había entrado tuve que salir, aunque ya mi visión se hubiese vuelto dificultosa debido a que la energía psíquica se había dispersado rápidamente, contando solo con la luminiscencia de mis manos.
Habrían de pasar un par de minutos cuando finalmente pudiera tocar la orilla nuevamente, mojado, como si hubiese sido bautizado. Mi capa parecía menos que un trapo, cosa que no podía tener ya mucho valor, solo el que yo mismo podía darle. Aprovechando su condición me tomé la libertad de poder atarla a mi torso. ahora con la carga de mi ropa tuve que seguir por el paso más importante, la alabarda.
Mis pasos, seguidos por una respiración algo agitado, comenzaron a bordear la orilla de este río hasta que el mismo se formaba como una linea delgada y menos profunda. Ahí era donde podía sentir con fuerza mi arma, en su forma desactivada me había podido enterar que estaba trabada, al repetir el mismo accionar para lograr algo de iluminación me había enterado que había unas piedras bien puestas allí, Tuve que adentrar mis pies para poder tomar con mi zurda dicha arma. Con fuerza la empuñé y me decidí a cruzar todo el río para poder acabar del otro lado donde por gracia del Destino mi sombrero se encontraba, reposando contra un nuevo roble, casi como si no tuviera fuerza para levantarse.
Había sido terrible la lucha, pero finalmente me tomé el derecho de sentarme, junto a las tres pertenencias que había recuperado. Mi espalda cayó contra la corteza de ese nuevo árbol, mi sombrero descansaba sobre mi diestra como mi capa que aún seguía rodeando mi cintura. La zurda traía consigo aquel cilindro y mi cara...Lo único que traía era un rostro agobiado, una mirada celeste cubierta por los mechones de cabellos que caían debido al agua. Hacía algo de frío, mi piel lo demostraba, pero necesitaba algo de aliento...Y por último tratar de visualizar a aquellas cosas que fue culpable de esa travesura que de tropezarme o caer en error pudo costarme la vida.
¿Cual había sido el error ajeno? Pensar que las fuertes aguas que descienden se interpusieran con todos mis sentidos. Había llegado a sentir su aletear, todo ese terrible movimiento que incluía la arbolada que había detrás de el último árbol donde descansaban mis pertenencias. Y la había visto y si no fuera por su rapidez también la hubiese interceptado para poder fin a aquellas travesuras que no eran para nada convenientes.
Al voltear había emergido un ajunte violento en forma de orbe que explotaría al chocar contra el árbol, no derribando el mismo, ya que no había sido una gran potencia la que había proyectado, pero si había dejado una interesante erosión calurosa, un daño inquebrantable, tanto que una misma descarga en estos momentos no quedaría en píe ese fiel centinela. Como había de pensar de su copa había animales, pájaros preferentemente que salieron volando, con miedo, alertados por ese olor a quemado que comenzaría a inundar el ambiente, fueron hasta los insectos capaces de correr de ahí, pero eso no era razón de satisfacción. Todo ¡Absolutamente todo! Esa criatura me había arrebatado, y era obvio que no podría siquiera cerrar mis ojos sin tener la seguridad de que esas cosas únicas en todos los reinos estaban a salvo y a mi lado.
- Como pude ser tan imprudente...-Mi voz escapaba junto a mis pensamientos. había quizás sido un error mantenerme a esa distancia de mis pertenencias, dame la libertad de pensar y relajarme...¿Que carajo había ocurrido con la antigua Sairou? Sabía que había criaturas traviesas pero ¿Tan maliciosas como para arrojar las pertenencias de uno al río? No tenía mucho tiempo para buscar al responsable, no al menos hasta poder recuperar mi alabarda y mis prendas. Rápidamente me dirigí a la pequeña depresión que parecía hacer de orilla al río que era conformado por las aguas sagradas. El brillo de mis guantes era una ventaja pero necesitaba un poco más de luz, por unos segundos, sabía que su alabarda no llegaría muy lejos, ya que prácticamente estaba conectada con el, pero sus prendas eran un caso distinto.
Mis pies se adhirieron a la nada profunda orilla, mi diestra se entreabrió para dejar que el circuito psíquico terminara nuevamente sobre la yema de mis dedos, creando así una pequeña corriente celestina que se centró sobre la palma de mi mano, formando así una pequeña orbe blanca que apretaría con la diestra , liberando así la energía lumínica sobre mi horizonte y las aguas donde había podido ver que habían caído mis pertenencias. Milagrosamente mi capa se había aferrado a una musgosa piedra donde podría hacer algo de soporte. Una cascada y una caldera de diablo...Me lancé, sin siquiera dudas para poder guiarme casi en la ceguera hacia esa misma posición.
La corriente era terrible, la fuerza que tuve que lograr fue para poder trasladarme hacia aquel pilar, teniendo que sufrir algunos males, como por ejemplo algunos golpes sobre mis piernas contra algunas rocas y claro la muy difícil maniobra entre un camino de piedras resbalosas, pero lo había logrado, había llegado y tomando aquella prenda que se había quedado casi sobre las torrenciales aguas de la cascada. Tal y como había entrado tuve que salir, aunque ya mi visión se hubiese vuelto dificultosa debido a que la energía psíquica se había dispersado rápidamente, contando solo con la luminiscencia de mis manos.
Habrían de pasar un par de minutos cuando finalmente pudiera tocar la orilla nuevamente, mojado, como si hubiese sido bautizado. Mi capa parecía menos que un trapo, cosa que no podía tener ya mucho valor, solo el que yo mismo podía darle. Aprovechando su condición me tomé la libertad de poder atarla a mi torso. ahora con la carga de mi ropa tuve que seguir por el paso más importante, la alabarda.
Mis pasos, seguidos por una respiración algo agitado, comenzaron a bordear la orilla de este río hasta que el mismo se formaba como una linea delgada y menos profunda. Ahí era donde podía sentir con fuerza mi arma, en su forma desactivada me había podido enterar que estaba trabada, al repetir el mismo accionar para lograr algo de iluminación me había enterado que había unas piedras bien puestas allí, Tuve que adentrar mis pies para poder tomar con mi zurda dicha arma. Con fuerza la empuñé y me decidí a cruzar todo el río para poder acabar del otro lado donde por gracia del Destino mi sombrero se encontraba, reposando contra un nuevo roble, casi como si no tuviera fuerza para levantarse.
Había sido terrible la lucha, pero finalmente me tomé el derecho de sentarme, junto a las tres pertenencias que había recuperado. Mi espalda cayó contra la corteza de ese nuevo árbol, mi sombrero descansaba sobre mi diestra como mi capa que aún seguía rodeando mi cintura. La zurda traía consigo aquel cilindro y mi cara...Lo único que traía era un rostro agobiado, una mirada celeste cubierta por los mechones de cabellos que caían debido al agua. Hacía algo de frío, mi piel lo demostraba, pero necesitaba algo de aliento...Y por último tratar de visualizar a aquellas cosas que fue culpable de esa travesura que de tropezarme o caer en error pudo costarme la vida.
Gabriel Magnus- Asociación de Magos
- Especie : Hechicero
Ocupación : Capitán
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Re: Pasado y Presente...Una mezcla peligrosa.
La diversión acababa de empezar. Porque simplemente las cosas no podrían haber quedado en el hecho de que su jugarreta había tenido un éxito incomparable. Aunque eso si. Su corazón aun palpitaba un poco nervioso por lo que acababa de suceder unos segundos antes… ¿Quién hubiera dicho que este extraño habría sido capaz de lograr detectar su venida? No quería pensar ni profundizar en lo que podría haber pasado si hubiera, por algún infortunio del destino lograr atraparla. Un árbol era inocente victima y testigo de lo que le habría pasado de no haber sido mas rápida que el mismismo viento.
Pero, no tenía porque importarle ya. Todo había resultado tal como lo planeaba. Las cosas que había logrado tomar por un segundo, caían al abandono inminente sobre las bruscas y salvajes aguas que la cascada del bosque Silverpine podía llegar a ofrecer. Si, eso era suficiente para que pudiera darle la paz que necesitaba, estaría bien. Pero claro, eso llegaría cuando pudiera al ver al fin la desesperación del viajero, aunque de ahí en más, nada empezaría a salir como ella, en su momento, lo habría visualizado.
Si, había reído apenas consumada su acción, pero no había recibido paz interior de manera instantánea. Debía esperar ver como el viajante se desesperaba ante la acción, y aunque de buenas a primera, los primeros segundos lo hizo, algo no la terminaba de convencer del todo. Se asomo un poco desde el peñasco, tratando de visualizar que era lo que hacia su improvisada victima en aquel paraje que nadie acudía de noches. Sus ojos rojos, resaltaban furiosos a la luz de la luna, mientras observaba con algo de molestia el desarrollo de un fenómeno que ella nunca había podido admirar en su vida.
Los guantes, o lo que al menos eso creía que era, que había lanzado al río, brillaban, guiando a su dueño a su ubicación, delatando en ese momento, al hombre con la virtud de la magia. De igual modo, la capa que en su momento le habían servido como suerte de costal, había en ese instante ayudado a su dueño a mantenerse estable, o mínimamente, mientras se acercaba con extremo cuidado a las furiosas aguas que, cómplices de su maldad, escondían aun mas las otras pertenencias. Pero, no cabía dentro de toda su sorpresa, al ver la decisión del extranjero al lanzarse sin contemplaciones hacia la desembocadura de la cascada. Sus orbes se abrieron en exceso, sorprendida, y porque no… ¿Preocupada?
Anya era un ser lleno de malicia, con ansias de hacer catarsis de su dolor y desatención a través de bromas. Que aunque podían a llegar algo inofensivo, era capaz de llevarlas a extremos inimaginados. Era, también un ser que disfrutaba de las batallas, y toda ocasión que le acercara un paso a la muerte. Pero, es alguien, que en definitiva jamás llegaría a buscar la muerte de un tercero, mientras las condiciones de la situación fueran una broma. La pegaso, en efecto, sabía que dentro de si, no podría cargar nunca con la muerte de alguien a sus manos. El suicidio de su madre, del cual se culpabilizada cada día al despertarse y cada noche al dormir, era suficiente para su miserable existencia.
Extendió sus alas, de manera amenazante, mirando de nuevo hacia abajo, intentando dilucidar si es que el hombre había caído entre las violentas e impasibles aguas que la cascada producía, aun vivía. Pero, las bajo un poco al ver que este, en muy buena forma, lograba enfrentarlas. Si, no podía esperar menos de un mago, o hechicero, o brujo, fuera lo que fuese. Sonrío otra vez, no tan marcadamente, pero si quizás algo molesta, y porque no decirlo, envidiosa. No creía que fuera tan justo el haber equipado con un don tan grande e increíble como podía ser la magia, a seres tan frágiles como era la raza humana en si. No por eso, consideraba que los humanos eran inferiores. No, al contrario. Desde su debilidad podían levantarse mejor que nadie.
Muy a su pesar, debía admitir que solo hechiceros, magos y brujos eran capaces de explotar la magia en su máximo esplendor a pesar de la fragilidad de sus cuerpos y de su vida misma. ¿Magia angelical, demoníaca? Era basura, y solo tenían renombre por el tiempo que sus usuarios tenían de vida para engrandecerlas. Solo un unicornio podría competir en la batalla por la coronación de ser mágico mas poderoso. ¿Pero porque divagaba esto? Muy simple. Porque le daba cierto malestar pensar que ella había llegado hasta donde estaba a base de transpiración, sangre y cicatrices, solo para demostrar que valía. Sin embargo, otras criaturas, como alguien que no quería recordar, era idolatrada como un dios terrestre, solo por tener un cuerno además de alas. Por tener magia latente que ni siquiera usaba. Chasqueo su lengua, mordiéndose los labios hasta que saboreo un poco de su sangre.
No quería pensar en ello. No sabía porque aquel hombre le había llevado a pensar cosas tan lejanas de lo que tenía en frente. Es mas, hasta por un momento un pequeño pensamiento la impulsaba a lanzarse desde allí arriba, y ahogarse entre las violentas olas llenas de bruma que producía la cascada y las rocas resbalosas que ocultaba bajo su frenético manto.
Tanta abrumación dentro de si, la había dejado ciega por instantes. Era justamente cuando volvió a levantar su vista, ya encontrándose a su victima del día, tirado en la orilla. Empapado, y visiblemente exhausto por la lucha de recuperar sus pertenencias, o al menos algunas. Lo pensó de nuevo, ladeando un poco su rostro, y tocándose su mentón con sus finos, largos y suaves dedos, demasiado suaves para una deportista. Quizás, y solo quizás esa ocasión se había sobrepasado un poco en la broma. La culpa definitivamente no era algo que llegaría a admitir abiertamente y de manera sincera en ningún momento. No era su estilo, ella no se disculparía honestamente de ese modo. Los errores no se reparaban con palabras a su ver. Solo acciones.
Ya, se había sentido algo iluminada en ese momento. ¿Pero iluminada por que? La luz celestial no era algo que hiciera que sus ojos se volvieran medio azules. No, porque la bendición de un dios misericordioso en ella era algo prohibido para su alma tan corrupta por el dolor de estar viva. Solo, y solo por ese segundo sintió que debía de reparar un poco por la broma hecha. Después de todo, el moribundo que yacía cerca de la orilla del rió, era su responsabilidad, su creación por cierto modo decirlo. Algo que no disfrutaba si estaba así, tan estático. Lagrimas e incluso insultos le hubieran caído mejor a su humor, pero no. Solo estaba ahí, respirando.
Volvió a extender sus alas, más decidida que la vez anterior. Observo desde arriba, buscando algo con su mirada afilada. Sonrío con satisfacción al encontrar aquello, cual halcón que encontraba un conejo. Camino hacia el borde, sin titubear un segundo, a la vez que se lanzaba casi como un clavado al aire, como si ignorara que abajo había solo rocas. Su gracia era inigualable cuando se trataba de permanecer en el aire. Por un momento, el contraste de su silueta cayendo frente al agua, de forma libre, mientras sus alas se desplegaban de manera fina, parecía ser solo una danza entre ella y el viento.
Pero el impulso de aire que la rodeaba era lo más impactante. Casi envolviéndola, como un escudo invisible pero que estaba, se acerco cerquisima del agua, con tanta intensidad que esta se abrió, como acto bíblico. Aun mas rápida, casi como un haz de luz que venia y desaparecía, volaba de nuevo arriba. Celosa de sus plumas con las gotas de agua que amenazantes se levantaban. El agua, su enemigo mortal. Plumas mojadas no vuelan ni cortan, y solo la dejaban con una espada que era capaz de electrocutarla de estar empapada.
Pero, su botín estaba en sus manos. ¿Qué botín? Era poco, pero algo que había rescatado. Un sombrero mojado y una cantimplora que había resistido con valentía el movimiento de la cascada. Sonrío satisfecha consigo misma. Ahora…
¿Qué haría?
Se encontraba tan solo a metros de su victima, de la cual no sabía a ciencia cierta si seguía consciente. Quería devolverle esas cosas, y decir algo... Algo que pensaría si es que se animaba a acercarse. Aun tenía en mente el daño que le había provocado al árbol, destruyendo el hogar de unos cuantos animales. Eso, eso si que era vil.
-Tsk...- Musito, probando si estaba despierto.
Pero, no tenía porque importarle ya. Todo había resultado tal como lo planeaba. Las cosas que había logrado tomar por un segundo, caían al abandono inminente sobre las bruscas y salvajes aguas que la cascada del bosque Silverpine podía llegar a ofrecer. Si, eso era suficiente para que pudiera darle la paz que necesitaba, estaría bien. Pero claro, eso llegaría cuando pudiera al ver al fin la desesperación del viajero, aunque de ahí en más, nada empezaría a salir como ella, en su momento, lo habría visualizado.
Si, había reído apenas consumada su acción, pero no había recibido paz interior de manera instantánea. Debía esperar ver como el viajante se desesperaba ante la acción, y aunque de buenas a primera, los primeros segundos lo hizo, algo no la terminaba de convencer del todo. Se asomo un poco desde el peñasco, tratando de visualizar que era lo que hacia su improvisada victima en aquel paraje que nadie acudía de noches. Sus ojos rojos, resaltaban furiosos a la luz de la luna, mientras observaba con algo de molestia el desarrollo de un fenómeno que ella nunca había podido admirar en su vida.
Los guantes, o lo que al menos eso creía que era, que había lanzado al río, brillaban, guiando a su dueño a su ubicación, delatando en ese momento, al hombre con la virtud de la magia. De igual modo, la capa que en su momento le habían servido como suerte de costal, había en ese instante ayudado a su dueño a mantenerse estable, o mínimamente, mientras se acercaba con extremo cuidado a las furiosas aguas que, cómplices de su maldad, escondían aun mas las otras pertenencias. Pero, no cabía dentro de toda su sorpresa, al ver la decisión del extranjero al lanzarse sin contemplaciones hacia la desembocadura de la cascada. Sus orbes se abrieron en exceso, sorprendida, y porque no… ¿Preocupada?
Anya era un ser lleno de malicia, con ansias de hacer catarsis de su dolor y desatención a través de bromas. Que aunque podían a llegar algo inofensivo, era capaz de llevarlas a extremos inimaginados. Era, también un ser que disfrutaba de las batallas, y toda ocasión que le acercara un paso a la muerte. Pero, es alguien, que en definitiva jamás llegaría a buscar la muerte de un tercero, mientras las condiciones de la situación fueran una broma. La pegaso, en efecto, sabía que dentro de si, no podría cargar nunca con la muerte de alguien a sus manos. El suicidio de su madre, del cual se culpabilizada cada día al despertarse y cada noche al dormir, era suficiente para su miserable existencia.
Extendió sus alas, de manera amenazante, mirando de nuevo hacia abajo, intentando dilucidar si es que el hombre había caído entre las violentas e impasibles aguas que la cascada producía, aun vivía. Pero, las bajo un poco al ver que este, en muy buena forma, lograba enfrentarlas. Si, no podía esperar menos de un mago, o hechicero, o brujo, fuera lo que fuese. Sonrío otra vez, no tan marcadamente, pero si quizás algo molesta, y porque no decirlo, envidiosa. No creía que fuera tan justo el haber equipado con un don tan grande e increíble como podía ser la magia, a seres tan frágiles como era la raza humana en si. No por eso, consideraba que los humanos eran inferiores. No, al contrario. Desde su debilidad podían levantarse mejor que nadie.
Muy a su pesar, debía admitir que solo hechiceros, magos y brujos eran capaces de explotar la magia en su máximo esplendor a pesar de la fragilidad de sus cuerpos y de su vida misma. ¿Magia angelical, demoníaca? Era basura, y solo tenían renombre por el tiempo que sus usuarios tenían de vida para engrandecerlas. Solo un unicornio podría competir en la batalla por la coronación de ser mágico mas poderoso. ¿Pero porque divagaba esto? Muy simple. Porque le daba cierto malestar pensar que ella había llegado hasta donde estaba a base de transpiración, sangre y cicatrices, solo para demostrar que valía. Sin embargo, otras criaturas, como alguien que no quería recordar, era idolatrada como un dios terrestre, solo por tener un cuerno además de alas. Por tener magia latente que ni siquiera usaba. Chasqueo su lengua, mordiéndose los labios hasta que saboreo un poco de su sangre.
No quería pensar en ello. No sabía porque aquel hombre le había llevado a pensar cosas tan lejanas de lo que tenía en frente. Es mas, hasta por un momento un pequeño pensamiento la impulsaba a lanzarse desde allí arriba, y ahogarse entre las violentas olas llenas de bruma que producía la cascada y las rocas resbalosas que ocultaba bajo su frenético manto.
Tanta abrumación dentro de si, la había dejado ciega por instantes. Era justamente cuando volvió a levantar su vista, ya encontrándose a su victima del día, tirado en la orilla. Empapado, y visiblemente exhausto por la lucha de recuperar sus pertenencias, o al menos algunas. Lo pensó de nuevo, ladeando un poco su rostro, y tocándose su mentón con sus finos, largos y suaves dedos, demasiado suaves para una deportista. Quizás, y solo quizás esa ocasión se había sobrepasado un poco en la broma. La culpa definitivamente no era algo que llegaría a admitir abiertamente y de manera sincera en ningún momento. No era su estilo, ella no se disculparía honestamente de ese modo. Los errores no se reparaban con palabras a su ver. Solo acciones.
Ya, se había sentido algo iluminada en ese momento. ¿Pero iluminada por que? La luz celestial no era algo que hiciera que sus ojos se volvieran medio azules. No, porque la bendición de un dios misericordioso en ella era algo prohibido para su alma tan corrupta por el dolor de estar viva. Solo, y solo por ese segundo sintió que debía de reparar un poco por la broma hecha. Después de todo, el moribundo que yacía cerca de la orilla del rió, era su responsabilidad, su creación por cierto modo decirlo. Algo que no disfrutaba si estaba así, tan estático. Lagrimas e incluso insultos le hubieran caído mejor a su humor, pero no. Solo estaba ahí, respirando.
Volvió a extender sus alas, más decidida que la vez anterior. Observo desde arriba, buscando algo con su mirada afilada. Sonrío con satisfacción al encontrar aquello, cual halcón que encontraba un conejo. Camino hacia el borde, sin titubear un segundo, a la vez que se lanzaba casi como un clavado al aire, como si ignorara que abajo había solo rocas. Su gracia era inigualable cuando se trataba de permanecer en el aire. Por un momento, el contraste de su silueta cayendo frente al agua, de forma libre, mientras sus alas se desplegaban de manera fina, parecía ser solo una danza entre ella y el viento.
Pero el impulso de aire que la rodeaba era lo más impactante. Casi envolviéndola, como un escudo invisible pero que estaba, se acerco cerquisima del agua, con tanta intensidad que esta se abrió, como acto bíblico. Aun mas rápida, casi como un haz de luz que venia y desaparecía, volaba de nuevo arriba. Celosa de sus plumas con las gotas de agua que amenazantes se levantaban. El agua, su enemigo mortal. Plumas mojadas no vuelan ni cortan, y solo la dejaban con una espada que era capaz de electrocutarla de estar empapada.
Pero, su botín estaba en sus manos. ¿Qué botín? Era poco, pero algo que había rescatado. Un sombrero mojado y una cantimplora que había resistido con valentía el movimiento de la cascada. Sonrío satisfecha consigo misma. Ahora…
¿Qué haría?
Se encontraba tan solo a metros de su victima, de la cual no sabía a ciencia cierta si seguía consciente. Quería devolverle esas cosas, y decir algo... Algo que pensaría si es que se animaba a acercarse. Aun tenía en mente el daño que le había provocado al árbol, destruyendo el hogar de unos cuantos animales. Eso, eso si que era vil.
-Tsk...- Musito, probando si estaba despierto.
Anya East- Orden Luminis
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