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Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
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Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Con apenas las fuerzas que le fueran permitidas, una adolescente cargaba con su cello casi del mismo tamaño en el hombro. Era probablemente muy débil cuando se trataba de llevar carga pesada, pero sería que ella ya estaba acostumbrada a levantar su instrumento sin muchos problemas, y aún así era fácil darse cuenta de los tambaleos que le provocaba llevarlo por sí sola. Sus ojos observaban el camino y los puestos, estaban simplemente agotados, después de tanto camino por llegar por fin a su destino.
En pocos minutos, aquella mirada violácea estaba dirigida al cartel luminoso que entonces yacía colgado por encima de la entrada de aquel negocio llamado “The Eden”, un bar bastante popular por los alrededores de esa ciudad. Ésta era la primera vez que iba a un lugar así. Los bares nunca le llamaron la atención, imaginaba que solo se trataba de borrachos deprimidos, o mujeriegos que buscaban aventuras. Sin embargo, una vez que paso por las puertas, vio todo lo contrario. Era gente acompañada, se sonreían entre sí, se decían cosas a los oídos, se regalaban besos en las mejillas o directamente en los labios. Angela no era inmadura, pero el hecho de ver eso le causaba un poco de repulsión. Nunca se había enamorado, o compartido afecto de ese modo, eso explicaba todo.
– ¿Bennet? – No muy lejos, la voz de un hombre le llamó con dicha en su expresión. Se acercaba no el dueño, si no el patrocinador de todo lo que estaba organizándose ahí, poco a poco hasta llegar a unos pasos de la joven pelinegra. Ella le sonrió amablemente, un poco nerviosa por el trabajo que se le había ofrecido. No en si, lo que haría, por que de hecho disfrutaba de hacer música, si no, por que nunca se había en otro lugar más que en una pequeña y vacía cafetería en Kounan, y ahora no solo era un lugar más frecuentado, si no que era en otro reino, bastante distinto a su parecer. – Sabía que no me decepcionarías. – Comentó devolviéndole una simpática expresión y guiándola de un hombro hasta tras bastidores, donde ya había gente preparándose para su papel en el evento. Desde músicos de jazz, mimos, bailarinas y otros. Cada quién con un turno especificado. En éste caso, Angela sería la tercera, después de un muy reconocido grupo de jazz y un poeta.
Detrás de unas cortinas, el rostro de Angela podía divisarse, no para el público que si no jugueteaban entre ellos, estaban atentos a lo que hacían las estrellas del momento. Desde ahí observaba y escuchaba con calidez el talento de éstos, que en verdad le conmovían con las cursilerías que expresaban entonces. Aunque, no los culpaba, ese día se trataba de eso.
Suspiró dejando salir toda mala vibra. No quería que algo saliera mal entonces. Estaría preparada para evitar las distracciones, tenía sus trucos. Cerraba los ojos para no poner atención nada que no fueran sus actos con el instrumento, e ignoraba a la gente que hablaba, pero eso si, imaginaba a su propio público emocionado por verla, o escucharla, en acción.
Nota tras nota, una serie de bellas melodías producidas por las prodigiosas manos de aquella joven en medio de un público más especial de lo normal, pues se trataba de parejas de novios, esposos, o amigos que querían ser algo más, quizá, el punto era que el amor estaba en todos lados. Hasta en Angela, que con su cello, continuaba dándole ese acaramelado ambiente al lugar, junto con los reflectores rosas, rojos y otros colores representativos de la celebración, por la cual se llevaba acabo aquel evento en particular.
Por algo se encontraba ahí encantada de participar, en sí podía deberse por la paga, no lo negaba, también la simple oportunidad de tener aquel cello, y tocar para algo tan prestigioso, en su opinión, como lo que se presentaba en esas épocas. Incluso cuando ella no tenía a alguien al que pudiera ver de esa manera tan especial, alguien que no fuera su cello, al que entonces consideraba el amor de su vida. Pero claro, eso decía por que desde nunca había sentido emociones tan específicas como las que había escuchado descritas: Mariposas en el estómago, no poder comer ni dormir por pensar en solo una cosa, él. A veces creía que todo eso eran tonterías, pero cuando veía a la gente que hablaba de eso, quería y tenía la curiosidad de experimentar lo mismo. Pero no veía las posibilidades y ya hasta ganaba la costumbre de terminar sola, en medio de las parejas como la que sobraba, o hacía mal trío. Era siempre lo mismo.
Con los ojos cerrados, disfrutaba de lo que ella misma componía, sin quitarle crédito al instrumento tan magnífico y preciado que poseía. Apenas pudo costearlo, pero valió la pena, después de todo, gracias a él nunca le faltaba alimento ni un lugar donde hospedarse.
Cuando la última nota terminó, recibió varios aplausos, unos más entusiastas que otros, pero al menos lo hacían, ya que por otro lado hubo gente que no quedó satisfecha con su obra. No le importo, total, ella sentía que lo había hecho bien, y las aclamaciones positivas reforzaban aún más esa sensación. Bajó por los escalones de la plataforma en la que se había encontrado para hacer su presentación y se fue directamente a la barra, sin pedir nada.
En pocos minutos, aquella mirada violácea estaba dirigida al cartel luminoso que entonces yacía colgado por encima de la entrada de aquel negocio llamado “The Eden”, un bar bastante popular por los alrededores de esa ciudad. Ésta era la primera vez que iba a un lugar así. Los bares nunca le llamaron la atención, imaginaba que solo se trataba de borrachos deprimidos, o mujeriegos que buscaban aventuras. Sin embargo, una vez que paso por las puertas, vio todo lo contrario. Era gente acompañada, se sonreían entre sí, se decían cosas a los oídos, se regalaban besos en las mejillas o directamente en los labios. Angela no era inmadura, pero el hecho de ver eso le causaba un poco de repulsión. Nunca se había enamorado, o compartido afecto de ese modo, eso explicaba todo.
– ¿Bennet? – No muy lejos, la voz de un hombre le llamó con dicha en su expresión. Se acercaba no el dueño, si no el patrocinador de todo lo que estaba organizándose ahí, poco a poco hasta llegar a unos pasos de la joven pelinegra. Ella le sonrió amablemente, un poco nerviosa por el trabajo que se le había ofrecido. No en si, lo que haría, por que de hecho disfrutaba de hacer música, si no, por que nunca se había en otro lugar más que en una pequeña y vacía cafetería en Kounan, y ahora no solo era un lugar más frecuentado, si no que era en otro reino, bastante distinto a su parecer. – Sabía que no me decepcionarías. – Comentó devolviéndole una simpática expresión y guiándola de un hombro hasta tras bastidores, donde ya había gente preparándose para su papel en el evento. Desde músicos de jazz, mimos, bailarinas y otros. Cada quién con un turno especificado. En éste caso, Angela sería la tercera, después de un muy reconocido grupo de jazz y un poeta.
Detrás de unas cortinas, el rostro de Angela podía divisarse, no para el público que si no jugueteaban entre ellos, estaban atentos a lo que hacían las estrellas del momento. Desde ahí observaba y escuchaba con calidez el talento de éstos, que en verdad le conmovían con las cursilerías que expresaban entonces. Aunque, no los culpaba, ese día se trataba de eso.
Suspiró dejando salir toda mala vibra. No quería que algo saliera mal entonces. Estaría preparada para evitar las distracciones, tenía sus trucos. Cerraba los ojos para no poner atención nada que no fueran sus actos con el instrumento, e ignoraba a la gente que hablaba, pero eso si, imaginaba a su propio público emocionado por verla, o escucharla, en acción.
- Spoiler:
Nota tras nota, una serie de bellas melodías producidas por las prodigiosas manos de aquella joven en medio de un público más especial de lo normal, pues se trataba de parejas de novios, esposos, o amigos que querían ser algo más, quizá, el punto era que el amor estaba en todos lados. Hasta en Angela, que con su cello, continuaba dándole ese acaramelado ambiente al lugar, junto con los reflectores rosas, rojos y otros colores representativos de la celebración, por la cual se llevaba acabo aquel evento en particular.
Por algo se encontraba ahí encantada de participar, en sí podía deberse por la paga, no lo negaba, también la simple oportunidad de tener aquel cello, y tocar para algo tan prestigioso, en su opinión, como lo que se presentaba en esas épocas. Incluso cuando ella no tenía a alguien al que pudiera ver de esa manera tan especial, alguien que no fuera su cello, al que entonces consideraba el amor de su vida. Pero claro, eso decía por que desde nunca había sentido emociones tan específicas como las que había escuchado descritas: Mariposas en el estómago, no poder comer ni dormir por pensar en solo una cosa, él. A veces creía que todo eso eran tonterías, pero cuando veía a la gente que hablaba de eso, quería y tenía la curiosidad de experimentar lo mismo. Pero no veía las posibilidades y ya hasta ganaba la costumbre de terminar sola, en medio de las parejas como la que sobraba, o hacía mal trío. Era siempre lo mismo.
Con los ojos cerrados, disfrutaba de lo que ella misma componía, sin quitarle crédito al instrumento tan magnífico y preciado que poseía. Apenas pudo costearlo, pero valió la pena, después de todo, gracias a él nunca le faltaba alimento ni un lugar donde hospedarse.
Cuando la última nota terminó, recibió varios aplausos, unos más entusiastas que otros, pero al menos lo hacían, ya que por otro lado hubo gente que no quedó satisfecha con su obra. No le importo, total, ella sentía que lo había hecho bien, y las aclamaciones positivas reforzaban aún más esa sensación. Bajó por los escalones de la plataforma en la que se había encontrado para hacer su presentación y se fue directamente a la barra, sin pedir nada.
Angela- Especie : Demonio
Ocupación : Violonchelista
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Cantidad de envíos : 294
Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Dado a su rechazo por las multitudes, Lance llevaba días evadiendo su propia tarea de salir a buscar al canalla que debía asesinar. Una noche como aquella se caracterizaba por tener las calles abarrotadas de gente, pero el general al mando llevaba insistiéndole con cierto ímpetu el asunto ese, y no quería levantar ninguna especie de sospecha en la susceptible paranoia humana.
Las opciones no eran muchas ni eran de su comodidad, pero para su pesar, las posibilidades de encontrar al sujeto incrementaban en una noche donde aparentemente más de la mitad de Hokkan estaba afuera, celebrando el amor que tanta dicha parecía producir. Año tras año, mismo asunto. El dragón caminaba taciturno por esa capital tan superflua que el Rey se desvivía por proteger, mirando los escaparates con ademán desinteresado.
Las motivaciones de un monarca eran algo que en su larga trayectoria de vida jamás había logrado comprender, pero los muros de ese reino y su pasado de supervivencia le acogía de un modo más que agradable en comparación a las nostálgicas tierras de Kutou y a los putrefactos suelos de Kounan. Debía proteger lo que por el momento podía llamar su hogar.
Paseó la vista por las luces, siempre atento a los rostros de las sonrientes parejas que caminaban a su lado, ignorantes de su presencia. Hasta que un olor en particular lo condujo hacia una cafetería.
– "The Eden." – Pronunció sin mucha dificultad, leyendo el llamativo letrero tallado finamente en madera. Sin cuestionárselo mucho tiempo ingresó al local, atraído por el aroma a vainilla que desprendía alguna de sus especialidades.
Permaneció varios minutos sentado en una mesa redonda situada junto al cristal de la ventana, en general bastante apartado del resto de los clientes, los cuales estaban principalmente conglomerados cerca del pequeño escenario que con su lluvia de actos acaparaba inevitablemente la atención. Bebiendo un café dominicano a la vainilla, el dragón echó un vistazo a su alrededor, solo para dar por evidenciado que el amor "estaba en el aire", como se suele decir. Parejas dondequiera que se viera.
En esas observaciones, Lance cruzó miradas con una despampanante mujer de cabello color chocolate, situada sola en una mesa contigua. Parecía estar mirando desde hace un rato. Simulando con torpeza la corriente de calor que le había recorrido la superficie de la piel, desvió la vista hacia el exterior de la ventana, sin poder evitar volverse hacia ella con disimulo, examinando de reojo la figura de esa muchacha aparentemente mayor, poseedora de unos grandes ojos color aceituna y unos encantadores pechos sobresaliendo de un generoso escote.
A su inestable juicio, el amor era más pérdida que ganancia. Lo consideraba un derroche innecesario. Esas fechas acostumbraba a usarlas en pos a sus deseos más primitivos, aún cuando tampoco creía entender el fin de esos deslices.
Música. Su atención se desvió súbitamente de la mujer hacia el cello... Y hacia la criatura que tocaba semejante pieza. A medida que las notas iban escalando mayor complejidad y el sonido iba aventurándose en su sensible audición, se sintió intensamente seducido. No por las esbeltas piernas de una mujer mayor ni por los labios deseosos de una jovencita agarrada de la mano de su novio. Sino por las bellas manos de una artista.
Se acercó al escenario casi por inercia, olvidándose del café, de la chica y del reino entero...
Las opciones no eran muchas ni eran de su comodidad, pero para su pesar, las posibilidades de encontrar al sujeto incrementaban en una noche donde aparentemente más de la mitad de Hokkan estaba afuera, celebrando el amor que tanta dicha parecía producir. Año tras año, mismo asunto. El dragón caminaba taciturno por esa capital tan superflua que el Rey se desvivía por proteger, mirando los escaparates con ademán desinteresado.
Las motivaciones de un monarca eran algo que en su larga trayectoria de vida jamás había logrado comprender, pero los muros de ese reino y su pasado de supervivencia le acogía de un modo más que agradable en comparación a las nostálgicas tierras de Kutou y a los putrefactos suelos de Kounan. Debía proteger lo que por el momento podía llamar su hogar.
Paseó la vista por las luces, siempre atento a los rostros de las sonrientes parejas que caminaban a su lado, ignorantes de su presencia. Hasta que un olor en particular lo condujo hacia una cafetería.
– "The Eden." – Pronunció sin mucha dificultad, leyendo el llamativo letrero tallado finamente en madera. Sin cuestionárselo mucho tiempo ingresó al local, atraído por el aroma a vainilla que desprendía alguna de sus especialidades.
Permaneció varios minutos sentado en una mesa redonda situada junto al cristal de la ventana, en general bastante apartado del resto de los clientes, los cuales estaban principalmente conglomerados cerca del pequeño escenario que con su lluvia de actos acaparaba inevitablemente la atención. Bebiendo un café dominicano a la vainilla, el dragón echó un vistazo a su alrededor, solo para dar por evidenciado que el amor "estaba en el aire", como se suele decir. Parejas dondequiera que se viera.
En esas observaciones, Lance cruzó miradas con una despampanante mujer de cabello color chocolate, situada sola en una mesa contigua. Parecía estar mirando desde hace un rato. Simulando con torpeza la corriente de calor que le había recorrido la superficie de la piel, desvió la vista hacia el exterior de la ventana, sin poder evitar volverse hacia ella con disimulo, examinando de reojo la figura de esa muchacha aparentemente mayor, poseedora de unos grandes ojos color aceituna y unos encantadores pechos sobresaliendo de un generoso escote.
A su inestable juicio, el amor era más pérdida que ganancia. Lo consideraba un derroche innecesario. Esas fechas acostumbraba a usarlas en pos a sus deseos más primitivos, aún cuando tampoco creía entender el fin de esos deslices.
Música. Su atención se desvió súbitamente de la mujer hacia el cello... Y hacia la criatura que tocaba semejante pieza. A medida que las notas iban escalando mayor complejidad y el sonido iba aventurándose en su sensible audición, se sintió intensamente seducido. No por las esbeltas piernas de una mujer mayor ni por los labios deseosos de una jovencita agarrada de la mano de su novio. Sino por las bellas manos de una artista.
Se acercó al escenario casi por inercia, olvidándose del café, de la chica y del reino entero...
Lance Cocteau- Especie : Dracolich
Ocupación : Asesino
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Habían pasado ya algunos largos minutos, y el ambiente la comenzaba a molestar cada vez más. No los culpaba, para las infinitas parejas se había llevado acabo específicamente aquel evento, pero no soportaba ni un minuto más. Por supuesto, más de seis veces se le pasó por la mente irse de ahí, pero no tenía a dónde ir y de todos modos, siempre llegaron a la misma conclusión: No había caminado ese largo recorrido para quedarse tan poco tiempo en aquel lugar.
De no ser por sus montones de excusas cómo "El amor no es para mi", "Si no tengo pareja es por que no quiero tenerla", "Es una tontería, si de verdad se amaran no lo demostrarían de esa forma una vez al año", cualquiera pensaría que dentro de ella se producía una envidia inconsiente, que aunque era lo cierto, no sería admitida por que para ella, el orgullo ante todo. Aún así, muchas veces sus burlas la hacían descubrirse con más facilidad.
No se resistió a pedir un capuccino para dejar de lado lo acaramelado, que no fuera el azúcar que vendría en su pedido. El café nunca la decepcionaba cuando se trataba de despejar la mente. Tan solo el aroma y el sabor la distraían de todo lo demás, considerando que esa era su más gran adicción, y ese es el trabajo de éstas. Así fue como entre los sorbos finales volvió a la realidad, y su mirada se centró justamente en una peculiar cabellera verde. Tal vez solo lo extraño que era ver aquel color en el cabello era razón suficiente para robar la atención, pero en si no era solo eso.
Durante el momento en que estaba acompañada de su cello en el escenario, aquel joven había destacado entre todos los demás espectadores. Mientras éstos se distraían con sus parejas, el peliverde observaba y escuchaba atentamente todo lo que sus manos y el instrumento producían. Eso merecía ser destacado, al menos para ella.
Se puso de pie y caminó hasta él, no tanto, lo suficiente para que al decir algo pudiera escucharle sin problemas, y con una decisión incompleta dejó salir las palabras que dirigiría especialmente a él.
– Pude notar que usted ponía antención más que nadie a mi presentación, hace rato... – Dijo apenas mirándole a los ojos, por la poca confianza que portaba ante él y a ella misma para animarse a platicar con un total desconocido, quizá por que nunca era ella quién iniciaba una platica, tanto por timidez como por ser precavida, aunque a decir verdad, en él no veía amenaza alguna.
– ... ¿Le gustó como toqué? – Agregó puesto que no le parecía buena idea tan solo dejar el anterior comentario sin continuación, por que pudo haberselo guardado para sí y no habría mucha diferencia. Una preguntita como extra no haría daño, y podría ser el inicio para entablar una plática que le hiciera perder enfoque a ser la que sobraba ahí, o al menos la distrajera de la festividad.
De no ser por sus montones de excusas cómo "El amor no es para mi", "Si no tengo pareja es por que no quiero tenerla", "Es una tontería, si de verdad se amaran no lo demostrarían de esa forma una vez al año", cualquiera pensaría que dentro de ella se producía una envidia inconsiente, que aunque era lo cierto, no sería admitida por que para ella, el orgullo ante todo. Aún así, muchas veces sus burlas la hacían descubrirse con más facilidad.
No se resistió a pedir un capuccino para dejar de lado lo acaramelado, que no fuera el azúcar que vendría en su pedido. El café nunca la decepcionaba cuando se trataba de despejar la mente. Tan solo el aroma y el sabor la distraían de todo lo demás, considerando que esa era su más gran adicción, y ese es el trabajo de éstas. Así fue como entre los sorbos finales volvió a la realidad, y su mirada se centró justamente en una peculiar cabellera verde. Tal vez solo lo extraño que era ver aquel color en el cabello era razón suficiente para robar la atención, pero en si no era solo eso.
Durante el momento en que estaba acompañada de su cello en el escenario, aquel joven había destacado entre todos los demás espectadores. Mientras éstos se distraían con sus parejas, el peliverde observaba y escuchaba atentamente todo lo que sus manos y el instrumento producían. Eso merecía ser destacado, al menos para ella.
Se puso de pie y caminó hasta él, no tanto, lo suficiente para que al decir algo pudiera escucharle sin problemas, y con una decisión incompleta dejó salir las palabras que dirigiría especialmente a él.
– Pude notar que usted ponía antención más que nadie a mi presentación, hace rato... – Dijo apenas mirándole a los ojos, por la poca confianza que portaba ante él y a ella misma para animarse a platicar con un total desconocido, quizá por que nunca era ella quién iniciaba una platica, tanto por timidez como por ser precavida, aunque a decir verdad, en él no veía amenaza alguna.
– ... ¿Le gustó como toqué? – Agregó puesto que no le parecía buena idea tan solo dejar el anterior comentario sin continuación, por que pudo haberselo guardado para sí y no habría mucha diferencia. Una preguntita como extra no haría daño, y podría ser el inicio para entablar una plática que le hiciera perder enfoque a ser la que sobraba ahí, o al menos la distrajera de la festividad.
Angela- Especie : Demonio
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Aún con la melodía revoloteándole intensamente en la cabeza, Lance vio cómo el escenario se llenaba de otras atracciones y la muchacha del cello abandonaba a su público para mezclarse con él. Le siguió con la mirada. Ella se dirigió a la barra, para después aparecer con un capuccino en la mano. No había señal de compañía a su alrededor, lo cual no dejaba de parecerle extraño considerando el día que era. Consideró si ir a hablarle o no; aún si era una simple felicitación no se sentía del todo a gusto con la idea. No era un hombre particularmente tímido, pero tampoco acostumbraba ser muy sociable.
Vio de reojo a la morena de la mesa de atrás. No supo distinguir si su expresión era de total desinterés o de desilusión. Se volvió antes de que ella pudiese encontrar su mirada otra vez.
Conseguir cama no era la prioridad del momento, le bastaba con mantener una conversación interesante para no sentirse diferenciado por la soledad que acostumbraban transmitir las personas solteras en San Valentín. Si había algo que odiaba más que las multitudes, era llamar la atención de las multitudes.
Pero antes de que el dragón pudiese siquiera notarlo, escuchó una voz femenina dirigirse a él.
– Pude notar que usted ponía antención más que nadie a mi presentación, hace rato... – Los nervios se le crisparon cuando vio a la chica del cello hablándole con su pedido en la mano.
– ...¿Le gustó como toqué? – Preguntó después de una pausa.
Lance restó unos segundos en silencio, observándola con detenimiento. ¿Cuántos años tendría? El instrumento que llevaba consigo no era precisamente pequeño, y aún así un cuerpo tan fino y unas manos tan delicadas eran capaces de manipularlo con tal destreza. A sus ojos, era algo admirable. Esto es lo que llaman timidez, supongo. Pensó, mientras carraspeaba y elaboraba mentalmente una buena respuesta.
– Cuesta creer que una niña tan joven posea semejante talento. Eres toda una prodigio. – Comentó con una media sonrisa, acercándose un paso a ella. – Me llamo Lance, me declaro fan tuyo. – Añadió con cierta perspicacia, haciendo una ligera reverencia.
Vio de reojo a la morena de la mesa de atrás. No supo distinguir si su expresión era de total desinterés o de desilusión. Se volvió antes de que ella pudiese encontrar su mirada otra vez.
Conseguir cama no era la prioridad del momento, le bastaba con mantener una conversación interesante para no sentirse diferenciado por la soledad que acostumbraban transmitir las personas solteras en San Valentín. Si había algo que odiaba más que las multitudes, era llamar la atención de las multitudes.
Pero antes de que el dragón pudiese siquiera notarlo, escuchó una voz femenina dirigirse a él.
– Pude notar que usted ponía antención más que nadie a mi presentación, hace rato... – Los nervios se le crisparon cuando vio a la chica del cello hablándole con su pedido en la mano.
– ...¿Le gustó como toqué? – Preguntó después de una pausa.
Lance restó unos segundos en silencio, observándola con detenimiento. ¿Cuántos años tendría? El instrumento que llevaba consigo no era precisamente pequeño, y aún así un cuerpo tan fino y unas manos tan delicadas eran capaces de manipularlo con tal destreza. A sus ojos, era algo admirable. Esto es lo que llaman timidez, supongo. Pensó, mientras carraspeaba y elaboraba mentalmente una buena respuesta.
– Cuesta creer que una niña tan joven posea semejante talento. Eres toda una prodigio. – Comentó con una media sonrisa, acercándose un paso a ella. – Me llamo Lance, me declaro fan tuyo. – Añadió con cierta perspicacia, haciendo una ligera reverencia.
Lance Cocteau- Especie : Dracolich
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Sin mucha dificultad, más bien sin rastro de ella, consiguió que el joven le diera una respuesta a su cuestión de antes, no obstante más concreta de lo que esperaba recibirla. Sin darse cuenta, terminaría encontrandose de nuevo con un viejo conocido, el chiveo, nervios, vergüenza de la buena, como fuera más conocido, la cosa es que habían pasado de unos tres a cinco años, sino más, de haberlo experimentado. Menos mal, para su suerte logró esconderle casi perfectamente. Tampoco es que se tratara de algo que pudiera distinguirse con la simple vista, pero igual siendo así, Angela mantenía la firmeza para no demostrar ni el más mínimo signo de vulnerabilidad, ciertamente había llegado a preocuparse mucho por eso.
No es que no estuviera acostumbrada a recibir ese tipo de halagos, de hecho antes había recibido algunos que se asimilaban mucho, tomando en cuenta el talento que poseía a tan corta edad, aunque probablemente por que todo mundo, excepto ella, desconocía que llevaba más años de vida que de los que cualquiera pudiera imaginar, y por ello con el tiempo había adquirido más experiencia que beneficiaria a la dominación de su preciado y principal instrumento. La razón era que, quitando todo eso, nadie había confesado tanto gusto por su música hasta el punto de considerarase a sí mismo un seguidor. Sabía que los halagos la inducirían a terminar tomando el papel de ser la fan de su fan, si eso tiene algún sentido.
Se entumeció en breves momentos, sin idea de como actuar o que comentar. Aborrecía toparse con esas situaciones tan incómodas en las que ya no halla que hacer, chistosamente era con las que más se enfrentaba, por culpa de su timidez o el temor de hacer algo mal.
– V-vaya... eso es... – No hubo segundo en que las palabras no se le nublaran y no supiera que decir dejando con más que desear en su pobre frase sin completar. De todos modos, fuera de eso era sencillo darse cuenta de lo que quería expresar en el brillo que había aparecido en sus violáceas orbes y la sonrisa que involuntariamente se le había dibujado y pocas veces revelaba a la vista ajena. – Gracias, Lance... – Luego de muchas limitaciones para expresarse, finalmente agradeció, así de simple, almacenando todo lo que pudo decir que mejor guardó por no haberse decidido antes, o que también se le ocurrieron después de haber dicho lo otro.
Reaccionó instantáneamente, dándose cuenta de que ella aún no se había presentado, y quizá ya ni siquiera entrara al tema, pero más valía hacerlo tarde que nunca. Así la sonrisa atontada que había en su cara desde antes, cambió a ser una expresión más prudente con un toque de espontaneidad. – Casi lo olvido, yo soy Angela. – Sus labios murmuraron apaciblemente.
No es que no estuviera acostumbrada a recibir ese tipo de halagos, de hecho antes había recibido algunos que se asimilaban mucho, tomando en cuenta el talento que poseía a tan corta edad, aunque probablemente por que todo mundo, excepto ella, desconocía que llevaba más años de vida que de los que cualquiera pudiera imaginar, y por ello con el tiempo había adquirido más experiencia que beneficiaria a la dominación de su preciado y principal instrumento. La razón era que, quitando todo eso, nadie había confesado tanto gusto por su música hasta el punto de considerarase a sí mismo un seguidor. Sabía que los halagos la inducirían a terminar tomando el papel de ser la fan de su fan, si eso tiene algún sentido.
Se entumeció en breves momentos, sin idea de como actuar o que comentar. Aborrecía toparse con esas situaciones tan incómodas en las que ya no halla que hacer, chistosamente era con las que más se enfrentaba, por culpa de su timidez o el temor de hacer algo mal.
– V-vaya... eso es... – No hubo segundo en que las palabras no se le nublaran y no supiera que decir dejando con más que desear en su pobre frase sin completar. De todos modos, fuera de eso era sencillo darse cuenta de lo que quería expresar en el brillo que había aparecido en sus violáceas orbes y la sonrisa que involuntariamente se le había dibujado y pocas veces revelaba a la vista ajena. – Gracias, Lance... – Luego de muchas limitaciones para expresarse, finalmente agradeció, así de simple, almacenando todo lo que pudo decir que mejor guardó por no haberse decidido antes, o que también se le ocurrieron después de haber dicho lo otro.
Reaccionó instantáneamente, dándose cuenta de que ella aún no se había presentado, y quizá ya ni siquiera entrara al tema, pero más valía hacerlo tarde que nunca. Así la sonrisa atontada que había en su cara desde antes, cambió a ser una expresión más prudente con un toque de espontaneidad. – Casi lo olvido, yo soy Angela. – Sus labios murmuraron apaciblemente.
Angela- Especie : Demonio
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Instantáneamente, el ambiente se había tornado algo tenso. Tal vez por nerviosismo, el dragón no supo distinguir la razón. La muchacha, con cierta perplejidad camuflada en sus escasos gestos, le costaba formular una respuesta inmediata. Aunque a los ojos de Lance era algo completamente normal, considerando que no se conocían de nada y su comentario anterior había sido algo sugerente.
La chica reaccionó de repente después de agradecerle.
– Casi lo olvido, yo soy Angela.
– Es un placer. – Contestó Lance con una media sonrisa dibujada en el rostro. – No tienes nada que agradecer, Angela. En lugar de eso, soy yo quien debe darte las gracias... Distraído, desvió la mirada hacia el interior del local. La mesa en donde antes se encontraba sentada la morena estaba vacía. El sentido de ese día tan emblemático se le hacía cada vez más difuso. – ...Por tocar una pieza tan bella. – Completó su frase mientras volvía a mirarla, sin querer dejar ideas dispersas en el aire.
Pero la interrogante seguía allí, asediándolo.
El amor no era un tema comprensible para él. Entendía que el sexo y las ganas de ser amado eran una necesidad imperiosa en la mayoría de los seres, así como también el deber y/o la necesidad de reproducirse y tener familia, como era el caso de las dinastías. Pero no concebía que alguien pudiese desvivirse por seducir a otra persona a través de regalos, promesas o abrazos, por mera entrega absoluta y no por un bien personal.
Las personas se van, el tiempo pasa y las carencias siguen siendo las mismas. Así lo creía.
En eso pensaba cuando recordó que la chica ante él no parecía ir acompañada.
– ¿No estás con nadie? – Soltó de repente, buscándola con una mirada llena de inquietud e intriga. Ambos sabían a lo se refería y en pos a qué tema: San Valentín. – No quiero que tu novio venga a golpearme. – Aclaró arqueando una ceja con picardía.
Armar un drama con un desconocido no estaba dentro de sus planes, seguía optando por la idea de pasar desapercibido y mantener una amena conversación. Solo esperaba no estarlo haciendo con la persona equivocada.
La chica reaccionó de repente después de agradecerle.
– Casi lo olvido, yo soy Angela.
– Es un placer. – Contestó Lance con una media sonrisa dibujada en el rostro. – No tienes nada que agradecer, Angela. En lugar de eso, soy yo quien debe darte las gracias... Distraído, desvió la mirada hacia el interior del local. La mesa en donde antes se encontraba sentada la morena estaba vacía. El sentido de ese día tan emblemático se le hacía cada vez más difuso. – ...Por tocar una pieza tan bella. – Completó su frase mientras volvía a mirarla, sin querer dejar ideas dispersas en el aire.
Pero la interrogante seguía allí, asediándolo.
El amor no era un tema comprensible para él. Entendía que el sexo y las ganas de ser amado eran una necesidad imperiosa en la mayoría de los seres, así como también el deber y/o la necesidad de reproducirse y tener familia, como era el caso de las dinastías. Pero no concebía que alguien pudiese desvivirse por seducir a otra persona a través de regalos, promesas o abrazos, por mera entrega absoluta y no por un bien personal.
Las personas se van, el tiempo pasa y las carencias siguen siendo las mismas. Así lo creía.
En eso pensaba cuando recordó que la chica ante él no parecía ir acompañada.
– ¿No estás con nadie? – Soltó de repente, buscándola con una mirada llena de inquietud e intriga. Ambos sabían a lo se refería y en pos a qué tema: San Valentín. – No quiero que tu novio venga a golpearme. – Aclaró arqueando una ceja con picardía.
Armar un drama con un desconocido no estaba dentro de sus planes, seguía optando por la idea de pasar desapercibido y mantener una amena conversación. Solo esperaba no estarlo haciendo con la persona equivocada.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Aquel hombre le devolvió el agradecimiento, dando a entender que tales muestras de educación serían más indicadas para ella como música que a él -y a los demás- como público. Aunque ella no siempre pensaba ni era tan egocentrica para tener la necesidad de pensar de ese modo, no dijo o hizo algo que pudiera ser de relevancia y contradictorio. Pues por nimioso que fuera el asunto del agradecimiento, conociendo la manera en que Angela debía siempre tener la razón, no terminaría en un lindo día armónico, pero no había tomado en cuenta que también habría que averiguar como era el carácter del otro y ahí darse cuenta de si se desataría una discusión para ver quien merece el agradecimiento, más a ese joven, ciertamente apenas le conocía.
Tan solo permitió que una sonrisa suya apareciera con cautela, y por dentro simplemente calló diciendose a sí misma "Así dejemosle, mejor y no nos arriesguemos".
A continuación, una pregunta nada indicada para el estado sentimental de Angela invadió la conversación y no supo que decir. Hubieran entrado a su vocabulario un resto de palabras -como era de esperarse- negando el amor o cualquier otro interés en lo hombres, sino, mentiría diciendo que la persona indicada aún no había llegado, lo que en su interior, muy dentro, tenía algo de cierto.
Así es, de todo lo que pudo decir para dar una "reputación" salió con algo menos imprudente y más natural, como esto:
– ¿Eh? ¿Qué? No... Yo... Yo no vengo con nadie, o al menos no que esté enterada... – Respondió temblando por dentro. No quería que la gente pensara que ella se la pasaba acompañada precisamente de nada más y nada menos que la mismisima soledad, amiga no solo de ella, sino de todos si así lo quieren pensar, pero logró mantenerse firme físicamente, como si aquella pregunta no le hubiera hecho ningun mal, ninguno que no fuera visible a excepción de las propias palabras anteriores, que delataban su nerviosismo como reacción.
Tranquilamente, intentó que sus siguientes palabras fueran elocuentes, si es que antes no logró que lo fueran. – Y parece que tu tampoco, ¿o me equivoco? – Añadió ya después de un pequeño rato.
Tan solo permitió que una sonrisa suya apareciera con cautela, y por dentro simplemente calló diciendose a sí misma "Así dejemosle, mejor y no nos arriesguemos".
A continuación, una pregunta nada indicada para el estado sentimental de Angela invadió la conversación y no supo que decir. Hubieran entrado a su vocabulario un resto de palabras -como era de esperarse- negando el amor o cualquier otro interés en lo hombres, sino, mentiría diciendo que la persona indicada aún no había llegado, lo que en su interior, muy dentro, tenía algo de cierto.
Así es, de todo lo que pudo decir para dar una "reputación" salió con algo menos imprudente y más natural, como esto:
– ¿Eh? ¿Qué? No... Yo... Yo no vengo con nadie, o al menos no que esté enterada... – Respondió temblando por dentro. No quería que la gente pensara que ella se la pasaba acompañada precisamente de nada más y nada menos que la mismisima soledad, amiga no solo de ella, sino de todos si así lo quieren pensar, pero logró mantenerse firme físicamente, como si aquella pregunta no le hubiera hecho ningun mal, ninguno que no fuera visible a excepción de las propias palabras anteriores, que delataban su nerviosismo como reacción.
Tranquilamente, intentó que sus siguientes palabras fueran elocuentes, si es que antes no logró que lo fueran. – Y parece que tu tampoco, ¿o me equivoco? – Añadió ya después de un pequeño rato.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Angela se detuvo a preguntarle sobre su compañía. El dragón se encogió de hombros, ampliando esa media sonrisa dibujada en los labios.
– Qué va... – Dijo, agregando un ademán despreocupado.
En días como aquellos, la necesidad de amor parecía urgente. El efecto del 14 de febrero era algo absolutamente globalizado, y aún cuando era una pregunta esperable -considerando que había sido él quien introdujo el tema- se sentía incómodo. Mas no lo exteriorizó, y para su fortuna, Angela parecía mucho más nerviosa con respecto al asunto que él. Infirió rápidamente que tal vez era una de esas muchachas que soñaban secretamente con el amor, o que su novio le había dejado hace no pocos meses, y aún no conseguía del todo sanar sus heridas.
Pero si de algo estaba seguro era que el problema no le concernía, y no estaba dispuesto a hacer sufrir a nadie en un día como aquél.
El sonido del saxofón desvió su atención de las cavilaciones que en ese momento mantenía. Volvió la mirada hacia un joven humano, propio de una apariencia que no superaba los veintisiete años. Con su instrumento interpretaba maravillosamente una clásica pieza de jazz.
– "Summertime"... Gran canción. – Comentó Lance, totalmente extasiado. Buscó rápidamente con la vista un lugar apartado dentro del local y se encaminó hacia allí, no sin antes dirigirle una mirada por sobre el hombro a su nueva acompañante. – Te invito algo, Angela. Hoy me siento deseoso de consentir a una princesa. – Cortejó el dragón con un guiño, sugestionado por los encantos de la música, cuán bestia instintiva.
– Qué va... – Dijo, agregando un ademán despreocupado.
En días como aquellos, la necesidad de amor parecía urgente. El efecto del 14 de febrero era algo absolutamente globalizado, y aún cuando era una pregunta esperable -considerando que había sido él quien introdujo el tema- se sentía incómodo. Mas no lo exteriorizó, y para su fortuna, Angela parecía mucho más nerviosa con respecto al asunto que él. Infirió rápidamente que tal vez era una de esas muchachas que soñaban secretamente con el amor, o que su novio le había dejado hace no pocos meses, y aún no conseguía del todo sanar sus heridas.
Pero si de algo estaba seguro era que el problema no le concernía, y no estaba dispuesto a hacer sufrir a nadie en un día como aquél.
El sonido del saxofón desvió su atención de las cavilaciones que en ese momento mantenía. Volvió la mirada hacia un joven humano, propio de una apariencia que no superaba los veintisiete años. Con su instrumento interpretaba maravillosamente una clásica pieza de jazz.
– "Summertime"... Gran canción. – Comentó Lance, totalmente extasiado. Buscó rápidamente con la vista un lugar apartado dentro del local y se encaminó hacia allí, no sin antes dirigirle una mirada por sobre el hombro a su nueva acompañante. – Te invito algo, Angela. Hoy me siento deseoso de consentir a una princesa. – Cortejó el dragón con un guiño, sugestionado por los encantos de la música, cuán bestia instintiva.
Lance Cocteau- Especie : Dracolich
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Lance se encontraba en la misma situación que la joven. Soltero y ciertamente incómodo, aunque por mucho lo último era menos notable que en Angela. Ese estatus podía ser toda una ventaja, después de todo, no tenían que lidiar con los celos de la pareja, ni sentirse culpables por sentir atracción de alguna otra persona. Tenían toda una gran libertad. Pero eso si, el amor no podrían hallarlo en nada más que la pareja ideal, por más que quisieran, y eso era aún más bello que poder estar con quien quisieran.
De un momento para otro, por suerte, el muchacho halló la manera de cambiar el tema, perfectamente. Hablando de la música ambiental que se adueñó de los oídos del público, o más bien, del establecimiento entero. La chica puso por mucho su atención en aquella pieza.
Una invitación sería su proximo tema, y lo que volvería la vista de Angela hacia su compañero, y bueno, conociendola, no habrían problemas con ello. No se esperarían motivos para una respuesta negativa.
– Claro... Lance... – Respondió recordandole a su estómago aquella sensación llamada hambre. Simplemente con eso, no importó nada más. Descartó del todo el apenas conocerle, no parecía ser alguien de quien desconfiar, y ya que sabía su nombre... no lo consideraba un completo desconocido como para desaprovechar aquella invitación y luego arrepentirse. Aunque eso si, no sabía como tomar el comentario final. Un halago debía ser.
Persiguió al muchacho por detrás al lugar que antes con la mirada escogió, como si ya supiera justo donde tenía la intención de sentarse. Y como tendría que hacer, se sentó. Ya solo habría que esperar la presencia de algún mesero, por mientras, Angela no resistió las ganas de tomar una galletita con jale en medio del plato que estaba colocado como centro de mesa.
Acabó la galleta y observó a Lance. – ¿Y qué te trajo por aquí? – Se trataba de una gran pregunta, después de todo, no traía compañía y no parecía tener ganas de conseguirse una en aquel lugar, por que habían pocas opciones tratándose de parejas celebrando la fecha.
De un momento para otro, por suerte, el muchacho halló la manera de cambiar el tema, perfectamente. Hablando de la música ambiental que se adueñó de los oídos del público, o más bien, del establecimiento entero. La chica puso por mucho su atención en aquella pieza.
Una invitación sería su proximo tema, y lo que volvería la vista de Angela hacia su compañero, y bueno, conociendola, no habrían problemas con ello. No se esperarían motivos para una respuesta negativa.
– Claro... Lance... – Respondió recordandole a su estómago aquella sensación llamada hambre. Simplemente con eso, no importó nada más. Descartó del todo el apenas conocerle, no parecía ser alguien de quien desconfiar, y ya que sabía su nombre... no lo consideraba un completo desconocido como para desaprovechar aquella invitación y luego arrepentirse. Aunque eso si, no sabía como tomar el comentario final. Un halago debía ser.
Persiguió al muchacho por detrás al lugar que antes con la mirada escogió, como si ya supiera justo donde tenía la intención de sentarse. Y como tendría que hacer, se sentó. Ya solo habría que esperar la presencia de algún mesero, por mientras, Angela no resistió las ganas de tomar una galletita con jale en medio del plato que estaba colocado como centro de mesa.
Acabó la galleta y observó a Lance. – ¿Y qué te trajo por aquí? – Se trataba de una gran pregunta, después de todo, no traía compañía y no parecía tener ganas de conseguirse una en aquel lugar, por que habían pocas opciones tratándose de parejas celebrando la fecha.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Aliviado de no recibir una negativa, guió a Angela hasta el otro extremo del local, mas sin perder alguna preciosa nota del saxofón que resonaba con gran sensualidad desde el escenario, a varios metros ya.
Ambos se situaron en una mesa junto al ventanal de la estancia, aderezado con las más curiosas decoraciones. Globos, serpentinas, escarcha... Todos seguían el mismo patrón, conformando las mismas figuras una y otra vez: corazones, flores, cupidos. Lance observó el decorado con atención, mientras esperaba la atención de algún mesero.
Volvió la vista de reojo, silenciosamente, observó a Angela engullir una de las galletas situadas en el centro de la mesa. Rió en su fuero interno, sin exteriorizarlo mayormente. Pese a su timidez, se le notaba en los ojos que tenía hambre. De pronto, la muchacha preguntó:
– ¿Y qué te trajo por aquí? – El dragón volvió completamente la vista hacia ella, cargando la mejilla en su mano derecha.
– Ciertamente estaba buscando la compañía de una hermosa damita. – Dijo, arqueando una ceja con picardía. – ...Es lo que diría un soltero en un día como hoy. – Agregó tras una pausa, conteniendo nuevamente la risa. No quería ahondar en los desagradables detalles ahora que estaba de tan buen humor. Llamó al mesero con un ademán, y poco antes de que este llegara a recoger su pedido, Lance murmuró: – Busco a un tipo peligroso.
– Buenas noches. ¿Qué desean ordenar, jóvenes? – Preguntó un humano de joven apariencia, ofreciéndoles la carta a ambos clientes.
– Probaré el menú de hoy. – Sentenció el dragón, devolviendo rápidamente la carpeta. Le parecía bien comer lo que el local dispusiera.
– Hoy contamos con un especial dos por uno, una cena especial para enamorados. – Anunció el mesero, mostrando a Angela la página donde se leía el menú del día.
No quiso que la muchacha se sintiese presionada o incómoda, por lo que aprovechó de preguntar:
– ¿Quieres comer algo en especial? – Se dirigió hacia ella, no sin antes aclarar: – Ah, no te preocupes por el costo. Aún cuando no lo parezca dispongo bastante. Tú solo pide lo que quieras. – Será un placer invitar a una mujer tan prodigiosa...
Ambos se situaron en una mesa junto al ventanal de la estancia, aderezado con las más curiosas decoraciones. Globos, serpentinas, escarcha... Todos seguían el mismo patrón, conformando las mismas figuras una y otra vez: corazones, flores, cupidos. Lance observó el decorado con atención, mientras esperaba la atención de algún mesero.
Volvió la vista de reojo, silenciosamente, observó a Angela engullir una de las galletas situadas en el centro de la mesa. Rió en su fuero interno, sin exteriorizarlo mayormente. Pese a su timidez, se le notaba en los ojos que tenía hambre. De pronto, la muchacha preguntó:
– ¿Y qué te trajo por aquí? – El dragón volvió completamente la vista hacia ella, cargando la mejilla en su mano derecha.
– Ciertamente estaba buscando la compañía de una hermosa damita. – Dijo, arqueando una ceja con picardía. – ...Es lo que diría un soltero en un día como hoy. – Agregó tras una pausa, conteniendo nuevamente la risa. No quería ahondar en los desagradables detalles ahora que estaba de tan buen humor. Llamó al mesero con un ademán, y poco antes de que este llegara a recoger su pedido, Lance murmuró: – Busco a un tipo peligroso.
– Buenas noches. ¿Qué desean ordenar, jóvenes? – Preguntó un humano de joven apariencia, ofreciéndoles la carta a ambos clientes.
– Probaré el menú de hoy. – Sentenció el dragón, devolviendo rápidamente la carpeta. Le parecía bien comer lo que el local dispusiera.
– Hoy contamos con un especial dos por uno, una cena especial para enamorados. – Anunció el mesero, mostrando a Angela la página donde se leía el menú del día.
No quiso que la muchacha se sintiese presionada o incómoda, por lo que aprovechó de preguntar:
– ¿Quieres comer algo en especial? – Se dirigió hacia ella, no sin antes aclarar: – Ah, no te preocupes por el costo. Aún cuando no lo parezca dispongo bastante. Tú solo pide lo que quieras. – Será un placer invitar a una mujer tan prodigiosa...
Lance Cocteau- Especie : Dracolich
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Atentamente escuchó la respuesta de Lance, que al principio le pareció una especie de insinuación y por ende, causó cierto rubor en sus mejillas, pero al terminar la frase no fue más que una pequeña bromita que hizo reír solo un poco a Angela.
Sin embargo, al parecer aún no había terminado de responder a la duda de la chica, por que continuó diciendo algo con un tono de voz más discreto. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Angela en instantes. ¿De verdad buscaba a un personaje peligroso, o solo quería seguir bromeando? Dió un respiro profundo.
– ¿U-Un tipo peligroso...?
Fuera quién fuera de quién se refería, o si al menos era cierto o no, no alcanzó a saber, pues finalmente, un empleado se pararía cercanamente a la mesa de Angela y Lance, para atenderlos en breve.
Lance sería el primero en tomarle y escoger, y en segundos ya se había decidido. La joven se puso un poco nerviosa, esperando no ser un problema, puesto a que diferencia de su acompañante, ella solía tardarse mucho con las decisiones. Le era difícil escoger algo, por que siempre aparecía otro algo que alejaría todo convencimiento, y así hasta que por fin se hartara de seguir pensando.
Enseguida sería el turno de Angela. Mientras que el mesero le acercaba la carpeta, Lance le comenzó a decir que pidiera lo que quisiera. Es decir, no precio, no límite... Por bueno que se viera, no estaba del todo contenta. Le parecía injusto para él que pagara por ambos así nada más. Sin embargo, la muchacha no quería resultar aún más problemática oponiendose a la persona que se había portado tan bien con ella, es más, se había declarado su fan. Torció de lado sus labios.
– Bu-bueno... - Deslizó suavemente sus dos manos para las portadas del menú, respectivamente, y el mesero apartaría las suyas, terminando por dejárselo por completo. Aún sentía algo de pena por dejar que aquel hombre pagara todo lo que comerían, eso sería como... aprovecharse.
Observaba, leía y volvía a repasar cada uno de los platillos ilustrados en el menú. Todos los platillos se veían deliciosos a su juicio, uno que otro llamaba un poco menos la atención de la demonio, pero, nada que marcara gran diferencia. Optó por no quitarle tiempo al chico de la invitación y al mesero, y tomó la promoción del día.
– Quiero lo mismo que el joven, porfavor. - Dijo entregándole el menú al mesero, con una expresión cálida que venía apoderándose de su rostro.
– Per... fecto - Murmuró el mesero, anotando lo que debía ser su orden en una libreta pequeña. Terminando de escribir regaló una mirada a ambos y marcó una simpática sonrisa en su cara – Enseguida vuelvo con su comida.. - Luego de eso se retiró.
Angela observó de reojo a su acompañante, la curiosidad de hace un rato aún vagaba por su mente.
Sin embargo, al parecer aún no había terminado de responder a la duda de la chica, por que continuó diciendo algo con un tono de voz más discreto. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Angela en instantes. ¿De verdad buscaba a un personaje peligroso, o solo quería seguir bromeando? Dió un respiro profundo.
– ¿U-Un tipo peligroso...?
Fuera quién fuera de quién se refería, o si al menos era cierto o no, no alcanzó a saber, pues finalmente, un empleado se pararía cercanamente a la mesa de Angela y Lance, para atenderlos en breve.
Lance sería el primero en tomarle y escoger, y en segundos ya se había decidido. La joven se puso un poco nerviosa, esperando no ser un problema, puesto a que diferencia de su acompañante, ella solía tardarse mucho con las decisiones. Le era difícil escoger algo, por que siempre aparecía otro algo que alejaría todo convencimiento, y así hasta que por fin se hartara de seguir pensando.
Enseguida sería el turno de Angela. Mientras que el mesero le acercaba la carpeta, Lance le comenzó a decir que pidiera lo que quisiera. Es decir, no precio, no límite... Por bueno que se viera, no estaba del todo contenta. Le parecía injusto para él que pagara por ambos así nada más. Sin embargo, la muchacha no quería resultar aún más problemática oponiendose a la persona que se había portado tan bien con ella, es más, se había declarado su fan. Torció de lado sus labios.
– Bu-bueno... - Deslizó suavemente sus dos manos para las portadas del menú, respectivamente, y el mesero apartaría las suyas, terminando por dejárselo por completo. Aún sentía algo de pena por dejar que aquel hombre pagara todo lo que comerían, eso sería como... aprovecharse.
Observaba, leía y volvía a repasar cada uno de los platillos ilustrados en el menú. Todos los platillos se veían deliciosos a su juicio, uno que otro llamaba un poco menos la atención de la demonio, pero, nada que marcara gran diferencia. Optó por no quitarle tiempo al chico de la invitación y al mesero, y tomó la promoción del día.
– Quiero lo mismo que el joven, porfavor. - Dijo entregándole el menú al mesero, con una expresión cálida que venía apoderándose de su rostro.
– Per... fecto - Murmuró el mesero, anotando lo que debía ser su orden en una libreta pequeña. Terminando de escribir regaló una mirada a ambos y marcó una simpática sonrisa en su cara – Enseguida vuelvo con su comida.. - Luego de eso se retiró.
Angela observó de reojo a su acompañante, la curiosidad de hace un rato aún vagaba por su mente.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
El dragón observaba distraído el ventanal mientras su compañera se encontraba absorta en el menú. Los enamorados iban y venían, jugando mutuamente unos con otros, riendo y gozando su día. Pero no todos transmitían la misma esencia de regocijo y felicidad, en absoluto. Algunos rostros expresaban aburrimiento, inclusive molestia. Parejas cogidas de la mano que miraban distraídos hacia cualquier otro sitio, rehuyendo la mirada del otro. Matrimonios caminando con desgana, tambaleándose de un lado a otro como si estuviesen viviendo el peor día del año. Y qué decir de los clásicos solteros que salían a buscar juerga, una excusa para matar el tiempo y olvidar todo lo concerniente a su situación amorosa.
Estúpidos, fuera de sus casas es donde más les restregarán su condición. Estos pensamientos divagaban en su mente mientras paralelamente escuchaba el breve diálogo que sostenían el camarero y Angela. Para lamento suyo, el chico del saxofón había cedido su lugar a un comediante de tercera, y el escenario ya no le resultaba objeto de interés. El pedido estaba hecho, y para cierto disgusto del dragón, la joven había tomado la promoción del dos por uno. Ni siquiera él sabía en qué consistía el plato, lo había tomado por mera costumbre.
El mesero se alejó sonriente.
– ¿Habrá pensado que somos novios? – Susurró, dándole un sentido cómplice a sus palabras, volviéndose hacia Angela con una sonrisa que retiró repentinamente, casi invadido por un ataque de timidez. Le hacía gracia el dibujo de esa situación, ¿podía llamarse una cita? No quería preguntárselo a su compañera por miedo a estar fastidiando más de la cuenta a una perfecta desconocida. Eso se decía, pero la verdad es que temía decepcionarse.
– Más te vale que no hayas pedido el menú solo para darme el gusto... – Murmuró al cabo de un silencio, viéndola a ceja alzada. Le gustaba sentir que podía consentir a alguien, ya que no estaba realmente acostumbrado a lucirse ni a aprovechar bien sus monedas. – De todas maneras... ¿Hay algo más que te gustaría preguntarme?
Lance clavó la vista en su acompañante, taciturno. Olfateaba la curiosidad en ella, solo por eso había dejado escapar la pregunta. Acto meramente intuitivo, pero que no le significaría un retroceso, sino más bien un avance si sus conjeturas eran correctas.
– ¿Angela? – Le llamó, notando que el silencio se estaba volviendo insostenible.
Estúpidos, fuera de sus casas es donde más les restregarán su condición. Estos pensamientos divagaban en su mente mientras paralelamente escuchaba el breve diálogo que sostenían el camarero y Angela. Para lamento suyo, el chico del saxofón había cedido su lugar a un comediante de tercera, y el escenario ya no le resultaba objeto de interés. El pedido estaba hecho, y para cierto disgusto del dragón, la joven había tomado la promoción del dos por uno. Ni siquiera él sabía en qué consistía el plato, lo había tomado por mera costumbre.
El mesero se alejó sonriente.
– ¿Habrá pensado que somos novios? – Susurró, dándole un sentido cómplice a sus palabras, volviéndose hacia Angela con una sonrisa que retiró repentinamente, casi invadido por un ataque de timidez. Le hacía gracia el dibujo de esa situación, ¿podía llamarse una cita? No quería preguntárselo a su compañera por miedo a estar fastidiando más de la cuenta a una perfecta desconocida. Eso se decía, pero la verdad es que temía decepcionarse.
– Más te vale que no hayas pedido el menú solo para darme el gusto... – Murmuró al cabo de un silencio, viéndola a ceja alzada. Le gustaba sentir que podía consentir a alguien, ya que no estaba realmente acostumbrado a lucirse ni a aprovechar bien sus monedas. – De todas maneras... ¿Hay algo más que te gustaría preguntarme?
Lance clavó la vista en su acompañante, taciturno. Olfateaba la curiosidad en ella, solo por eso había dejado escapar la pregunta. Acto meramente intuitivo, pero que no le significaría un retroceso, sino más bien un avance si sus conjeturas eran correctas.
– ¿Angela? – Le llamó, notando que el silencio se estaba volviendo insostenible.
Lance Cocteau- Especie : Dracolich
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Justamente cuando el mesero terminó por irse, estando ya a una considerada distancia de su mesa, Lance le dio lugar a una pregunta, a la que luego no sabía si debía darle respuesta, o aquel solo murmuró por que si. Le provocó unos nervios muy intensos solo el haber escuchado aquello.
– ¿No-novios...? - En su débil voz, era evidente que se alarmó levemente, y a la vista, un sonrojo trató de apoderarse de sus mejillas, pero logró calmarlo antes de que tuviera la oportunidad. No le pasó en ningún momento eso por la cabeza, hasta que el peli-verde le hizo mención.
Quizá era cierto... también quizá el mesero no era el único que lo imaginó. Después de todo, un hombre y una mujer comiendo juntos en un evento por el día de San Valentín, daba mucho que pensar ¿No?.
Que le invitara a comer... no necesariamente debería dejar esa idea, mucho menos en Angela, que podría terminar ilusionándose en ello, después de tanto tiempo de ser solo ella y su violonchello.
Aún continuaba pensante en cuanto al tema de la búsqueda del joven, la razón por la que había parado en ese lugar. No había podido conseguir que le comentara algo de ello, por culpa de la interrupción del mesero, que tal vez era una señal para quedarse con la duda. No podía sacárselo de la mente, si estaba ahí, era por que había seguido a aquella identidad desconocida hasta ese lugar, o eso era lo más probable.
Lance le había llamado, y aunque estaba consciente de todo lo que había oído salir de sus labios antes, estaba tan perdida en sus pensamientos que daba a entender todo lo contrario.
– A-Ahh... Perdón... - Se dispuso a decir como reacción después de haberse hundido en su mente. – De hecho... - Hizo un pausa para dar una mirada a la lejanía, asegurándose de que el mesero no estuviera cerca aún, ni cualquier otra presencia que tuviera la razón para darle atención a ambos. – ¿A qué te referías con... un "tipo peligroso"? Si no te molesta responder...
Aprovechó que le daría la oportunidad de preguntarle algo. Sin embargo, sintió que estaba pareciendose al tipo de gente que bajo esas dudas no descansaría sin obtener respuesta. Se sentía como una chismosa o metiche. Odiaba ese tipo de ejemplares, pero no podía negar que muchas veces tomaba ese tipo de comportamiento, con cosas que de verdad le importaban, o le llamaban por mucho el interés. En ésta ocasión era más bien por temor, a que se tratara de un asesino y se apareciera en el lugar, dejándola involucrada, o como testigo de una batalla a muerte y no tener el nivel para hacer algo al respecto.
– ¿No-novios...? - En su débil voz, era evidente que se alarmó levemente, y a la vista, un sonrojo trató de apoderarse de sus mejillas, pero logró calmarlo antes de que tuviera la oportunidad. No le pasó en ningún momento eso por la cabeza, hasta que el peli-verde le hizo mención.
Quizá era cierto... también quizá el mesero no era el único que lo imaginó. Después de todo, un hombre y una mujer comiendo juntos en un evento por el día de San Valentín, daba mucho que pensar ¿No?.
Que le invitara a comer... no necesariamente debería dejar esa idea, mucho menos en Angela, que podría terminar ilusionándose en ello, después de tanto tiempo de ser solo ella y su violonchello.
Aún continuaba pensante en cuanto al tema de la búsqueda del joven, la razón por la que había parado en ese lugar. No había podido conseguir que le comentara algo de ello, por culpa de la interrupción del mesero, que tal vez era una señal para quedarse con la duda. No podía sacárselo de la mente, si estaba ahí, era por que había seguido a aquella identidad desconocida hasta ese lugar, o eso era lo más probable.
Lance le había llamado, y aunque estaba consciente de todo lo que había oído salir de sus labios antes, estaba tan perdida en sus pensamientos que daba a entender todo lo contrario.
– A-Ahh... Perdón... - Se dispuso a decir como reacción después de haberse hundido en su mente. – De hecho... - Hizo un pausa para dar una mirada a la lejanía, asegurándose de que el mesero no estuviera cerca aún, ni cualquier otra presencia que tuviera la razón para darle atención a ambos. – ¿A qué te referías con... un "tipo peligroso"? Si no te molesta responder...
Aprovechó que le daría la oportunidad de preguntarle algo. Sin embargo, sintió que estaba pareciendose al tipo de gente que bajo esas dudas no descansaría sin obtener respuesta. Se sentía como una chismosa o metiche. Odiaba ese tipo de ejemplares, pero no podía negar que muchas veces tomaba ese tipo de comportamiento, con cosas que de verdad le importaban, o le llamaban por mucho el interés. En ésta ocasión era más bien por temor, a que se tratara de un asesino y se apareciera en el lugar, dejándola involucrada, o como testigo de una batalla a muerte y no tener el nivel para hacer algo al respecto.
Angela- Especie : Demonio
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Angela dejó escapar su duda como por accidente. Al menos así lo sintió el dragón, captando aquél atisbo de miedo e intriga alumbrándole los ojos de bello color amatista. Hizo un esfuerzo por no cambiar su expresión, aún cuando en su fuero interno se lamentaba el haber dado pie a que la conversación diera tal inesperado giro. Siquiera podía pensar en evadir el tema, como hubiese hecho en otra circunstancia, la tranquilidad de su acompañante se había visto perturbada por su causa. Debía hacerse cargo de aquél comentario escandalizador.
– Ah, sobre eso... – Masculló, desviando la mirada nuevamente.
Organizó rápidamente aquella información a la que Angela podía acceder y a la que no, más que nada por un asunto de seguridad. Seguramente, la muchacha no estaría enterada de las complicaciones políticas que concernían a Hokkan y a sus vecinos; él mismo, de hecho, no se había enterado de ello hasta hace unas semanas atrás, en aquella tediosa clase de actualización que le había hecho Twilight. Hablar de su posición en la orden humana solo iba a complicar las cosas, además de no ser un tema estrictamente necesario, ya que la búsqueda del sujeto peligroso era un problema de carácter personal.
Pero tampoco estimaba conveniente hablarle de su poder especial. No conseguiría más que alarmarla. Con esto en mente, prosiguió:
– En primer lugar debes saber que, para fortuna del resto y lamento mío, el sujeto no se encuentra por aquí. De ser el caso, iría tras él y se armaría un gran revuelo. Desconozco su ubicación, su nombre y todo lo concerniente a sus motivaciones, pero le he visto...
Se estancó allí un momento, sin querer hacer mayor refiero a cómo y dónde lo había visto. Cualquier alusión a su clarividencia podría dejarlo como un lunático, o en su defecto, como un tipo aún más peligroso que el buscado. En teoría, lo soy.
– Como solo tengo su apariencia en mis antecedentes, no me queda otra más que buscarlo de reino en reino, hasta dar con él y darle muerte.
Hizo una pausa repentina, recordando haberse dicho así mismo el no mencionar nada acerca de asesinatos. Se lamentó cabizbajo, sin volver la vista hacia Angela. Respiraba lento para no perder la compostura que tan buen rato le había garantizado hasta ahora.
– Quise decir... Atraparlo. – Quiso corregir en vano.
– Ah, sobre eso... – Masculló, desviando la mirada nuevamente.
Organizó rápidamente aquella información a la que Angela podía acceder y a la que no, más que nada por un asunto de seguridad. Seguramente, la muchacha no estaría enterada de las complicaciones políticas que concernían a Hokkan y a sus vecinos; él mismo, de hecho, no se había enterado de ello hasta hace unas semanas atrás, en aquella tediosa clase de actualización que le había hecho Twilight. Hablar de su posición en la orden humana solo iba a complicar las cosas, además de no ser un tema estrictamente necesario, ya que la búsqueda del sujeto peligroso era un problema de carácter personal.
Pero tampoco estimaba conveniente hablarle de su poder especial. No conseguiría más que alarmarla. Con esto en mente, prosiguió:
– En primer lugar debes saber que, para fortuna del resto y lamento mío, el sujeto no se encuentra por aquí. De ser el caso, iría tras él y se armaría un gran revuelo. Desconozco su ubicación, su nombre y todo lo concerniente a sus motivaciones, pero le he visto...
Se estancó allí un momento, sin querer hacer mayor refiero a cómo y dónde lo había visto. Cualquier alusión a su clarividencia podría dejarlo como un lunático, o en su defecto, como un tipo aún más peligroso que el buscado. En teoría, lo soy.
– Como solo tengo su apariencia en mis antecedentes, no me queda otra más que buscarlo de reino en reino, hasta dar con él y darle muerte.
Hizo una pausa repentina, recordando haberse dicho así mismo el no mencionar nada acerca de asesinatos. Se lamentó cabizbajo, sin volver la vista hacia Angela. Respiraba lento para no perder la compostura que tan buen rato le había garantizado hasta ahora.
– Quise decir... Atraparlo. – Quiso corregir en vano.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Conforme el joven hablaba, Angela iba aclarando sus dudas, y también tranquilizándose con algunas de éstas, como el enterarse de que por suerte en el establecimiento aquel tipo del que había comentado antes no estaba ni cerca.
Le extrañó un poco el que hubiese iniciado una búsqueda sin información básica. Se preguntaba si con tan solo el haberle visto podría hallarlo. Quizás con eso le bastaría si tuviese una vista perfecta, lo que no dudaba por alguna razón. Pero de todos modos eso no restaba que todo se procesaría de una manera más lenta, así como el dijo, buscándole de reino en reino.
De pronto, mencionó algo que, no dudo que se colara en sus palabras por error. Notó lo inseguro que se puso luego de ello. Angela solo se mantuvo callada, con un susto tratando de ser ocultado.
– Solo por seguridad y algo de curiosidad... - Calló por un momento, preparándose para un intento de actuación para el bien de ambos y el encuentro – ¿Crees que sea difícil atraparlo? - Preguntó. Su intención: Que no se sintiera alarmado, fingiendo que su última correción la había convencido por completo. Aunque no lo era así. Por dentro tenía los pelos parados de punta, ante tal riesgo al que se exponía el joven, más por que no quería creer que se encontraba frente a un pósible asesino. Eran pobres las suposiciones de que el joven tuviese el papel del malo, pero aún así no podía ignorar el que estuviesen rondando por su cabeza una y otra vez, confundiéndola malaventuradamente.
Todo se tornaría bastante incómodo para ambos si Lance se daba cuenta de que Angela fingía. Pero para su suerte, el mismo mesero de antes se presentó con los respectivos platillos, poniendo cada uno frente a su dueño. – Provecho - Dedicó enseguida y se fue repentinamente, arrebatándole a Angela la oportunidad de agradecerle. Posiblemente tenía más platillos que entregar, por que se mostraba muy encarrerado.
La muchacha observó su comida por un momento, y se limitó a dar un bocado por la tensión que había entre su compañero y ella. Por lo que esperaría a que éste comiera primero.
Le extrañó un poco el que hubiese iniciado una búsqueda sin información básica. Se preguntaba si con tan solo el haberle visto podría hallarlo. Quizás con eso le bastaría si tuviese una vista perfecta, lo que no dudaba por alguna razón. Pero de todos modos eso no restaba que todo se procesaría de una manera más lenta, así como el dijo, buscándole de reino en reino.
De pronto, mencionó algo que, no dudo que se colara en sus palabras por error. Notó lo inseguro que se puso luego de ello. Angela solo se mantuvo callada, con un susto tratando de ser ocultado.
– Solo por seguridad y algo de curiosidad... - Calló por un momento, preparándose para un intento de actuación para el bien de ambos y el encuentro – ¿Crees que sea difícil atraparlo? - Preguntó. Su intención: Que no se sintiera alarmado, fingiendo que su última correción la había convencido por completo. Aunque no lo era así. Por dentro tenía los pelos parados de punta, ante tal riesgo al que se exponía el joven, más por que no quería creer que se encontraba frente a un pósible asesino. Eran pobres las suposiciones de que el joven tuviese el papel del malo, pero aún así no podía ignorar el que estuviesen rondando por su cabeza una y otra vez, confundiéndola malaventuradamente.
Todo se tornaría bastante incómodo para ambos si Lance se daba cuenta de que Angela fingía. Pero para su suerte, el mismo mesero de antes se presentó con los respectivos platillos, poniendo cada uno frente a su dueño. – Provecho - Dedicó enseguida y se fue repentinamente, arrebatándole a Angela la oportunidad de agradecerle. Posiblemente tenía más platillos que entregar, por que se mostraba muy encarrerado.
La muchacha observó su comida por un momento, y se limitó a dar un bocado por la tensión que había entre su compañero y ella. Por lo que esperaría a que éste comiera primero.
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Re: Es siempre lo mismo, ¿ahora también? (Privado - Lance Cocteau)
Conservó sus palabras atascadas en el filo de la lengua, mientras mantenía una insana batalla consigo mismo. Detestaba profundamente abordar el tema de la muerte, pero había sido él mismo quien lo puso en la superficie de la mesa, dándole pistas a Angela, pistas oportunas, insensatas, de su verdadera naturaleza. La estabilidad era una virtud de la cual el dragón no gozaba, aún cuando la deseara fervientemente, como a una mujer morena coqueteándole desde el otro lado de la sala. No estaba en condiciones de reclamarse nada así mismo, pues tal como erraban los humanos, él había cometido una equivocación en su discurso, había hecho alusión verbal del tópico prohibido. La muerte.
Angela parecía querer alivianar la situación, pero el daño estaba hecho.
El mesero interceptó la tensión entre ambos, sirviendo a cada cual su plato correspondiente y dedicándoles una afable sonrisa. Lance estuvo minutos enteros sin probar bocado alguno. No había soltado de sus pensamientos la pregunta de la joven. Quería esforzarse por mentirle a ella, mentirse así mismo y dar un oportuno vuelco a la situación.
– Siendo honesto, no lo sé. Como te he dicho, le desconozco completamente, incluso su poder. Solo sé que debo evitar que cometa cierta calamidad. – Respondió al cabo de un rato, con la mirada escondida bajo la mano que le sostenía la adolorida sien. – Entiendo si después de esto sientes una ligera desconfianza hacia mí o solo quieras salir corriendo, pero descuida, que no te pasará nada malo si te ven conmigo. Aunque te parezca raro, el sujeto peligroso no tiene idea que existo. – Ironizó, acompañándose de una media sonrisa.
Fue entonces cuando volvió a recuperar gradualmente parte de su calma, ordenando la situación de manera lógica: Angela no quería saber que estaba tratando con un asesino, él tampoco quería decírselo. No existía problema, se mentirían mutuamente. Harían un acuerdo implícito, se vendarían los ojos entre sí. Y sería una velada fantástica.
– Descuida, si te llegas a involucrar en una situación engorrosa, te protegeré. – Declaró al cabo de un rato, observándola ya con relajo. Lance se llevó un pedazo de carne a la boca, saboreándolo gustoso. Tras ello, alzó una copa de vino tinto que el mesero les había servido sin percato de ninguno. – Feliz San Valentín, Angela. – Brindó sonriente.
Salud, por las blancas mentiras.
Angela parecía querer alivianar la situación, pero el daño estaba hecho.
El mesero interceptó la tensión entre ambos, sirviendo a cada cual su plato correspondiente y dedicándoles una afable sonrisa. Lance estuvo minutos enteros sin probar bocado alguno. No había soltado de sus pensamientos la pregunta de la joven. Quería esforzarse por mentirle a ella, mentirse así mismo y dar un oportuno vuelco a la situación.
– Siendo honesto, no lo sé. Como te he dicho, le desconozco completamente, incluso su poder. Solo sé que debo evitar que cometa cierta calamidad. – Respondió al cabo de un rato, con la mirada escondida bajo la mano que le sostenía la adolorida sien. – Entiendo si después de esto sientes una ligera desconfianza hacia mí o solo quieras salir corriendo, pero descuida, que no te pasará nada malo si te ven conmigo. Aunque te parezca raro, el sujeto peligroso no tiene idea que existo. – Ironizó, acompañándose de una media sonrisa.
Fue entonces cuando volvió a recuperar gradualmente parte de su calma, ordenando la situación de manera lógica: Angela no quería saber que estaba tratando con un asesino, él tampoco quería decírselo. No existía problema, se mentirían mutuamente. Harían un acuerdo implícito, se vendarían los ojos entre sí. Y sería una velada fantástica.
– Descuida, si te llegas a involucrar en una situación engorrosa, te protegeré. – Declaró al cabo de un rato, observándola ya con relajo. Lance se llevó un pedazo de carne a la boca, saboreándolo gustoso. Tras ello, alzó una copa de vino tinto que el mesero les había servido sin percato de ninguno. – Feliz San Valentín, Angela. – Brindó sonriente.
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Lance Cocteau- Especie : Dracolich
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