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Rumores y Susurros ~ [Privado: Alysa]

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Rumores y Susurros ~ [Privado: Alysa] Empty Rumores y Susurros ~ [Privado: Alysa]

Mensaje por Soan Dom Jul 15, 2012 5:32 pm

Aquel día se presentaba sereno, con un grado muy alto de paciencia y revoloteo disimulado, los cielos ayudaban en el conjunto, con nubes de color opaco y estiradas como esponjosos algodones dulces sin colorante. La brisa no era el gran espectáculo, soplaba de una manera tan tímida que el suelo parecía el abdomen rígido de un titán petrificado. Por último, pero no por eso menos importante, el color del escenario estaba pintado de ocaso, con el Sol en una lejanía casi imperceptible; aparentemente la noche podría estar llegando en cualquier momento, pero prefería hasta entonces, dejarle algo más de tiempo extra al atardecer. No muy lejos de todo ese ambiente, unas pisadas comenzaron a surgir desde una distancia más que exagerada, curioso era que se pudiesen escuchar hasta entonces y es que, a la vista larga, una silueta iba dibujándose con un compás exagerado, con una figura exagerada y por sobre todo, con un ritmo atareadamente brusco.

Pasados unos instantes, la borrosa figura terminó por revelarse, desplegando con sorpresa la forma de un corpulento ser bípedo y cabellos despeinadamente albinos. Lo quizás gracioso del momento era que llevaba el cuerpo un tanto encorvado hacia abajo, con las cuatro extremidades abiertas como arqueados troncos de músculo; su rostro esbozando un gesto de incomodidad sin censura y un ligero frunce en el ceño izquierdo. Había algo más, un detalle que no podía pasar desapercibido, algo o en este caso, alguien, colgaba de su pierna derecha, sujetándola con intencional deseo, arrastrando gran parte de su resto por los suelos y emitiendo un susurral chillido a labio cerrado; aparentemente, era un individuo de fachas medianamente descuidadas, pero con presencia lo suficientemente respetable. El tuerto de los cabellos blancos, rugía desde el interior de su pecho, englobando éste con continua exaltación, ¿por qué?, a lo mejor esa actitud que demostraba su "estorbo" lo sacaba de quisio. El fornido hombre no hacía más, sólo gruñir y aguantar unas ganas inmensas de patear al aire con esa persona como bonus. La situación era un tanto cómica para los más pequeños que recorrían esas calles, señalando con su curioso dedo a ambos sujetos y tirando risillas a la nada, algunos andaban con padres y estos se limitaban a apurarles el paso...

- ¡A-Aniiiikiiiiiiiiii! ¡P-Por favor, no haga caso a esos t-tontos rumores, e-es imposible que exista algo a-así! ¡Aaaaniiikiiii! - Gritaba con esfuerzo el hombre de los brazos enpiernados y pañoleta en la cabeza. Alguien inteligente y detallista podría entender inmediatamente que por las raspadas fachas y expresión forzada, él era el más castigado, el otro parecía haberlo paseado de mala gana por bastantes metros de distancia.

En esos instantes, unos tres extraños más llegaron a la escena portando semblantes de pálido cansancio, tal vez, intentaron seguir el ritmo de los dos primeros y no pudieron, aunque cabe recordar que, uno de ellos, viajó gratis. Portaban vestimentas parecidas a las del hombre arrastrado, pero con la diferencia que las suyas estaban mucho mejor tratadas, ellos no padecieron la misma suerte después de todo. Sin mediar palabras alguna, rodearon a su compañero y trataron de safarlo, jalando con todas las fuerzas que sus intermitentes alientos les permitían. El tipo de chaqueta sobre los hombros, finalmente mandó un suspiro de rendición y estabilizó todo su cuerpo, postrándolo rígido con ambos brazos cruzados en el proceso, a su desesperado agresor no le quedó de otra que comprender el mensaje y retirar sus enredadas extremidades, dejándose tragar por el esfuerzo de sus compañeros que, tras la acción, salieron despedidos con abrupta fuerza contra el suelo y con las nalgas como amortiguador.

- ¡Aaaarrrghhh! ¡Ya basta, suficiente! ¡No voy a tolerar esa actitud en mi banda, tripulación, grupo, clan o lo que sea!... ¿Desde cuándo rechazamos la acción y la aventura? ¡¿No somos hombres acaso?! ¡¡¡Un hombre se enfrenta contra todo lo que existe en este mundo, incluyendo a los estúpidos rumores!!! - Mencionó eufórico el personaje de abdomen descubierto. Rompiendo de manera estrepitosa toda la posible tranquilidad que intentaba albergar el lugar, su reacción fue repentina y muchos lugareños que andaban por el camino se soprendieron, provocando así la aceleración de su andar y evitar cualquier relación con esa "mancha de delincuentes".

- ¡Jefazoo! Usted es... *sniff*... lo máximo... *sniff*... por favor... *sniff* ¡PERDÓNENOS! - Dijo gritando otro de los cuatro muchachos que allí se encontraba. Ahora ya todo empezaba a tomar forma, el hombre de los cabellos blancos poseía un rango mayor a los demás y estos, se les notaba, eran más fieles que almohada a la hora de dormir.

Cerrando la vista, el peliblanco soltó un fastidiado sonido con los dientes y manteniendo su altanera posición, dio un medio giro hacia su zurda, emprendiendo el camino con dirección al bar que entonces se les presentaba, iluminado ya con las últimas y agonizantes señales del soleado ocaso. Los demás lo siguieron, cargando a su compañero decaído por el esfuerzo y soltando una que otra lágrima de orgullo hacia su superior, ya hasta la cosa se estaba poniendo más cómica que valerosa.

Al entrar, el pirata se dirigió hasta una mesa, ocupada entonces por un par de moderadamente ebrios inquilinos. Les perpetuó esa llameante mirada que le era natural y estos a duras penas atinaron a moverse, entre movimientos torpes y apresurados. Soan jaló la silla hasta su delante y sin más, se abalanzó de un sentón abriendo las piernas, apoyando una mano sobre su rodilla más alejada a la mesa y descansando el codo del brazo opuesto por encima de la mesa. Con unas señas le pidió al mozo un trago, no sin antes, claro está, formalizar con lenguaje mudo en sus labios la palabra: "Ron". Sus compañeros le siguieron, acercando otras sillas alrededor de la dichosa mesa y tratando de imitar la tan bien actuación varonil de su jefe, obviamente, descordinados todos en el intento y riéndose así el uno del otro.

- ¡¡¡Hoy vamos a brindar por nuestra próxima aventura, muchachos!!! ¡¡¡El destino nos ha puesto, después de tiempo, algo con lo cual vamos a demostrar que tenemos valor hasta en la mugre que se nos pega... Hahahaha!!! - Proclamó en señal de festejo. Riendo fuertemente y ocasionando que sus acompañantes le siguieran la fiesta, parecía que las cosas estaban yendo más que bien para ellos, algo se les veía venir y tanto yo, como ustedes, ando ansioso de saber qué.
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Mensaje por Alysa Engel Dom Ago 05, 2012 6:22 pm

Luego de días de arduo trabajo, al fin había llegado su día libre; el día donde podría relajarse, descansar y desconectarse de todo. ¿Qué haría? Quizá podría salir y visitar el reino donde había nacido o incluso buscar dentro de Hokkan algún lugar tranquilo para distraerse. Hacia tiempo que no caminaba por los bosques, lo que volvía a la idea aún más tentadora. Ya estaba decidido: pasaría todo el día fuera del castillo y alejada de las desagradables miradas de los habitantes que debía proteger. Todavía no podía creer lo desagradecida que podía ser la gente. Hokkan se había vuelto un reino lleno de individuos que desconfiaban hasta de su propia sombra; y puede que tuviera sus propios motivos para estar allí, pero no mordería la mano de quien le había dado de comer. Y aun así estaba traicionando al reino donde había nacido. Si había alguien que se encontraba en una difícil situación, esa era ella. ¿Qué haría si Hokkan y Kutou se enfrentaban? Cumpliría su papel como miembro de la orden como era debido. ¿Y si eso dañaba o ponía en peligro a algún miembro de su familia? Nunca lo permitiría. Seria capaz de dar su último aliento por ellos. Pero ¿eso significaba que se aliaria con Kutou? No, era una mujer de palabra y cumpliría con su tarea sin importar las consecuencias, pero lo más probable era que pediría a su Rey que les diera asilo y protección. Era lo único en lo que podía pensar en ese momento.

Ya estaba lista para partir. Se había puesto un delicado vestido que era ajustado hasta la parte superior de sus caderas y que caía con algo de vuelo sobre sus largas piernas. Puede que esas prendas no parecieran apropiadas para pasar un día al aire libre, pero no haría nada que expusiera su curvilíneo cuerpo, más que retozar sobre el cómodo césped para aliviar su mente. Tomó una caperuza larga hasta el suelo que estaba bordada con delicadas flores azuladas, y cubrió su cuerpo para evitar pasar frío en esa gélida mañana antes de salir finalmente del gran edificio. Si estuviera en su verdadera forma, no necesitaría ninguna prenda, pero debía mostrarse como una simple humana, para que aquellos que no conocieran su naturaleza, no la juzgaran. Ya era bastante tedioso y agobiante sentir el desprecio de todos y cada uno de los habitantes de ese reino cuando marchaba junto a los miembros de la orden. A veces sentía la necesidad de alejarse de allí y volver con los suyos, pero era lo suficientemente orgullosa para no hacerlo y tenía que cumplir su pequeño objetivo.

Cuando al fin había alcanzado las grandes puertas del jardín del castillo, unos llamados que puedo escuchar a lo lejos, la hicieron detenerse en seco. Seguramente le harían algún extraño pedido. —¡Por el amor de Dios! No puedo creerlo… —protestó la kitsune—. ¿Qué es lo que pretenden ahora? —Estaba furiosa porque sabía que buscaban provocarla y aún así no los atacaría. Lo único que podía hacer era callar y quejarse cuando estuviera sola.

Aprovechó los pocos minutos que le quedaban antes de que llegara el mensajero para calmar su furia y esbozar una sonrisa amable. —¿Qué se lo ofrece, caballero? —le preguntó con amabilidad cuando al fin se encontraron cara a cara. Y ahora que lo veía bien, no era un simple mensajero, era uno de los soldados más nuevos de la orden. Sin duda tenía que ser muy importante para que uno de sus destacados miembros dejara sus labores para hablar con ella.

El hombre sólo se mostró cortés porque ella era su superior, pero era claro que no aceptaba ese hecho. —Verá, señorita Engel... Han llegado órdenes de los superiores de que debe cumplir una pequeña misión. Al norte del reino se han reportado una serie de pequeños disturbios. No sabemos quiénes son los causantes, pero la tarea es descubrirlo y poner fin a los mismos —informó el joven mago. El caballero parecía ser tan joven e inexperto que le daba algo de pena. Sentía su magia y notaba que no era ningún debilucho porque hasta podía ver la mediana estructura de su cuerpo, pero a los ojos de la kitsune era simplemente un niño que se dejaba convencer. Aunque intentara ocultarlo, tenía la misma mirada que todos los demás en el reino tenían. ¿Hasta cuando continuaría la situación? ¡Estaban volviéndola loca! Y parecía que ese era el objetivo de todos.

A regañadientes acepto la tarea que le habían encomendado, no sin antes expresar, para sus adentros, cuanto le molesto el pedido. Sin embargo, por más tedioso que le resultara, debía cumplir su misión porque su honor, su credibilidad y su trabajo dependían del mismo. A veces llegaba a creer que había caído en el más profundo abismo por haberse vendido a otros, pero era algo que debía hacer si deseaba proteger a quienes le importaban y considerando que el gran sabueso no se cansaría hasta lograr su cometido, debía ser aun más lista y rápida si deseaba evitar cualquier contratiempo. —De acuerdo, me encargare de eso, pero necesito a un pequeño grupo de... talvez 4 o 5 personas por el momento. Aunque la tarea sea simplemente investigar, si llegase a haber algún problema debemos ser capaces de contenerlo y aplacarlo —comentó mostrando apenas una expresión más seria que demostraba cuanto le preocupaba el asunto. O eso quería hacerle creer a su interlocutor… El hecho sí le importaba, mas no sabía si debía creerles porque ¿quién intentaría causar alboroto en un reino como Hokkan que estaba protegido por una barrera mágica? Si descartaba el hecho de que fueran extranjeros, existía una gran posibilidad de que se tratara de los habitantes que estaban en contra del reinado de Gabriel Magnus, que no eran pocos. ¿Alcanzaría solamente 5 miembros de la orden? Ella misma sentía que eran pocos. En un mundo como ese cuantas más ayuda tuvieran más pronto lograrían su cometido, pero para evitar alarmar a los civiles, debían tener un plan. —Corrección... Que sean 12. Un grupo menor de 4 vendrá en mi partida, los demás actuarán como refuerzos por si llegase a ser necesario —se corrigió la dama y en respuesta el mago asintió —Entendido, señorita. Iré inmediatamente a reunir a los miembros del grupo. Mientras tanto, espere aquí —expresó el mago antes de partir en búsqueda de los demás.

El tiempo pasaba y ella aún estaba allí parada, frente a las grandes puertas, esperando que los soldados aparecieran. ¿Cuánto más tardarían? ¿Tan difícil era organizar un equipo? Ciertamente no, pero había algo que no dejaba de taladrarle la cabeza. Dada la "emergencia" del asunto, probablemente buscaban que se agotara y se dirigiera sola al lugar para investigar. Estaban locos si creían que así se desharían de la kitsune. Ya le fastidiaba tener que estar dependiendo de las órdenes de humanos desagradecidos y no permitiría que se aprovecharan más de su amabilidad. "Humanos..." Pensó para sus adentros mientras esperaba de brazos cruzados. Si hubiera sabido que tardarían tanto, incluso habría cambiado su atuendo para trabajar más cómoda, pero no le quedaba más remedio que esperar paciente la llegada de la partida. Y eso hizo: esperó, esperó y esperó hasta que comenzó a impacientarse, y cuando creyó que debía dirigirse sola al lugar, el soldado que al principio la había cruzado, se acercó con sus compañeros. —Lamentamos la demora, mi señora, pero debíamos ocuparnos de lo arreglos antes de salir. Ya todo está listo... —El joven se hizo a un lado y dejó pasar a los sirvientes que traían caballos. La kitsune simplemente dejó escapar un pequeño suspiro y montó uno de los animales, seguida bien por los demás, y se encaminaron al lugar del conflicto, pero dejaron los animales lejos de la ciudad y marcharon a pie el resto del trayecto hasta el lugar. ¿Qué había allí? Nada, ni una sola mosca revoloteaba. Los pueblerinos realizaban las tareas diarias como si nada ocurriera. ¿Era sólo un engaño? Una mala pasada de los humanos con quienes compartía casa. ¿Y dónde estaban ahora? Miró a su alrededor y no vio a ninguno de ellos. Ni siquiera podía sentir su aroma en el aire. Se habían esfumado y la habían dejado sola. ¡Ahora entendía todo! Eso era lo que buscaban desde el inicio. —Que ilusa fui —masculló con amargura y aún furiosa por lo que había ocurrido. Quería creer que algo los había separado, ya fuere la multitud que por allí pasaba o algún ser mal intencionado que los había capturado, mas a quién quería engañar... A pesar de eso, deambuló por toda la región buscando en los alrededores a sus compañeros perdidos. Ni siquiera pudo encontrar a su caballo donde antes lo había dejado. ¿Por qué debía trabajar con personas que la odiaban por no ser como ellos? ¿Por qué debía tolerar esos abusos y tratos desagradables? Ya sabía bien que la querían lejos del castillo, y esa mentira lo confirmaba. ¿Debía en verdad hablar con el Rey? Ya no sabía que más debía hacer. Ni su arrogancia podía contra el desprecio que recibía. Incluso muchos humanos que estaban cerca la observaban con cierto recelo. Sentían que no era humana, a pesar de que se había tomado la molestia de ocultar su esencia. Dejó escapar un profundo suspiro y se adentró en uno de los bares del lugar. No veía motivo alguno para seguir buscándolos. —Déme lo más fuerte que tenga, caballero —demandó la kistune sentándose frente a la barra principal. Los bares eran sitios alborotados donde nadie le prestaría atención. O eso creía puesto que aún sentía las miradas de algunos sobre su figura. Estaba bien cubierta por la caperuza y no planeaba descubrir ni un milímetro de su piel, a excepción de sus manos, que se asomaron apenas para tomar la copa que le habían servido. En su cabeza sentía puntadas agonizantes, causadas por todo el estrés acumulado de ese horroroso día y del alcohol que comenzaba a hacerle efecto. Volteó apenas cuando sus finos oídos notaron una fuerte proclamación de un fornido hombre. "No son de aquí" concluyó en cuanto vio el ropaje que él y sus compañeros llevaban. Se quitó apenas la capucha para que no le impidiera la visión y escuchó algunos silbidos y expresiones provocadoras de los hombres que estaban a su alrededor —¡Oh, ya basta, humanos! —se quejó furiosa y casi gruñendo. Gracias al alcohol y su imprudencia, bajó la guardia y sus orejas peludas se asomaron. Los silbidos se convirtieron en risas y burlas obscenas haciendo referencia a su forma semi-animal. —Ya estoy harta —protestó por lo bajo cubriendo nuevamente su cabeza con la caperuza y tratando de calmar sus nervios...

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Mensaje por Soan Vie Mayo 03, 2013 7:07 am

Y allí estaba el "gran" Soan, embutiéndose el fresco ron que se desbordaba de sus labios como finos y aguados hilos. Tenemos que resaltar el hecho que tenía cierto chasquido de ansiedad en todo el cuerpo, por eso lo apresurado de calmarse las ganas, por supuesto que, para él no había cosa mejor que algo de alcohol en las venas, oh sí, sé lo que están pensando... Pero no, el peliblanco sabe bien que beber en exceso es dañino, sin embargo, seamos sinceros, ese tipo de bebidas hacen entrar en confianza con uno mismo. Ahora bien, de más está resaltar que él es de los que aguantan trago tras trago, ya está acostumbrado.

En fin, como sea, regresemos a lo nuestro: "Los Piratas en la Taberna". De vuelta, allí estaban, el dragón de lo más normal, disfrutando en seco de las payasadas que sus muchachos hacían, típicas bromas entre uno y el otro, riéndose de ellos mismos como buenos compañeros. Nunca faltaban los poco tolerantes, dos de los piratas ya estaban frotando sus mejillas con la húmeda superficie de la mesa, producto de la espuma en la cerveza que se aventaba estilo clavado tras la colisión de los vasos y botellas. El resto, feliz, alegre, con un positivismo levemente más icónico que lo usual, eso lo ponía de buen humor a Soan, se había contagiedo desde hacer rato y quería mandar a volar la primera cosa que se le encontrara en el camino, pero se limitaba a aguantarse, por más safado que esté, sabía cuando era el momento para portarse como loco y cuando no. Entonces, sonriente y complacido por el momento, miró a su alrededor, penetrando cada rincón del bar con una profunda sincronización en el cristalino brillo de su orbe; sonrió, suspiró como relajándose desde adentro y acercó su gran vaso de ron, dejando que su garganta resonara al ritmo que el mencionado fluido la acariciaba.

- Aahhh... ¡Salu-d... - Pronunció al momento que alejaba el recipiente de su rostro y entre el momento, un repentino intervalo. ¿Por qué? Algo durante esos segundos lo distrajo, obligándolo a cortar su concentración y desviarse atentamente hacia otro lugar. No estaba del todo seguro, su ojo se tornó un tanto oscuro, como reflejando seriedad, pero al final volvió al brillo de siempre. Soan inició movimientos con su cabeza, a la par que su nariz dejaba descubrir sus intermitentes fosas, definitivamente estaba tratando de localizar el origen de un peculiar aroma, no podía ser ni demasiado fuerte ni feo, todo lo contrario, por la forma en la que analizaba la situación debía ser algo sutil, delicado, algo que de obvias maneras no podía estar enteramente ligado a un lugar como ese. Escondió la vista en la calidez de su párpado y prolongó una sonrisa, en su mente, se estaba dando cuenta que ese "algo" no podía ser humano y por ende, conociéndolo, seguro esperaría a que se revelara por su cuenta y de seguro, muy de seguro, el escenario comenzaría a moverse. A lo mejor Soan no contaba con que incluso lo que estuviera por venir sería un mega giro en su destino, ah sí, están en lo cierto, olvidaba que a él esas cosas le importan un cacahuate.

Cuando todo parecía ir viento en popa para nuestros alocados personajes, un aire de improviso se asomó de repente, la gente de la taberna dió el primer paso, aventando sonidos que todo hombre hacer cuando se topa con algo que le insinua a las hormonas, podría ser cualquier cosa, probablemente una bailarina en el escenario, una mesera, un barril gigante de cerveza o una ronda de trago gratis, pero no era ni una de esas, Soan respondió con su interés ante las exclamaciones de los presentes y no podía encontrar algo relacionado a lo dicho. Recordó entonces el aroma, su ojo estalló sigilosamente en sorpresa y mientras sus camaradas seguían en su fiesta privada, retrocedió su cuerpo y la silla, soltando lentamente el asa de su robusto vaso. Buscando la pudo encontrar, sí, era una figura cubierta, con una caperuza incluso en la cabeza, por más que itentara ocultarse era obvio que en ese tipo de lugar ese tipo de moda era más que vistosa. Rió para sí mismo, con burlona agudeza y sin desprender la vista de la mujer esa, esperando con poca disimulada curiosidad la reacción de la misma y ser testigo del "¿Y ahora qué hará?". No obstante, su semblante volvió a tartamudear, ahora cambiando del sarcasmo al enojo; los ebrios soltaron carcajadas y nada censuradas burlas hacia la fémina, unicamente tras ella revelar lo que Soan, desde que sintió su olor, había estado tratando de confirmar. Aquella rubia parecía realmente molesta, fastidiada y sobre todo, realmente ofendida, el peliblanco podía diferenciar incluso a leguas de distancia si una personaja estaba o no con los efectos del licor, ella bebió sí, pero lo que una persona normal bebe para relajarse, así que, su reacción no era producto de márgenes secundarios. Estalló su adrenalina, apretó su puño con reverenda fuerza hasta tensionar su brazo y resopló, abriendo la mano de golpe; ese tipo de cosas no las toleraba, todos los días convive con la gente de escasos recursos y sabe lo que es la burla obscena de los demás, ese incoherente racismo para con las especies como él, como ella, como muchos, las clases sociales no importaban, siempre hay quienes se creen superiores, que piensan que por tener uno o dos pelos demás, son defectos de la naturaleza. Uy a Soan eso lo ponía cual toro en rodeo, llevaba tiempo de no desfigurar rostros, ya le tocaba.

- ¡MACARENA! ¡MACARENA! ¡¡Por los siete mares, cuánto tiempo!! - Reclamó no a esa cantidad de mares, pero sí a los cuatro vientos, poniéndose de pie, estirando los brazos de lado a lado y detonando un tono de voz lo suficientemente explosivo para sobresalir de entre la multitud y ganarle la atención a las risas. - ¡¿Cómo has estado Macarena, dándole alegría a tu cuerpo?! Hahaha! ¡Recuerdo siempre esas buenas épocas en el barrio, no lo puedo creer, no te veo desde la guardería! ¡Aaaahh... pero a mí no me engañas, te reconocí por esas puntas de cabello que siempre te gustó hacerte! ¿Hasta ahora?... Hoho, traviesa - Siguió, sin interrumpirse, exclamación tras exclamación, sonriente y alegrón desde la punta de su cabello hasta la uña de sus pies, acercándose a ella con unos movimientos camaleónicos a los de una malagua; cuando por fin llegó a posarse cerca de la kitsune, no reparó en tener el acto de sobre confianza para posar la mano sobre su cabeza y dedicarle una caricia de esas que son algo toscas y recorren toda la cabeza, como cuando quieres sacudir el cabello de tu mejor amigo. Pero aparte de ser su manera de actuar, también lo hizo porque eso podría ser una prueba suficiente para los borrachos que no había nada escandaloso debajo de la caberuza, "ilusión de bar" podríamos decirle. La gente tardó en volver en sí, como sorprendidas por el acto del sujeto, pero sin poder reaccionar con cordura debido a la bebida, al final, rieron al unísono y hasta los seguidores de Soan se unieron, aplaudiendo y moviéndose de mesa en mesa chocando vasos con todos los presentes.

Había funcionado, a pesar de hablar ridiculez y media, la idea era hacer algo espontáneo, a pesar que aún tenía las ganas dejar marcas eternas en el rostrode varios individuos, buscó controlarse, hacer un alboroto y golpear a medio mundo podría luego ponerlo en una situación de explicación frente a Etsuko, hoy simplemente se lenvantó no con esos ánimos, trataría de medirse por respeto a Hokkan, pero si una tachuela más se asomaba, listo, eso sería todo, fin. Pasado el disturbio, se giró clavando la mirada en la llamativa mujer, la examinó por breves segundos sin su autorización y pasado eso, le dedicó una avezada sonrisa, realzando su ceja en el proceso. - Un consejo muchacha, yo que tú, salto sobre cada uno de ellos y les arreglo la cara a punta de puñetazos. Deberías hacerte respetar, la gente como tú o como yo debemos marcar nuestro honor y orgullo con nuestras propias manos, la generación de ahora no entiende con palabras... una lástima - Le comentó con voz normal, resonando su tono profundo, sobre todo cuando habla para una persona. Acabó suspirando al paso que se arrecostaba de espaldas contra la barra, abriendo los brazos y apoyándolos libremente sobre la misma. Su grisáceo ojo volvió a abalanzarse sobre la chica y esta vez, no lo apartó, con un afilado reojo se quedó viendo su reacción.


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