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Encuentro Secreto [privado Adziel]

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Mensaje por Arok Mar Feb 14, 2012 4:00 pm

Al fin, el día llego. El trabajo le tenia bastante atrapado últimamente, pero el dragón pudo huir momentáneamente para llegar a el sitio de siempre, tras esas cascadas, en Sairou. No le gustaba la idea de ocultar todo eso del mundo, solo quería hacer libremente lo que le rogaba su corazón, pero sabia bien las consecuencias que podría conllevar para ella el conocimiento de tal relación... y no podía permitirse eso.

Las cascadas de Silverpine eran hermosas, y, tras una de ellas, se ocultaba el lugar perfecto para el encuentro: Una cueva tras una de ellas, seca, que era completamente invisible desde afuera, donde nadie podría escucharlos ni verlos. Ahí se encontraron por primera vez, hace ya tanto... y ahí llevaron a cabo varios encuentros mas, siempre que podían. El mensajero había llegado algo apurado en esta oportunidad, solo dijo que ella quería que se encontraran lo antes posible.

Era un sitio precioso; la luz que pasaba a través de el agua de la cascada, daba un efecto un tanto extraño que jugaba con las luces y sombras, y una mínima brisa venia del fondo lejano de la caverna, que probablemente terminaba tras alguna otra cascada mas. Pocas veces uno podría ver algo tan...

Tomo asiento en una roca plana que estaba cerca de la entrada, y se quedo esperando a Adziel. Calculaba que por esos momentos, el mensajero estaría ya llegando de nuevo a la ciudad, a pocos momentos de llegar con ella y decirle donde ir. -Que felicidad- Pensó, en fin; -Ya hacia mucho tiempo desde la ultima vez... no puedo esperar a su llegada.-.
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Mensaje por Adziel Miér Feb 15, 2012 3:50 am

Las cosas se complicaban cada vez más en el castillo. Desde lo ocurrido con Elaynel su mente no había tenido descanso. Estaba triste, sin fuerzas y preocupada. La partida de su querida amiga había dejado un enorme vacío en su corazón y un dolor inexplicable, no sólo por la traición sino porque le faltaba ese ser que había tenido a su lado durante tanto tiempo, a esa hermana que siempre estaba con ella y escuchaba todos sus problemas. Ya nada era lo mismo. ¿A quién podría contarle las vivencias que ahora ocultaba? Pasaría tiempo antes de que encontrara a otra persona como ella. En el transcurso de ese tiempo había perdido a varias personas importantes en su vida, y la partida de sus dos hermanas fue la que más dolor les causó. Sin ellas volvía a convertirse en una carcasa incapaz de demostrar sentimiento alguno y por más que quisiera evitar tal hecho, le era complicado hacerlo por simple miedo; miedo de que la abandonaran una vez más luego de abrir su corazón, miedo de sentir como el mismo era pisoteado incontables veces. Y ¿quién sería lo suficientemente confiable para ocupar el puesto que al arcángel perdió? Debía encontrar a alguien, pero sabía que nada cambiaría. Recordaría el pasado como siempre lo hacía y tendría constantes noches sin poder dormir como hasta ese momento. Nadie sabía lo que realmente estaba pasando la reina y ella simplemente debía mostrarse fuerte y encerrar en su corazón todos los sentimientos amargos que estaba experimentando.

Sin embargo, había una pequeña luz al final del oscuro camino que estaba cruzando. Temía que la historia volviera a repetirse una vez más y que perdiera a ese ser que le había hecho revivir sentimientos que creyó haber perdido hacía tiempo. No podía esperar para verlo nuevamente, mas la situación que ambos atravesaban hacía todo más difícil. Vivían en reinos que se consideraban enemigos. Él era uno de los tantos oficiales de la Orden Flor de Loto, y si bien era una orden contraria a la de la Reina, era habitante de ese reino. Nadie podía asegurar que él no la estuviera engañando, pero ella creía ciegamente en él a pesar de todo, o más bien quería hacerlo. A pesar de sus dudas, la hacía feliz. Verlo esas pocas horas la llenaba más que cualquier otra grata noticia. Desde que lo conoció quedó embelezada por todo su ser. Era una persona bondadosa y amable que le brindaba lo poco que ella necesitaba. Cada vez sentía la necesidad de verlo más seguido, pero salir del castillo sola era imposible. La seguridad se había vuelto más estricta y rigurosa. Controlaban cada uno de los movimientos de quienes salían y quienes entraban. Cada vez que intentaba salir a tomar un respiro luego de terminar con los papeleos diarios, los guardias la acompañaban. Estaba cansada, fastidiada por todo. Quería ser libre, pero siendo la reina no podía darse ese lujo. A regañadientes había aceptado su destino; aquél que la ataba con cadenas a Sairou y a sus habitantes.

Ese día volvería a escapar y nada ni nadie podría evitarlo. Había preparado un nuevo encuentro después de tanto tiempo, y lo único que restaba era esperar la llegada del mensajero y el inicio de una de las tantas reuniones que los guardias tenían con los miembros de la orden. Diría que no podría asistir, que no se sentía bien y que quería descansar. De esa forma nadie la molestaría y podría esperar en su habitación hasta que el joven diera la luz verde. Y eso ocurrió. Después de horas de larga espera encerrada en sus aposentos, el mensajero llegó. Adziel aguardaba ya preparada para salir y Fenrir descansaba en su interior para evitar cualquier contratiempo. El mensajero la guió por unos pasadizos que había encontrado tiempo atrás. Todo era perfecto puesto que nadie podría descubrirla. Ambos ángeles se abrieron paso con cuidado por los oscuros pasillos que formaban el escondrijo y que conectaban con unas cuevas rocosas que no estaban muy lejos de la reja que limitaba el terreno perteneciente al castillo. Una vez afuera, se aseguraron de que nadie los viera y poco después de agradecerle al mensajero por sus servicios, la arcángel cubrió su rostro con la capucha de su túnica negra y emprendió el vuelo hasta las cascadas. No tardó mucho en llegar y antes de acercarse al lugar para poder ingresar en las cuevas, se cercioró de que nadie la siguiera. Estaba a un paso de ver a la persona que tanto quería. Ansias, nervios y felicidad eran todo lo que sentía en ese mismo momento, tanto que entró a la cueva tan rápido que su mente no había logrado procesar sus acciones. —Arok... —murmuró eufórica cuando lo vio sentado en la roca. Estaba temblando, no por el frío ambiente de la cueva sino por el simple hecho de tenerlo frente a ella. Se quedó estática en su lugar aún trataba de tranquilizarse. Se sentía tan débil cuando estaba frente a él. Dejaba que esa barrera impenetrable y esa mirada seria se esfumaran en segundos. —Arok, viniste... —volvió a decir en un tono bajo. Estaba feliz y no podía creer que al fin podía verlo después de tanto tiempo...
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Mensaje por Arok Miér Feb 15, 2012 7:37 pm

Espero... y espero... y espero... un largo rato se mantuvo, esperando la llegada de Adziel, su amor... Y en tanto reflexionaba y se convencía, como casi cada mañana debía hacer, de mantener el secreto de esta relación; ella era una reina, de un reino enemigo, arriesgando demasiado por verle a el, un simple teniente de una orden. Tal vez el estar juntos no era una buena idea... pero no podía dejarla ir, simple y llanamente. Sentía que ella le necesitaba... No podría vivir consigo mismo si la dejaba atrás. Ademas, con ella se sentía sumamente feliz. La vida muchas veces solía sonreirle, pero con la llegada de Adziel... Sin duda, su deuda con los cielos estaba ya por las nubes. Y mientras esto en su mente resonaba, las cascadas con su continua caída formaban una estruendosa y desorganizada melodía, que marcaba el ritmo de su espera. Y espero, y espero, con esa melodía resonando en su cabeza, como marcando el compás de sus pensamientos; y espero mas, y mas, mientras se terminaba de convencer, por millonésima vez seguramente, de seguir ocultando esto que vivía. Y aun siguió esperando mas, los minutos se le hacían eternos, cuando se interponían entre su llegada a la cueva y la llegada de ella. Tras unas horas -o minutos, realmente el tiempo ya no era importante- de silencio mental, empezaron, como siempre, a surgir de su mente dudas... dudas que le obligaban de nuevo a auto convencerse de que hacían lo mejor. Pero ya era cada vez mas difícil esto; estas dudas eran cada vez mayores, cada vez mas fuertes, y no sabia cuanto mas podría soportar hasta hartarse ya y necesitar decir a alguien sobre este secreto...

Y entonces, un sonido le alerto. Un aleteo continuo, que se dirigía hacia la cueva. Ese sonido que ya tan bien reconocía; se trataba de ella. Nadie mas volaba de esa manera, podría haberla reconocido entre otros miles de ángeles solo con eso. Siguió sentado; necesitaba concentrarse. Con rapidez intentaba acallar sus dudas y serenarse, mientras el tiempo parecía haberse invertido; ahora los minutos que parecían horas, pasaban en menos de un parpadeo, mientras ella se acercaba cada vez mas a la entrada de la cueva. A frenética velocidad, lo consiguió, momento en que ella estaba ya al otro lado de esa pared de agua. Ya tranquilo, miro hacia la entrada con una sonrisa amable, y una mirada calma, mientras su corazón se aceleraba al ver entrar a la mujer que tanto adoraba. Su dulce voz encanto sus sentidos tras solo escucharla. -De ningún modo me lo habría perdido, Adziel...- Dijo, amablemente, mientras se ponía de pie con algo de lentitud. Le miraba esos hermosos ojos que desde un principio le habían hipnotizado; y con mirarlos, venia a su mente ese momento hace largos años en que la conoció... el mejor momento de su vida. Fue en ese mismo sitio, y de hecho, el también estaba sentado en el mismo lugar en ese entonces, antes de pertenecer a Flor de Loto. En ese entonces ella no era en nada como ahora. La seriedad de antes, que la hacia ver como alguien tan importante como era, con los años fue reemplazada por una mucho mas... diferente, no hay mejor manera de explicarlo. No recordaba bien que hacia el ahí en primer lugar... aunque supuso seria una salida para meditar, o algo por el estilo. Tampoco recordaba bien las razones por las que ella llego, solo que parecía algo impresionada al verlo. Y con razón.

En fin, una mirada fue mas que suficiente; desde un principio se llevaron bastante bien. Y siguieron viéndose, de una forma u otra, en esas cavernas; poco a poco su relación iba creándose, poco a poco lograba abrir el corazón de la bella dama, hasta que ya no pudieron ocultarse mas lo que sentían... y siguieron viéndose a partir de aquí. El acudía casi cada día a la caverna, esperando la llegada de ella. No había día en que no pensara en ella; y seguramente, a ella le sucedía lo mismo. Pero... los tiempos de a poco les separaban. El se unió a Flor de Loto, en pos de la justicia en su reino; pero era un trabajo de tiempo completo que le dejaba pocos momentos para ir hacia allí. Y la seguridad de Sairou se había vuelto mas estrictas, por motivos que desconocía el, de modo que ella tampoco lo tenia muy fácil... Pero eso no los detendría. Los encuentros diarios se convirtieron en semanales; luego en mensuales, y luego, era una suerte si cada 2 o 3 meses podían verse. La espera era difícil, la extrañaba todo día que no la veía. Tal vez hubiera sido mas simple si revelaban la verdad al mundo sobre ellos, ¿o no?... Pero no podían hacerlo. No debían, al menos no por ahora.

Volviendo al presente ya... El la miraba a los ojos, con gran alegría, y se le acerco de a poco, sonriendo, mientras le decía: -No creo que pudiera soportar mas tiempo separado de ti...-.


Última edición por Arok el Miér Mar 07, 2012 7:38 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Adziel Dom Feb 19, 2012 10:02 am

Ambos ocultaban el mayor de los secretos y ninguno se sentía seguro si se lo contaba a alguien más. Era entonces un secreto que sólo ellos compartían. ¿Quién podría ser lo bastante confiable para guardar aquello y llevárselo hasta la tumba de ser necesario? Cuando se formulaba esa pregunta, la única imagen que aparecía en la mente de la arcángel era la de Elaynel, pero ya no estaba a su lado, y quien tenía conocimiento de la situación era una criatura que nunca podría hablar. Irónico, ¿no? Nunca podría decirle a Adziel si lo que hacían estaba bien o mal, ese hecho fue el punto de partida que le demostró a la joven que la presencia del lobo no bastaba. Era su compañero y su protector, y a pesar de su aguda inteligencia, era como la mascota de cualquier otro niño. Si no hubiera sido por su título, habría podido tener más amigos y blanquear su relación con el joven dragón. Entonces ¿por qué debía vivir de esa forma? ¿Cómo serían las cosas si ella no fuera la Reina? Nadie podría asegurarlo con certeza, pero probablemente otra persona estaría sufriendo lo mismo que ella.

No soportaba la idea de estar lejos de quien tanto amaba. Quería confesarle al mundo lo que sentía para poder encontrarse con Arok a plena luz del día en cualquier rincón del mundo sin que nadie los juzgara o comenzara a dudar de su relación. ¿Que podrían hacer? Ni ella lo sabía. Estaba atemorizada, dudaba constantemente y se preguntaba que era lo mejor, mas no tenía respuesta alguna. ¿A quién podría preguntarle? ¿A Elliot, su querido amigo de la Orden y guardián? Seguramente, él estaría en contra y hasta le prohibiría salir si se enteraba. No confiaba en los extranjeros y mucho menos si eran súbditos de dos de los reyes más enigmáticos de todos: Etsuko y Riku. Haría como hizo con sus propias hermanas y le prohibiría todo aunque fuera la mismísima reina. ¿A quién más podría decirle? Quizá a Emily, pero era aún muy pequeña. O a Anya, la imponente pegaso. ¿A quién quería engañar? Estaba completamente sola y todo gracias a su título. Odiaba tener privilegios o un trato especial por ser la reina. A veces era necesario y útil, pero a ella le representaba una cárcel de la que nunca saldría. Era una pequeña ave encerrada en una jaula diminuta de donde no podría escapar nunca, a menos claro que perdiera la vida.

Frente a ella tenía a la persona con la que más contaba. Escasas eran las veces que se veían y cada vez le hacía más falta. Lo necesitaba y lo extrañaba. No había día en que no pensara en él o que quisiera estar a su lado para estrecharlo entre sus brazos. Y ahí estaban ambos, separados por un par de metros en ese escondite que hacía tiempo habían hallado. No había nada que la hiciera más feliz que verlo y estar a su lado. ¿Cuánto más tiempo soportarían la situación? Ya había comenzado a dudar de la decisión que habían tomado. No le importaba más nada. Quería que todos supieran aunque ello le trajera problemas. ¿Hace cuánto no se veían? Un par de meses que se le habían hecho eternos mientras buscaba una excusa para encontrarse con él, pero que mejor excusa podría haber que pasar el tiempo juntos después de tanto. Ese fue el motivo por el que envió el último mensaje. Había planeado todo con anterioridad y parecía tan perfecto que le aterraba la idea. Cualquier contratiempo la habría retrasado, mas afortunadamente todo marchó conforme al plan. Agradeció a los cielos por ese hecho. Sin embargo, sabía que los problemas llegarían al volver a casa...

Se acercó algunos pasos más mientras se quitaba la capucha y descubría su rubia cabellera. Escuchaba atenta cada una de las palabras que la llenaban de regocijo y sonrió, sonrió como nunca lo había hecho antes. La felicidad que sentía en ese momento era inexplicable. —Ni yo, Arok. Me hacías mucha falta —alcanzó a decir cuando estaba a pocos centímetros del albino. Extendió su pequeña mano y la poso tímidamente sobre el rostro ajeno para cerciorarse de que no era uno más de sus sueños. Y no lo era... El calor de la piel del dragón la hacía temblar, pero nada haría que se apartara. Esperó mucho por ese momento que al fin había llegado. —Lamento mucho haberte llamado tan repentinamente. Sé que estabas ocupado, pero tenía que verte —admitió finalmente sin desviar la mirada de esos ojos azulados que la hechizaban.
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Mensaje por Arok Dom Mar 11, 2012 10:22 pm

Al fin, el momento llego. Ese momento de gloria, euforia, inigualable. Ese momento en el que toda preocupación queda reducida a polvo; todo mal pensamiento, a vagas memorias a las que le es difícil acceder; toda tristeza, a una simple brisa que intenta contrariar a los vientos huracanados del alma contenta. El momento, en que se encontraba en pura serenidad junto a su amor secreto, y en el que nada ni nadie podría interrumpirles. Un momento de gozo que hacían valer tanto esa espera de casi 4 meses, como una de 40 años... Miraba a los ojos de su amada, de un color verdoso que evocaba a la propia naturaleza; sentía su sedosa mano en su rostro, el colmo de la suavidad; y se engatusaba más y más con aquella hermosa voz. De no ser por su propia moral, como bestia se habría lanzado sobre ella para hacerla suya... Pero claro, esos instintos animales que a cualquiera despertaría tal presencia, estaban lejos de descontrolarle. La caricia de la bella arcángel le saco una sonrisa, mientras algo desconcentrado, contestaba: -No tienes porque preocuparte, Adziel; para mi es un gran placer estar en tu presencia...-. Tal vez algo brusco, pero con suavidad, envolvió en sus brazos a Adziel, solo para poder sentirla cerca de si...

Ese preciso instante de completa felicidad, era algo que le hacia dudar... cada momento que estaba lejos, era una puñalada con una fina aguja, pues el éxtasis del momento hacia notar mucho mas su ausencia que su presencia, aun mas cuando el espacio entre estos momentos se alarga tanto... En principio, cuando solo eran horas entre uno y otro, apenas lograba distinguirlo; los días apenas se le dificultaban, las semanas, simples espinas a las que no costaba sobreponerse... Pero los meses ya se dificultaron, y más cuando siguieron aumentando. El dolor podría ser solo mental, solo una ilusión, o tratarse de un verdadero dolor de su alma. Resultaba igual; de todos modos, este dolor pasó últimamente a algo físico, un dolor en el pecho agudo y ocurrente. Ya muchas veces se hizo revisar por el medico de la orden, pero sin resultados; su corazón, de apariencia, se encontraba normal. Aun así, temía que llegara el momento en que no hubiere manera de soportar ese dolor que le aquejaba. ¿Y si el dolor le llegaba a impedir trabajar? ¿Ayudar? ¿Pelear? ¿Caminar? o, dios no lo quisiera... ¿volver a verla? La necesitaba, y a pesar de que quería pensar, era porque la amaba, no comprendía del todo el porque de esto... pero si que era un problema serio.

Ese día en específico, realmente necesitaba aprovechar lo mejor posible el momento. Siempre fue muy caballeroso ante todo con Adziel, pocas veces la abrazaba o besaba, se conformaba con charlar ella por horas y horas... Pero hoy no pudo soportar un pequeño impulso. No creyó que estuviera mal, las pocas veces que lo había hecho ella se veía bastante contenta... y era una de las pocas cosas que le ayudaban a soportar aquellos periodos de martirio mental. Recordar los breves momentos en que ella estuvo en sus brazos, era suficiente para prevenirse cualquier dolor por unos días al menos... ¿y un beso? el recuerdo del tacto de sus suaves labios le mantendría dispuesto a cualquier cosa por meses completos, era un simple momento que le alegraba hasta limites imposibles. Y seguramente lo necesitaría; porque, progresivamente, se alargaba el tiempo entre encuentros...

Miraba los rubios cabellos de Adz, se familiarizaba una vez mas con ese aroma de realeza que se sentía venir de ella, sentía el calor del cuerpo de ella en su pecho, de nuevo el tiempo cambiaba su ritmo para volverse mas lento... eso solía suceder con ella. En un momento, decide, aun a su pesar, que ya ha sido suficiente; se aleja un poco, aun sin soltarla, y la mira a los ojos, desde una muy corta distancia. Con la sonrisa que le caracterizaba en esos momentos, dijo con amabilidad:
-... ¿Te encuentras cómoda, Adziel?-
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Mensaje por Adziel Lun Abr 02, 2012 1:41 pm

¿Cuánto tiempo había pasado desde su último encuentro? Unos meses que para ella se habían vuelto una eternidad. Había esperado tanto por compartir ese dulce momento con el albino, que tenía miedo de que todo fuera un sueño. De hecho si lo fuese, su corazón se rompería en miles de pedazos que nunca podría recoger. Era su mundo, su todo. El dragón ocupaba su mente en todo momento. Se había convertido en lo único que la ayudaba a salir adelante con todas las situaciones que estaba viviendo, pero lo cierto era que cada vez lo necesitaba más. Necesitaba estar a su lado, tenerlo cerca y abrazarlo. Eso era lo que necesitaba su cariño y contención, y gracias a los últimos acontecimientos que se fueron dando en su reino no pudo resistir la tentación de volver a verlo. Temía que desapareciera al igual que los demás, y una vez más quedarse sola en ese cruel mundo. Fue por esa misma razón que organizó ese precipitado encuentro. Ya nada le importaba más que él en ese momento. Cuando volvía al castillo era la Reina, pero a su lado era como cualquier otra mujer enamorada que deseaba estar con la persona que amaba. Y aún así, su título la perseguía siempre, puesto que de no ser por él, ninguno de los dos deberían ocultar sus sentimientos del resto del mundo.

La situación era complicada principalmente porque era imposible predecir lo que ocurriría en el futuro. ¿Cómo reaccionarían todos ante semejante secreto? ¿Los juzgarían por ello? Adziel temía que en Sairou, no recibieran bien la noticia. Luego del ataque a la ciudad y del posterior incidente del veneno, los habitantes se habían dejado dominar por sus temores y la desconfianza. A diferencia de antes, eran sumamente selectivos con los extranjeros que visitaban el reino. Los prejuzgaban y mantenían en la mira porque dudaban de ellos. La joven había hecho lo posible por calmar la situación, pero ¿cómo podría hacerlo si a ella misma la inquietaban los desconocidos? Arok había sido una de las pocas excepciones. Le extrañaba que sintiera tanto gozo con sólo verlo. La seguridad y tranquilidad que los brazos del joven le proporcionaban en ese momento, hicieron que se relajara por completo. Rodeó la espalda de Arok con ambos brazos y apoyó su mejilla en el pecho, cerrando los ojos para deleitarse con el suave sonido de su corazón. La mente le había quedado en blanco, mas podía notarse su regocijo gracias a la sonrisa que se apreciaba en el rostro de la arcángel.

El momento era tan perfecto que no había nada más que pudiera pedir. Pensaba que de alguna forma debían recuperar el tiempo perdido en esos meses que estuvieron separados. Quería pasar cada minuto que pudiera a su lado hasta que, muy a su pesar, el tiempo se acabara y tuviera que regresar. ¿Cuánto más tiempo podría estar a su lado? Probablemente, tenían los minutos contados puesto que en cuanto terminara la reunión, alguno de los guardias del castillo se percataría de la ausencia de la reina y mandaría un grupo de búsqueda. Otra vez su título la atormentaba...

Cuando Arok la apartó, simplemente sonrío y asintió. Intentó no mostrar el agobio que el hecho anterior le había causado. No podía borrar esa idea de su mente... ¿Qué pasaría si los descubrían? Volvió a estrecharlo con fuerza entre sus brazos. No quería separarse de él, pero era consciente de que tarde o temprano debería hacerlo.

Debía cambiar de tema lo más pronto posible para que no notara su preocupación. Su cabeza se apartó de su pequeña y cómoda almohada para apreciar los azulados orbes del joven. —Arok, cuéntame… ¿cómo has estado en todo este tiempo? —cuestionó con una sonrisa sin apartar su mirada de la ajena.
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Mensaje por Arok Mar Abr 10, 2012 7:00 pm

-Algo mal... Debo admitir, tu también me hacías falta, Adziel. Y ademas, últimamente me agobian un poco todas mis tareas...- Respondió, dando a su vez un ligero suspiro. Rápidamente tomo una expresión mas alegre, y mirándola aun, continuo: -Pero creo que pronto me liberare de todo eso.-. El dragón tenia un plan, puesto que ya le había sido suficiente de tanta indecisión entre su responsabilidad para con el trabajo, y su necesidad para con su amor. Sabia que no resistiría mucho mas a este ritmo, era algo excesivo para el; sin embargo, no era una opción, para cuanto a el respectaba, ni abandonar a Adziel por su orden, ni a la orden por ella. Algo debía hacer al respecto... Y estaba seguro que podría funcionar. Es curioso; si a cualquier empleado le preguntaras si le agradaría un descenso voluntario, su mas obvia respuesta seria un rotundo no; o hasta una burla por tal idea. Sin embargo, el vería la forma de que le descendieran a un cargo de menor importancia, de modo que ya su rol en la orden resultara mucho menor, de mucha menor importancia, para así poder dejar este sin grandes repercusiones en loto. No merecía a u criterio el puesto que tenia, pero sabia bien que abandonarlo directamente podía resultar muy problemático. Dejaría Flor de Loto, y con la orden a kutou; viajaría a el reino de su amada, viviría allí mismo y se vería con Adziel cada vez que la necesidad llamara. El plan perfecto, a sus oídos. No podía esperar por contárselo a ella, pensando en la alegría que seguramente le provocaría.

En tanto, la miraba a los ojos con completa serenidad, aun sosteniéndola con un brazo, un tanto posesivo, mientras la mano libre acariciaba la mejilla de la hermosa arcángel con delicadeza. Estaban tan cerca... la felicidad del momento le tenia algo débil en su caballerosidad... ¿podría tal vez...? no hubo tiempo para aquellas dudas; acerco lentamente el rostro, cerrando levemente los ojos, y la besa unos cortos segundos... casi eternos, o eso hubiera querido. Aunque una parte de si le dictaba intentar evitarlo, no pudo evitar la tentación; pero pudo, sin embargo, evitar un exceso de esta. Aunque hubiera estado encantado con estar así unos segundos mas... pero no se permitiría dejarse llevar por sus deseos, debía ser paciente. No quería propasarse con Adziel, ni jamas lo haría, pero su belleza atrapante le hacia olvidar a veces esto...

-¿y...- dijo, algo sonrojado entonces por lo que acababa de hacer, -que ha sido de ti en el tiempo que llevamos sin vernos?-. A pesar de su sonrojo, sonrió ampliamente, tal vez intentando disimular un poco.
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Mensaje por Adziel Jue Abr 19, 2012 2:51 pm

Saber que él sentía lo mismo que ella, hizo que la alegría desbordara. Puede que lo que ambos sentían cuando estaban separados les causara un dolor punzante en su corazón y su alma, pero ese hecho era el que los llevaba a buscar formas, un tanto arriesgadas en ocasiones, de verse nuevamente. El tiempo pasaba día a día y ambos se necesitaban cada vez más. ¿Cómo podrían seguir así? Ella ya no lo resistía. Trataba de hacerlo, de ser fuerte y esperar paciente al momento del reencuentro, pero el tiempo se le hacía eterno y sus obligaciones la encadenaban al castillo, o más bien, al reino y a sus habitantes. Día a día se cuestionaba porqué debía ser ella la Reina, porqué debía vivir aquello. ¿Acaso se volvería más fuerte? Puede que muchos respondieran afirmativamente a esa pregunta, pero para la joven era todo lo contrario. Las noches de insomnio había aumentado, y la causa de las mismas no eran solamente sus preocupaciones y extraños presentimientos, sino también el recuerdo del dragón. Lo imaginaba siempre a su lado abrazándola, pero al abrir los ojos estaba sola. Tenerlo en ese momento frente a ella parecía un milagro. Nunca pensó que volvería a verlo después de todo, pero ahora estaban cara a cara, intentando recuperar el tiempo perdido y compartiendo los minutos que les quedaban para expresarse mutuamente todo lo que sentían y la falta que les generaba la ausencia del otro.

Continuaba mirándolo sonriente mientras él respondía a su pregunta anterior y por su mente se formulaba varias preguntas: ¿qué tenía en mente el dragón en ese momento? ¿Cuál era el plan del que tanto hablaba? Su rostro al fin cambio para mostrar el desconcierto que aquellas cuestiones le causaban. ¿Por qué se mostraba tan seguro y confiado? ¿Qué es lo que haría? De nada servía hacerse esas preguntas puesto que no encontrarían respuestas por sí solas. Debía hacerle los mismos cuestionamientos al joven y descubrir finalmente lo que se traía entre manos... —¿Pronto te liberarás? ¿Qué es lo que piensas hacer? —preguntó aún un tanto sorprendida por las palabras del joven. Sabía que era moralmente muy correcto y responsable. Quizá era tonto preguntar que haría; Adziel tenía una pequeña corazonada de lo que podría ser, mas prefirió confirmar sus sospechas y escuchar lo que tenía para decirle.

Las ansias y los nervios parecían haber vuelto. El corazón de la joven palpitaba con rapidez, y estos latidos se intensificaron cuando percibió el contacto de los labios del dragón y el calor de su respiración sobre su propio rostro. Instintivamente llevó sus brazos a los hombros del joven y, con algo de lentitud, envolvió delicadamente el cuello del mismo con sus brazos. Con los ojos cerrados, correspondió al dulce beso, mas era tanto el cariño que necesitaba que notó lo poco que había durado. Quería más; necesitaba más, y aún así le era sumamente difícil tomar la iniciativa. No sabía si sería correcto hacerlo por lo que decidió limitarse a calmar sus deseos y responder el interrogante del joven... —Se podría decir que fue bastante... estresante y abrumador. Las tareas se duplicaron y hubo varios problemas que prefiero no recordar... —respondió con la mirada gacha. Revivir lo que había pasado con su amiga volvía a reabrir las pequeñas heridas que aún no habían sanado. Era mejor olvidar la situación y aprovechar el momento que tenían. —Pero como ya dije antes... Me has hecho mucha falta. No podía esperar a verte de nuevo. Te necesito, Arok —concluyó al tiempo que acercaba sus labios a los del joven para sellarlos en otro corto beso que duró algunos segundos más que el anterior. Adziel pudo notar como sus mejillas se encendían por el atrevimiento, pero le dio poca importancia. No podía pretender que él siempre fuera el que tomara la iniciativa...

El beso había concluido, pero en ningún momento se apartó de él. Contemplaba los orbes del dragón con una sonrisa aunque por momentos sentía la necesidad de rehuirle la mirada por lo que había hecho antes...
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